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21-10-2021 Notas

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Por Luciano Sáliche | Portada: Jacobus Vrel

I

Jacobus Vrel es un enigma. Se cree que nació en 1617 en Frieze y que murió en 1681 en Ámsterdam, pero son especulaciones. En el siglo XIX se estableció que unas cuarenta obras fueron pintadas por él. Antes de eso se le atribuían a pintores como Isaac Koedjick, Johannes Vermeer y Pieter de Hooch. Tenían firma pero eran difusas: Jacobus Vrel, Vrelle, Vreelle, Frel, Frell y Wrel. Se consensuó que su apellido es Vrel por el simple hecho de que es el que más veces aparece: en tres cuadros. A uno solo le puso fecha. Del rejunte de registros de empleados municipales hace casi 400 años se establece que estuvo activo en las ciudades de Delft y Haarlem de los Países Bajos. 

Quizás su mejor obra —que marida con su enigma biográfico— sea Mujer frente a una ventana saludando a un niño. ¿A quién saluda esta señora, inclinada peligrosamente sobre la silla, con su mano pegada a la ventana? ¿Hay un niño del otro lado del vidrio en la noche cerrada? No podemos guiarnos por el título porque se puso a posteriori, cuando fue adquirido en 1918 por un historiador holandés llamado Frits Lugt. No tiene fecha, tampoco título. Por más fantasía que le den las interpretaciones, por más pretenciosos que se vuelven los críticos de arte, es una obra realista. En esa escena simple y escueta se devela algo universal: el funcionamiento del mundo.

II

Los cinco cuentos que integran Las ratas sólo aparecen de noche de Facundo Basualdo son relatos realistas. Postales simples y escuetas, como fragmentos cotidianos de un mundo que gira siempre en la misma dirección, siempre a la misma velocidad. Un mundo rutinario y mortal. Justamente, en el trazo grueso de lo consuetudinario se develan los engranajes de la vida. Editado hace unos meses por la editorial platense Mil Botellas, el libro recorre vidas comunes que de pronto reciben la bendición —o la maldición, ¿para qué mentir?, lo que ocurre la mayoría de las veces— de un acontecimiento desencajado que habilita la narración literaria. 

El eslabón disonante siempre está ligado al resto de la cadena. Como si el momento extraordinario ya estuviera escrito en el momento ordinario que lo antecede. “¿Por qué las cosas más cercanas a menudo eran las más difíciles de ver?”, se pregunta Claire Keegan en Cosas pequeñas como esas. El cuento que abre el volúmen se titula “Nadie viene de paseo al Hospital”. La narradora es una chica que visita el Hospital para entrevistar a uno de sus más antiguos trabajadores. “Es un empleado público, pero podría ser otra cosa: un campo de golf, una utopía antigua, el silencio en la cima de una montaña”. Entre las muertes ajenas yace una vida gris con destellos de una felicidad tímida.

El segundo es el cuento homónimo donde Leo recibe la noticia de que su hermano acaba de ser internado. “Ah, mirá, está llamando la atención otra vez”, responde y poco a poco será su familia —o lo que queda de ella— la que estará llamando su atención, quizás la última atención que le quede. En “Muchos nenes se pierden” una madre se duerme tomando sol en la playa y al abrir los ojos su hijo ya no está a la vista. La distancia de rescate de Samanta Schweblin, pero mucho más próxima, más cercana, más realista, más desesperante. En “¿Para qué sirven las flores?” la ciudad acorrala a un grupo de militantes universitarios en el callejón sin salida de las travesuras que salen mal.

«Las ratas sólo aparecen de noche» (Mil Botellas, 2021) de Facundo Basualdo

III

Hay que volver al realismo, no como un revival nostálgico porque el mundo se puso demasiado complejo, demasiado extraño, demasiado fantástico, sino como la forma de revisitar un método, un lente, un prisma para mirar de nuevo la rutina más asfixiante —esa que ahorca pero nunca mata— y encontrar, tal vez, las pistas de lo inefable. Luego el contexto brindará sus novedades y hará de ese realismo un género nuevo, un estilo nuevo, una ejecución nueva. En el último cuento, “Osvaldo Vigo”, un mochilero en Córdoba encuentra una billetera sin plata pero con un documento que le permite convertirse en otra persona. ¿Acaso no se trata de esa ínfima libertad la literatura?

Con una prosa sumamente prolija, sin caer en la sequedad ni en el barroco, Facundo Basualdo —tandilense nacido en 1986, dueño de la librería de Villa Crespo Ocio Casa de Libros— construye en su primer libro un decálogo de vidas que sobreviven como pueden en la gran descomposición social del siglo XXI. La precarización y la soledad son elementos que persisten en estas historias, pero también la convicción íntima de alguna pequeña redención vital. Los personajes no están rotos, apenas fisurados; podría pensarse que le quedan muchas batallas por delante, quizás peores de las que se narran en estos cuentos. Tendrán que darlas, como todos nosotros.

IV

Como la persistencia del realismo, Jacobus Vrel logró trascender su tiempo. En Alemania se publicó el libro Jacobus Vrel: buscando claves de un pintor enigmático con una gran acumulación de ­archivos de iglesias, palacios, municipalidades y notarías de los Países Bajos pero el avance de la investigación sigue siendo ínfimo. El mercado dio su recompensa: en 2013 uno de sus cuadros se vendió por dos millones de euros, y en 2018 otro redobló el valor. La pintura Mujer frente a una ventana saludando a un niño es simple, ordinaria, hasta estúpida. La descripción de esa escena es la nada misma. Pero al mirar la obra detenidamente se puede encontrar oculto el funcionamiento general del mundo.

Con Las ratas sólo aparecen de noche de Facundo Basualdo podría decirse lo mismo. Las breves sinopsis de esos relatos no dicen mucho más que lo que cuentan todos los días los amigos, los parientes, los vecinos, los compañeros: romances desintegrándose en el silencio, padres muriendo de tristeza, madres llorando desesperación, niños perdiéndose en la fascinante multitud, ratas y jefes exhalando asco, planes para irse a morir lejos, bien lejos, en la punta de una montaña. Al fin de cuentas, no hace falta imaginar futuros distópicos ni tejer paralelismos fantásticos para demostrar que la literatura es una antorcha alumbrando nuestra pantanosa realidad.

 

Imagen de portada: «Mujer frente a una ventana
saludando a un niño» (circa 1679) de Jacobus Vrel

 

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