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Por Luciano Sáliche
I
El meme total de los años irónicos es la cara de Leonardo Cositorto: sus gestos, sus expresiones, ademanes que se van diluyendo de a poco, que pasan de enérgicos enunciados en conferencias atiborradas de gente, de sonrisas blanqueadas digitalmente en carteles publicitarios en la vía pública y en los confines de las redes, de abarcar todos los negocios de moda posibles, a convertirse en un rostro tan pixelado como atemorizado, que pide dólares desde un zoom vernáculo y renuncia a su propio imperio, el sueño de todo emprendedor deforestado, Generación Zoe.
Es probable que toda la producción cultural del nuevo siglo esté íntimamente obligada a reproducir, discutir o al menos manifestar las tensiones detrás de una figura fundamental: el garca. El lunfardo forjó una palabra muy precisa en su definición que otros idiomas carecen. Garca tiene dos raíces. Uno: Sujeto del verbo garcar (cagar al revés). Dos: acortamiento de oligarca. Hay varios sinónimos —estafador, defraudador, perjudicador, embustero, tramposo, traidor— pero ninguno tiene la potencia estética y la precisión conceptual de garca. ¿Quién hará la biopic de Cositorto?
Su mano derecha, un tal Maximiliano Batista, volvió de Francia para entregarse, pero de Cositorto sólo hay especulaciones: Colombia o algún punto de Centroamérica. Cada tanto aparece bajo una sombrilla en un video nuevo alentando a sus seguidores a seguir apostando por Generación Zoe. En Vicente López la marca compró un viejo Burger King en desuso. Hace varios meses que está radiante, todo ploteado, listo para ser usado. Sobre la Avenida Maipú, en azul y amarillo, se lee: Zoe Burguer. Quizás sea el propio Cositorto, mediante un esquema piramidal, el que financie su propia serie.
II
La ironía siempre denuncia la ridiculez del mundo. O de un fragmento del mundo. Es una queja, un grito, una risa ácida. Algo de la siguiente situación resulta profundamente irónica. El jueves 10 de marzo, mientras adentro del Congreso de la Nación los diputados aprobaban el Acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, afuera se producía una gigantesca movilización popular en desacuerdo. Hubo piedrazos contra el edificio, muchos de los cuales rompieron las ventanas de un despacho puntual: el de Cristina Fernández de Kirchner, vicepresidenta, líder del frente gobernante.
La policía detectó a varios de los manifestantes que arrojaron piedras. El primero que se dio a conocer fue un militante social de 54 años. La base de datos reveló que trabajaba en una cooperativa del Programa Potenciar desde 2018 y por tal trabajo cobraba 33 mil pesos mensuales. El Estado resolvió quitarle ese trabajo, ese “plan social”. “Supimos que uno de los detenidos por el ataque al despacho de Cristina Kirchner era beneficiario de Potenciar Trabajo desde noviembre de 2018. Ya lo dimos de baja”, dijo el ministro de Desarrollo Social de la Nación Juan Zabala.
También dijo que “la sociedad argentina los ayuda para que puedan trabajar, no para que atenten contra la vicepresidenta”. Hay una desconexión muy fuerte, quizás como nunca antes, entre quienes administran el desastre y los que lo padecen. ¿Qué clase de fascista cree que sacándole el empleo —un empleo con una remuneración bajísima— a alguien que expresa su descontento así le hará revisar su accionar y le menguará el peso de su bronca? Un fascista estúpido, muy estúpido, alguien que no sabe que es fascista ni que es estúpido, pero es ambas cosas: fascista y estúpido.
III
El nuevo libro del investigador Pablo J. Boczkowski, “Abundancia: la experiencia de vivir en un mundo pleno de información”, nació con una escena repentina. Una noche caminaba por Corrientes —la vereda recién repuesta— y ve una familia en situación de calle: números en las estadísticas de la desigualdad. En plena intemperie, la familia se amontonaba en torno a un celular, a una pantalla. “Me llamó mucho la atención. Era una escena de escasez material y abundancia informativa”, contó el lunes pasado en la presentación del libro. Escasez material y abundancia informativa.
IV
“Todos nuestros discursos sólo son defensas contra lo real”, escribe el psicoanalista francés Jacques-Alain Miller en un texto publicado en el año 1993 en la Revista Uno por Uno. Allí hace una distinción entre humor e ironía. El humor, dice, es “la vertiente cómica del superyó”, “se inscribe en la perspectiva del Otro” y lo explica de este modo: “El dicho humorístico se profiere por excelencia en el lugar del Otro. Agarra al sujeto en la miseria de su impotencia”. Luego pone un ejemplo, uno claro, “ese famoso humor judío que se cultiva en el gueto”.
Y luego está la ironía, la que “no es del Otro, es del sujeto y va contra el Otro. ¿Qué dice la ironía? Dice que el Otro no existe, que el lazo social es, en el fondo, una estafa, que no hay discurso que no sea del semblante”. Acá la posición cambia radicalmente porque, sostiene Miller, “la ironía es la forma cómica que toma el saber que el Otro no sabe, es decir, como Otro del saber no es nada. Mientras que el humor se ejerce desde el punto de vista del sujeto-supuesto-saber, la ironía sólo se ejerce allí donde la caída del sujeto-supuesto-saber se ha consumado”.
“Todos nuestros discursos sólo son defensas contra lo real”, escribe Miller y retoma a Lacan: “Lo real como lo imposible de soportar”. Entonces, si solo nuestros discursos nos defienden de lo insoportable que es lo real, ¿cuál es la materialidad que, enlazada, tejida, apretada, forma nuestros discursos? El humor, podría decirse usando una palabra de moda, empatiza. La ironía va más allá y lo hace instaurando cierta peligrosidad. La ironía juega a derribar ciertas estructuras desde donde agarrarse, desde donde hacer el chiste. La ironía asume lo insoportable de lo real y aún batalla.
V
La Universidad de Florida tenía una sala de estudios llamada Karl Marx. Hace unos días cambió su nombre: se llama simplemente Sala 229. Lo anuncian algunos medios. En la placa se destacaba “la influencia de la explicación materialista” y “la influencia de la teoría marxista extendiera en la crítica literaria”. Dicen que es para dar un mensaje a favor de Ucrania. Las explicaciones posibles son dos: que Marx era ruso, que en Rusia hay comunismo. Ninguna de las dos es correcta. Quizás la verdadera explicación es que Marx era comunista y en la Universidad de Florida eso no gusta.
El diario universitario Campus Reform denunció la existencia de esta sala: un diario conservador espantado por el respeto universitario a los revolucionarios. La confusión siempre le da la razón a los censores. “Dados los acontecimientos actuales en Ucrania y en otras partes del mundo —explicó Hessy Fernández, directora de comunicaciones estratégicas de la universidad—, determinamos que era apropiado eliminar el nombre de Karl Marx que se colocó en una sala de estudio grupal en 2014”. La noticia no circula en medios masivos. Están de acuerdo pero sienten un poco de vergüenza.
VI
Renata Salecl se sube a un tren, un viaje corto, sólo un par de estaciones, levanta la vista y lee las publicidades en el interior del vagón. El cartel de una universidad dice “Sé lo que quieras ser”, el de una marca de cerveza le pide “Sé tu misma”, una empresa de turismo augura “La vida… resérvala ya”. En su cabeza se empiezan a hilvanar productos con mensajes similares, como la revista Cosmopolitan, que ese día la tapa decía: “Conviértete en tí misma… ¡pero en tu mejor versión!”. Es un solo mensaje y está en todos lados. Otra escena repentina que motiva un libro.
Salecl es una filósofa eslovena, autora del recientemente traducido al español por Ediciones Godot La tiranía de la elección. “Una fugaz ojeada a las listas de best-sellers nos permitirá ver que la gente gasta muchísimo tiempo y dinero en aprender a convertirse en sí misma”, escribe en ese libro. ¿Desde cuándo comentar la vida se convirtió en la retórica individualista de un adolescente inseguro? ¿Por qué el capitalismo nos exige enfáticamente amarnos a nosotros mismos? ¿Somos libres de elegir lo que queremos? ¿Acaso todas las opciones conducen a lo mismo?
En la serie animada italiana Cortar por la línea de puntos, el protagonista, un neurótico dibujante conflictuado, tiene problemas para decidir. Le pasa cuando va a una pizzería y no sabe qué comer, si la que elige su amigo, si una nueva, entonces opta por la salida fácil: la de siempre. Problema resuelto. Le ocurre lo mismo cuando abre Netflix. Vive solo en su departamento, aunque también hay un armadillo gigante antropomorfizado: es su consciencia. Cae la noche, se sienta en el sillón y recorre el catálogo. A diferencia de la pizza, no va a repetir una película que ya vio.
Entonces busca, busca, busca. Nada lo convence. Pasan las horas, se hace tarde, se duerme envuelto en su propia frustración. “Si de ocho mil películas no pudiste encontrar una buena entonces el problema lo tienes tú”, le dice el armadillo. “La paradoja es que las actitudes obsesivas propiciadas por la ideología del capitalismo tardío en realidad apenas nos dejan espacio para elegir”, escribe Salecl. De este modo, el sujeto de esta era, de estos tiempos, de estos años profundamente irónicos, “vive preso de la angustia de fracasar a la hora de tomar la decisión ideal”.
VII
Durante los días en que Generación Zoe estuvo en todos los noticieros, C5N fue a la puerta del edificio donde funcionaba la empresa y encontró a un estafado. Montaron rápidamente un móvil y lo entrevistaron. “Gastón es mi nombre. Así es. Estamos acá desde temprano. No aparece nadie. Ayer el señor Leonardo Cositorto rascando la olla, pidiendo 100 dólares de vuelta. Armando otro Ponzi en vivo, prófugo de la justicia y encima da la cara por zoom, la verdad no tiene cara. Esto es inadmisible”, dijo el chico detrás de un barbijo, anteojos de sol y gorra.
“¿Nos querés contar cuánta plata pusiste?”, le preguntó el periodista. Dijo que vendió el Chevrolet Cruze de su abuela: unos tres millones de pesos. El discurso fue escalando, volviéndose cada vez más intenso, más creíble y a la vez más delirante. “Vine el viernes por primera vez, había traído una bomba molotov, obviamente no la pude tirar porque había policías”. La nota alcanzó su pico y de pronto se diluyó cuando la amenaza de bomba rompió la verosimilitud. El supuesto damnificado era un humorista. Ese día en la tele la ironía brilló con toda su belleza cruel.
VIII
El cantante de Airbag dice que hoy ya no se hace música con tensión, que ahora todo tiene que ser bailable, divertido, que no puede haber altibajos y clímax, que todo tiene que estar arriba. Patricio Sardelli, lo dijo en el programa Caja negra. No es un dato menor, es una clave para pensar el sonido del mundo. Tenemos mil opciones pero el mundo suena siempre igual: bailable, divertido. ¿Quién no quisiera vivir para siempre? Bajar es lo peor. Llega la resaca y te coloca frente a lo insoportable de lo real. A veces es necesario un buen piedrazo.
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