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27-08-2021 Ficciones

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Por Diego Fernández Pais

«Puesto que el hombre y la novela son
isomorfos, lo normal sería que ésta pudiera
contener todo lo que tiene que ver con aquél»
Michel Houellebecq, Intervenciones

30/06/21

Quisiera estar solo pero las mujeres no me dejan. Aunque más que mujeres debería decir nenas o niñas. Primero fue Federica, que tiene veintitrés años. Luego Agostina, que me tiró la goma un par de veces; era muy celosa, posesiva, me hacía marca personal en todo momento y no me cerraba del todo su personalidad. Y ahora es Martina, más joven aún que Federica y Agostina (ésta tiene veintiuno mientras que Martina tiene dieciocho). Martina todavía no me chupó la pija, apenas pude tocarle las tetas –muy lindas tetas, por cierto– por dentro y besárselas un poco. (Llegar al coito es muy complicado en este sitio, demasiados controles.) Igual, no creo que a Martina le dé el tiempo como para hacerme una mamada, porque se va el fin de semana. Hoy es miércoles. 

En los primeros veinte días me cambiaron seis veces de habitación. Tres veces en los primeros cinco días, mientras estuve en el pabellón marginal, y tres más (de la quince al VIP, donde ocupé dos habitaciones distintas) dentro de este otro pabellón, que es un poco mejor, tanto por la gente como por la calefacción. Ahora duermo con dos tipos más: uno, Carlos, es un buen tipo; diez puntos. El otro, Ernesto, está bastante loco y rompe las bolas, me interrumpe mientras escribo, no para de hablar. Nuestra habitación es la número diecisiete.

Lecturas. Desde que estoy encerrado, leí la ida del Martín Fierro, la mitad que me faltaba (desde el 2019 estaba pendiente) de White de Bret Easton Ellis y ahora voy por la mitad de Los días felices, el segundo tomo de Los diarios de Emilio Renzi.

Por la tarde, después de la siesta, me agarran ataques de ansiedad y quiero salir ya mismo de acá.

Se suma un personaje nuevo que se llama Matías y trabaja como inspector de comercio en la Municipalidad. Dice que entró por un ataque de pánico: clausuró un bar, lo escracharon en Facebook y un compañero suyo murió por Covid. Habla demasiado.

Mis padres me clavaron un puñal por la espalda. El día 28/05/21 me desperté con dos enfermeros y tres policías dentro de mi cuarto. Mi padre espiaba desde la puerta. Me trajeron a la clínica en un móvil de la policía.

Tema Piglia. En 2011 subí a la web El penúltimo romanticismo y recibió, rápidamente, una considerable cantidad de lecturas, a raíz de lo cual resolví mandarlo a una editorial. Parece que ese mismo año Ricardo Piglia leyó por la web la novela y empezó a seguirme por Facebook, donde se enteró que una de mis lecturas serias había sido Vida de un ausente. La novelesca biografía del talentoso seductor Juan Bautista Alberdi de José Ignacio García Hamilton. Continuará…

Todo el mundo habla sobre su pronta salida de alta y eso a mí me hace muy mal. Me pone ansioso. Sensación de que se han olvidado de mí. Abandono.

Recién salí con el parlante de Martina a escuchar su música (Mitski, muy buena) en busca de soledad pero, como siempre, me interrumpieron.

Leo en la página noventa y ocho del segundo tomo de Los diarios de Emilio Renzi sobre el «voluntario enceguecimiento» de los europeos (como Gide, Sartre y Pavese) con respecto a la obra de Faulkner –«como si no quisieran creerlo»– y no sólo me siento identificado, sino también tentado de incluir a los americanos en la bolsa. El único autor del establishment literario internacional que hasta el momento se ha dado por enterado, sin ambigüedades, de mi trabajo es el inglés Ian McEwan. Y acá, aparte de Thonis, el mismo Piglia.  

¿Es posible que Taylor Swift sepa quién soy yo? Desde hace seis meses por lo menos una vez al día me hago esta pregunta. Lo extraño es que anteayer la que me la hizo fue mi psiquiatra: ¿y cómo puede ella saber quién sos vos? Por Bret Easton Ellis, le respondí. Él forma parte de los happy few.

Ayer, no llegué a escribir dos hojas de este cuaderno y ya se me había ocurrido un título para publicarlo. Un título genial, por cierto. 21: El diario de un año entero. Creo que el poeta Alejandro Rubio ya hizo una operación por el estilo. Sin embargo, hoy retomo la lectura de los diarios de Piglia y me encuentro con que los diarios de Tolstói también fueron publicados tras su muerte. Me provoca vértigo pensar que he empezado a escribir un libro que recién verá la luz tras mi muerte.

¿Y mi diario de Facebook? Escrito sobre la marcha, mientras muchos lo leen, de publicación instantánea… tales posteos, ¿serán finalmente reciclados como entradas de este diario o allí quedarán? Algún día lo sabremos. Hay muchos autores que son muy activos en Twitter.

Acabamos de comer una picada porque mañana le dan el alta a una compañera de quince años junto a su padre. Hábitos muy disímiles a los míos los que llevo aquí en la clínica. Ahora me están por tomar los signos vitales. Lo hacen dos veces por día, una vez por cada turno de enfermería.

Termino de hablar por teléfono con mi hermana a ver si se anima a firmar para sacarme de acá. Yo le tendría que dar el auto con el 08 firmado y comprometerme a hacer un tratamiento ambulatorio. Pendeja del orto. Veremos qué pasa. 

* Portada: Juan Bautista Alberdi en Chile alrededor de 1850 y 1853.

Todas las entregas de Una vez más

 

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