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Por Cristian Rodríguez | Portada: Kahn & Selesnick
La sesión de análisis avanza en la mañana y de pronto algo se suelta, nuevo y creativo. Tuvo un sueño en el que va a permanecer y desplegarse. En su sueño el amor se desenvuelve de otro modo. Ella dice: “fue curioso y hermoso, el planeta Marte gira alrededor de la Luna. Incluso el resto de los planetas orbitaban alrededor de la Luna.” Así, “gira alrededor”, en un presente continuo.
Ese sueño la nombra de un modo que reconoce como un propio nombre, un nuevo lazo con lo real y con su realidad amorosa.
Ella asocia. Una y otra vez despeja las ecuaciones venidas desde la noche del sueño. Un sutil deslizamiento y escucho los ecos y los secretos de su feminidad: del Sol a La Luna.
“Entre” el Sol y la Luna, también, hacia un descentramiento sideral y estructural de su existencia.
Escucho también los reverberos en la imagen regente de Sol y Luna y así se lo señalo: amantes, ambos, como contrapunto amatorio.
Y una síntesis -Sol Luna- que surge de las asociaciones. Allí se encuentra la perfecta síntesis hermafrodita de cualquier recorrido pulsional humano. Ella se vuelve a un tiempo Sol y Luna, para luego poder desenvolverse, alternativamente, entre una y otra posición, en el plano – planeta de un amor.
Si bien Freud había escrito sobre las fantasías histéricas y su relación con la homosexualidad, nunca habíamos pensado en esta posición, respecto del deseo humano, como una estructura topológica. Si lo proponemos de este otro modo, la pulsión misma y su recorrido -en la relación con los objetos- se comporta de una manera hermafrodita, necesariamente -ya que la relación con los objetos del mundo y con las relaciones que establecemos con el mundo son aleatorias y permutables-, y lo que a partir de allí deviene es entonces hermafrodita -y no tan sólo homosexual, en la estructuración del deseo en el discurso histérico y en la experiencia humana-.
Marte no es cualquier planeta en el circuito de las órbitas de la pulsión de esta paciente. No es tanto ni precisamente Dios de la Guerra -aunque sí de la tensión erótica- como una clave para escuchar allí lo que ella guía en el discurso. Ella dice una vez más: “Marte es amarte, Marte es amarlo”.
Si allí la transferencia ha aportado algo, lo es para permitirle situar la dimensión del amor planteada en el discurso referido: “amarte” -dirigida a un tú, a un otro-, y fundamentalmente de la potencia de ese amor en la exogamia: amor afuera, amores – “ir a Marte – amarte”, como ella también asocia-. De hecho, está comenzando un nuevo amor.
Refiriéndose a esta diversidad que propone la pluralidad, ella dice una vez más: “el resto de los planetas incluso orbitaban en el sueño alrededor de la Luna.” Parece este plural una clave sobre cómo atravesar el horror y volver de él para soltar. Del horror del incesto, del horror filogenético y transgeneracional.
Kurtz, en “Apocalypse Now”, no supo cómo hacer con el horror encontrado, por eso su única salida era el sacrificio. No hubo cómo poner a orbitar los planetas de otro modo, proponer otra atadura y otras salidas.
Ir hasta el infierno en un análisis y retornar. A diferencia de la tragedia clásica, ante la tragedia de las vicisitudes de la vida remontar y conducir otras órbitas. De eso se trata el psicoanálisis. Y la pregunta que allí se desencadena nos concierne a todos ¿Logré atravesarlo, logré volver con vida? ¿Y con qué vida, si esto fuera posible?
Por supuesto que esta apuesta supone tomar los riesgos, y ante esto, sólo podemos encontrarnos del lado de acá -de este lado de la neurosis, de este lado del reconocimiento de los significantes que definen los actos vitales-, en noches despejadas y brillantes, como si fuéramos a inventar la anunciación que dispusieron los Magos. A la Noche con mayúsculas se la conjura y se la sostiene en una cuerda de incertidumbre, temor y esperanza. Persistiendo ahí.
Si somos nuestros magos y los hacedores de estrellas, de signos y acontecimientos, podremos hacerlo reconociendo la lógica de esos recorridos y esas órbitas en los pequeños dramas personales de nuestras existencias. Sin ese reconocimiento, sin ese estarnos atentos a sus movimientos, no habrá salida poética ni aparición de lo singular en ciernes.
No hay vida posible, o será una vida adormecida o sin hacer, o sin nacer.
Si en “eso” leemos, y leemos entonces la lógica de lo inconsciente en la lengua y en la dimensión humanas, si leemos una y otra vez la disposición de esas órbitas particulares, el intenso milagro de estarnos aquí y ahora, lo hacemos para soltarnos y distanciarnos, porque deseamos escribir nuevas disposiciones planetarias para nuestras vidas, nuevas noches plurales y minúsculas, pero sobre todo vivas -no sólo vivientes y automáticas-, otras relaciones entre esos planetas que también pudieran hablarnos del deseo y sus permutaciones.
Etiquetas: Apocalypse Now, Cristian Rodríguez, Espacio Psicoanálisis Contemporáneo, Psicoanálisis, Sigmund Freud