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12-09-2021 Notas

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Por Julián Ferreyra

I.

Juan Sasturain plantea que con Sargento Kirk (1953) Oesterheld y Pratt inauguraron otro tipo de relato de historieta, donde el narrador tiende a hacerse imperceptible y la puesta es casi teatral: unidad de acción, de tiempo y de lugar. Innovación que es análoga a la producida en y a causa de la transferencia, ese espacio denso y permisivo de complejidades: una guerra, pero que tiene como protagonista al narrador, su mirada, diría de nuevo Sasturain.

II.

Hacerle cumplir la regla fundamental a quien se analiza es invitarlo a relatar de otro modo. El otrora sufriente se va convirtiendo en narrador afectado, que siente más al acto de decir que a su contenido. Una narración de la narración, un contenido latente, una narración manifiesta. Yoísmo en retirada que adviene narrador, autor de un manifiesto.

III.

Interesa que ese narrador recién nacido aprecie su relato por sus excentricidades, enigmas y excelencia mundanas: que lo aprecie por experimentar ello que quizás aun no puede formalizar, que aprecie su aura antes que su sentido, su movimiento antes que su fijeza racional. Que aprecie lo que no sabe, lo que no entiende, lo que lo conmueve o conmociona. Que aprecie el con–.

IV.

En La historieta en el mundo moderno (1970) Oscar Masotta plantea que la misma es prosa en el sentido de Sartre: “las palabras escritas siempre terminan por reducir la ambigüedad de las imágenes, y al revés, la imagen nunca deja de ‘ilustrar’ a la palabra escrita”. Y aunque aparentemente cercana a la pintura, la verdadera proximidad está con la literatura: menos que “novela gráfica” ─planteo de la crítica anglosajona, acomplejada de inferioridad─ la historieta es literatura dibujada: figuración narrativa.

V.

Según Hans Sachs, discípulo y amigo, a Freud se le ocurrió el concepto de sublimación mientras leía una historieta: ojeaba el Fliegende Blätter (un semanario satírico publicado entre 1845 y 1944 en Múnich) y reparó en una tira que mostraba la carrera de una chica en dos etapas subsecuentes: en la primera viñeta arreaba una bandada de gansos jóvenes con una vara y luego, en idéntica disposición, se la pintaba como institutriz dirigiendo un grupo de jovencitas con su sombrilla. Lo pretencioso del concepto sublimación, su esnobismo psicologista y normalizante, no respondería entonces a su accidentado origen: fue la historieta y su relación con lo inconciente, cual meme, lo que causó en Freud la original idea de que lo repetido puede mutar lo idéntico en otra cosa.

La tira cómica es el modelo del chiste freudiano: desarma sentidos y solemnidades en el mismo movimiento en que los muestra, logrando efectos (contra)metafóricos a través de sutiles desplazamientos.

VI.

La historieta, el psicoanálisis: géneros modernos, populares antes que masivos, complejos antes que presuntuosos. Y cuando dichos géneros se montan con destreza, producen lo que Brecht denominaría un efecto de extrañamiento, resultando así posible descubrir lo obvio.

VII.

Alguien fanático de las historietas encontraba dificultad, vergüenza, para «decir cosas que quizás sonaran mal, decir cosas sin pensar», es decir, para dejarse llevar por su palabra. Le propuse lo siguiente: «hablame como se habla en una historieta, prescindí de tanto diálogo, hablá con imágenes, viñetas, movimientos, no hace falta tanto pensar, tanta descripción; ponderá la acción, el movimiento». Fallidamente, funcionó. Freud nos regaló la metáfora del viajero que mientras mira la ventana desde el tren va describiendo acríticamente todo lo que ve: este debió haber sido su propio estilo para asociar. Siguiendo dicho estilo, una buena historieta es freudiana.

VIII.

“No tengo interior para mostrar, tampoco soy espontáneo (…) Por eso no quiero que me conozcan, prefiero que inventen” dicen los Babasónicos: un guiño en contra de los neoevangelismos de la interioridad y en favor de los montajes profanos que instan a inventar un decir que no cuente, que no sea utilitario. Asociar es un decir expontáneo.

IX.

La intersubjetividad son los padres, y no hay nada menos “interno” que un conflicto-narrado. No casualmente se empieza a leer historietas al momento de un primer esbozo exogámico: se suele comenzar a analizarse para producir esto último.

X.

La histerización del discurso hace de la historia solemne y edípica una potente y sencilla historieta, rebosante de onomatopeyas tan enigmáticas como elocuentes. Genialidad amable e intelectualmente dinámica, tal como la serie de historietas Para principiantes: recomiendo las de Freud, Lacan, la Gestalt y Simone de Beauvoir.

XI.

Psicoanálisis: hacer que las piedras suspiren, y decidir escucharlas. Es una contracorriente ficcional en sesiones, en viñetas abiertas, que hace rodar piedras pesadas en el fondo poco profundo de un río. Se trata de mover ello que permanece en fervorosa quietud.

XII.

Juan Forn decía que Kierkegaard decía que el problema de la vida es que se la vive para adelante, pero se la entiende para atrás. En un psicoanálisis nos desentendemos de ese problema, lo vivimos: aparece un presente inédito. Hay lo a posteriori del pasado, sí, pero más bien como desaprendizaje significativo. Vivir un problema es lo contrario a un futurismo mortífero: “una pelea demasiado buena como para arruinarla con sangre”.

 

 

 

 

La ilustración corresponde a una de las últimas viñetas del episodio “Los caballos de Wahtee” de Sargento Kirk, publicada en SuperMisterix nº446 (junio de 1957).

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