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Por Manuel Quaranta | Portada: Nina Kovensky
I.
Un librito lila tan pequeño como la pequeñez del universo contiene poemas, melodías, formas, colores, pasiones, anhelos, que nacen sin cesar de la inmarcesible voz de Liliana Maresca. Una voz inactual e intempestiva que, surcada por una “sed prehistórica”, se pregunta: “¿qué es la verdad?”, para declarar nietzscheanamente, “esta sumatoria de deseos y necesidades que somos”. Somos “aves de rapiña, cazadores furtivos” intentando dar sentido, “dando todo sin sentido” en un mundo repleto de sueños defraudados (será la primavera democrática, será el sida, serán los noventa, será el fin de la historia), en una larga noche “que nos vuelve a la realidad de seres solos”, “en el punto de la noche máxima de nuestras soledades”, sin embargo, “sentir esta melancolía”, “estas ansias”, dice Maresca, “es estar viva”.
Maresca sobrevive porque “en el arte todo es posible”, “todas las muertes y renacimientos”, a pesar de las reticencias, los miedos, los achaques, “¿podré tener esperanza?”, “¿podré volver a creer por décima vez”, “¿podré renacer de estas cenizas?”, ¿podré?, ¿podré?, ¿podré?
Maresca habita en lo exiguo del librito lila titilante desde un fondo sin fondo para recordarnos (como lo haría una luciérnaga a punto de apagarse, ¿o era un imperio?) que estamos “internados en la oscuridad de nuestros propios bosques”, “rodeados de ruidos siniestros y alimañas”, “que no podemos cargarle a otros la culpa de lo que no tenemos porque no podemos, o no sabemos o no somos”.
Somos lo que no podemos o no sabemos o no tenemos. Somos una falta incurable, una falla deseante; somos un fantasma que busca a tientas y a los tumbos recobrar el paraíso perdido, sabiendo que no lo vamos a encontrar, sabiendo que “el amor es imposible”, pero haciendo “como si fuera posible”, como si fuera posible amar, como si fuera posible volver a enamorarse, como si fuera posible todo lo imposible.
Rozo tus labios, muerte
Con la fría piel crespón
Serpiente
Acaricio tus escamas
Animal de sangre fría
Perdonémonos
II.
En el librito lila abunda la magia, el misterio, el pensamiento: el dolor de la letra de una vida pronta a jugarse la última carta con la unánime certeza de perder, con la seguridad de quedar devastada entre tanta destrucción, pero justamente allí, en el desierto que crece (y crecerá hasta convertirse en un destino), brota, imaginaria (como una imagen que se llevó el viento), la inaudita belleza de Maresca, una belleza vasta y trágica, que sólo se contempla al cerrar los ojos e implorar: Que aparezca Maresca.
Y Maresca aparece. A su modo, en la película de Nina Kovensky.
(Repetiré mejor algo ya dicho):
Ocupada en el saber del no saber, en el saber no sabido, Nina elije la poesía para narrar lo inenarrable y pronunciar lo impronunciable: poesía, la fragilidad latente de la incomunicación, la latencia de una fisura por venir. Poesía, refugio exclusivo (y elusivo) de una lengua en peligro, de una lengua peligrosa. Poesía, palabras que no representan nada, o que representan la materialidad de la nada. La materialidad del verso como espacio disponible, apto para todo destino (o sentido). Una materialidad en fuga, una representación fugada en imágenes superpuestas, inconexas, fragmentadas; imágenes y música, imágenes y palabras, imágenes y olvido, imágenes del olvido, imágenes de la memoria, y por fin, imágenes del amor, del inconcebible azar llamado amor, acontecimiento irrepetible inspirado por Maresca, la Maresca profunda, la intelectual, la artista, ella, la bella, incitando a los jóvenes al frenesí, a conquistar lo inesperado, y lo inesperado, increíblemente, sucede, lo improbable acontece, la contingencia se desata: el delirio del amor, y con el amor, el trabajo del amor, y con el trabajo, el arte, y en el arte o con el arte, lo sagrado: la Santa Trinidad presente en la primera página del librito lila (tan lila como la luna o la tormenta o el cielo azul) y recitada en la última escena de la película de Nina, no con la voz de Maresca (a esta altura poliédrica), sino de Marcia Schvartz:
El amor – lo sagrado – el arte
No tienen pretensiones
Son fugaces
Aparecen donde no se los llama
Se diluyen
Imagen de portada:
Fotograma de la película Que aparezca Maresca.
Etiquetas: Liliana Maresca, Manuel Quaranta, Marcia Schvartz, Nina Kovensky, Poesía