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Por Leandro Germán
A fines de los 90, el programa de Tinelli terminaba con El Show del Chiste. De esa época datan los memorables pases entre El Show de Videomatch y El Show del Fútbol (ambos salían al aire por la pantalla de Telefé) en que se lucía el talento humorístico de Oscar Ruggeri, acaso uno de los pocos que pueda acreditar a ciencia cierta el ex zaguero. Más tirando hacia el cambio de siglo, al staff de humoristas de El Show del Chiste (Larry De Clay, Sergio Gonal, Alacrán) se sumó el gran Jorge Corona, decano en esto de contar chistes en televisión. Corona, que en los 70 había sido amigo, según le confió no hace mucho a Luis Ventura, de Casildo Herrera (el que se “borró”), tenía chistes de todo tipo. Tenía chistes, por ejemplo, sobre Menem.
“A Menem le dicen monarca: mitad mono y mitad garca”, por ejemplo, era uno de ellos, y uno ciertamente no apto para progresistas (¿ciertamente no apto para progresistas? ¿en serio?) o almas sensibles y políticamente correctas. Una noche, sin embargo, contó el chiste que sigue: “¿Sabe cómo le dicen a Menem?”, le preguntó a Tinelli. “Jazz”, respondió el propio humorista, “porque lo inventaron los negros para que se diviertan los blancos”. No importa si el chiste no era de él (probablemente no lo fuera), nadie lo contaba como Corona. Recuerdo haberlo visto en vivo, y lo recuerdo a mi viejo riéndose a carcajadas. A mi viejo le gustaba escuchar chistes, pero con este chiste contra el que no hay corrección política esgrimible, porque lo que el chiste vulnera no es la corrección política sino otra cosa, se rió de un modo especial.
El chiste sobre Menem y el jazz es, claro, un chiste gorila, pero no de cualquier gorilismo: es un chiste gorila de izquierda. Por eso mi viejo se rió tanto. Mi viejo debía ser el único de su numerosa familia que no había salido peronista. Padres, hermanos, tíos, primos: todos peronistas. Mi vieja le decía que no, que en el fondo él también era peronista. Pero no, mi viejo no era peronista. No era peronista, pero llevaba como un blasón de su historia personal el hecho de haber sido delegado gremial durante años, cuando trabajaba en ENTEL, por decisión soberana de sus compañeros de trabajo, que de acuerdo con su propio relato, eran todos invariablemente peronistas. “A mí me votaban los obreros pe-ro-nis-tas (separaba en sílabas peronistas)”, decía, “y lo hacían sabiendo que yo no era peronista sino so-cia-lis-ta (separaba en sílabas socialista)”.
Había un valor agregado en que el colectivo de obreros que lo elegían delegado fuese real o imaginariamente peronista, y en que lo fuera, también real o imaginariamente, sin fisuras. Y había algo más, porque los “obreros” eran ellos, los que lo elegían, aunque no es del todo seguro que, al menos en su relato, también lo fuera él. En algún punto, la distancia ideológica, que en el relato de mi viejo parecía explicar que unos eligieran y otros fueran elegidos, comenzaba a transformarse en distancia de clase, no importa que esta fuera imposible. Supongo que hay un vínculo fuerte entre la risa de mi viejo ante el chiste de Corona sobre Menem y el jazz y su orgullo socialista ante la confianza despositada en él por sus compañeros de trabajo pe-ro-nis-tas.
Me gustaría hacer un focus group y demostrar que los sociólogos servimos para algo. Un focus group para ver cómo reaccionan sus integrantes ante el chiste de Corona. Un focus group donde haya de todo, desde peronistas progresistas hasta peronistas ortodoxos, pasando por no peronistas de las distintas vertientes, de derecha a izquierda. Para ver quién ríe, quién no ríe, quién ríe y se arrepiente, quién ríe y no lo hace, quién se indigna y qué debate se genera a partir de eso. Algo de experiencia tengo en materia de focus groups; el problema es que nunca pude encontrar el chiste de Menem y el jazz en YouTube, porque no imagino ese chiste contado por otro que no sea el gran Jorge Corona.
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