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Por Leandro Germán
Hay dos realidades de alguna manera «objetivas» en la Izquierda: la primera es que los dos partidos mayoritarios (el PO, el PTS) son partidos marxistas. Por lo tanto, esperan crecer al calor de la lucha de clases. No se les puede pedir a partidos marxistas que renuncien a la lucha de clases. Como partidos marxistas, y al margen de cualquier otra consideración, “llevan” su marxismo relativamente bien: son partidos que crecen cuando se agudiza la lucha de clases. Eso es un mérito, porque no todos los partidos marxistas crecen cuando la lucha de clases recrudece (el marxismo “predispone” a la lucha de clases sólo en los papeles). Los que nos ocupan, en cambio, sí. Fue el caso del PO en 2001 con el movimiento piquetero y el del PTS en 2009 con Kraft.
Al primero, 2001 le permitió tomar la delantera en el concierto de los partidos de izquierda; al segundo, 2009 le permitió salir de su condición de rezagado. En ambos casos, crecieron en lo que ellos mismos definieron como el núcleo de la lucha de clases (distinto en cada caso) y ese crecimiento a su vez hizo crecer a lo que se extendía en cada organización en derredor del núcleo mismo. Pero es doblemente meritorio para estos partidos, porque no se trata sólo de la agudización de la lucha de clases en general (que puede observarse como se observa una película en el cine: de hecho, fue así que el PTS “vio” 2001) sino de la intervención en ella, de la condición de actor protagonista. El PO tuvo la lucidez de ver que durante todo un período la lucha de clases pasaría por el movimiento piquetero. El PTS tuvo la lucidez de prepararse para dirigir una huelga en una multinacional. Es doblemente meritorio, porque significa que la política está a la altura de la doctrina.
La otra realidad «objetiva» es que se trata de partidos que ya se han acostumbrado a la gimnasia de presentarse a elecciones y de militar campañas electorales cada dos años, y hasta varias campañas por año (PASO, elecciones provinciales, etc.). Es decir que en un punto esos partidos ya están «socialdemocratizados» (comillas), y lo están sin que por el hecho de estar socialdemocratizados hayan dejado de ser marxistas, como cuadra, finalmente, a un socialdemócrata más o menos clásico. No se les puede pedir que dejen de ser marxistas y no se les puede pedir que dejen de presentarse a elecciones en un país en que hay elecciones cada dos años desde hace cuarenta (pedirles lo segundo es pedirles que dejen de hacer política).
El problema de pedirles a los partidos de izquierda que dejen de regirse por la lucha de clases y se adapten a realidades que no tienen que ver directamente con ella es que se le pide a la izquierda que haga lo que la izquierda en parte, en su medida y armoniosamente, ya hace, y que además se le atribuye a ese hacer resultados que la propia izquierda está comprobando que ese hacer no necesariamente tiene. Una cuestión clave es que la acción política que se deriva de la primera de las consideraciones «objetivas» sí les reporta a esos partidos crecimiento en sus filas militantes (2001 y 2009 son los años en que el PO y el PTS comienzan a crecer) y que la acción política que tiene que ver con la segunda de estas consideraciones no (este es el hacer que los críticos “por derecha” del trotskismo creen que tiene un resultado que en realidad no tiene).
Pero el tema también tiene su reverso: el PO contempló durante diez años cómo el crecimiento en sus filas militantes no tenía registro electoral significativo alguno. Pero a su turno, el PO no creció entre 2011 y 2015, cuando lideró el FIT y el FIT rompió el techo electoral de una izquierda despedigada, y el PTS está estancado desde 2017 (no hubo “fenómeno Del Caño” que valga). El problema es que se trata de dos cosas (intervención en la lucha de clases y elecciones) que estos partidos no pueden dejar de hacer, pero con una aspiración (crecer en militantes) a la que no pueden renunciar y que tiene un resultado variable respecto de aquellas otras dos cosas, con el agravante de que son dos cosas en las cuales los partidos tienen que obtener sí o sí buenos resultados. Todo lo demás, como fue dicho, son “otras consideraciones”.
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