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01-03-2022 Notas

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Por Manuel Quaranta | Portada: Phillip Schumacher

Los versos de Si tan solo esto que te digo fuera dinero o sexo son leves y arrasadores, versos que trazan, o intentan trazar, los movimientos de una realidad siempre en fuga, siempre fugaz.

Es en este vaivén estructural de los versos de Víctor López Zumelzu –como si el vaivén abriese una hendija en la lengua, como si la realidad fuese per se contradictoria– donde vibra el fino límite entre nostalgia y alegría, infancia y madurez. Será por eso que Zumelzu pregunta, disfrazado de anciano (y el disfraz le sienta bien), “¿Qué fue del brillo insistente de la hoz y del martillo que vimos en nuestra infancia?”, y observa con los ojos del niño que hace tiempo dejó de ser “que la muerte avanza / a pequeños pasos”.

¿Quién habla, entonces, cuando escribe el poeta? ¿El viejo, el niño, el adulto? Habla la poesía, la tradición, el leguaje, habla el silencio, habla la voz de una ausencia colectiva que sabe muchas cosas e ignora otras. Sabe que no somos, ni seremos, fantasmas, sabe que somos, y seguiremos siendo, hombres y mujeres de carne y hueso, temerosos, anhelantes, ardientes, fríos a veces como témpanos, dispuestos a entregar casi todo, sino todo, por un minuto (¿un segundo?) de amor, si bien es consciente, la voz, de cuánto mejor se ama en la falta.

La mano diestra del poeta (sus versos) envuelve al lector en un ritmo, una cadencia, una música ligera, sobre estos pilares armónicos se sostiene lo insostenible de su escritura: en la forma, “que como forma la palabra ‘forma’ / no quiere decir nada”, y sin embargo dice, al oído; en el espesor de un tono doble, público e intimista, aciago y feliz, que cuenta su historia –o la de cada uno de nosotros–, mientras por lo bajo arden, políticamente (contra la corrección política), el sentido de las palabras y “la neutralidad de la lengua”.

Los versos de Zumelzu alojan dentro de sí (o son) la pérdida, la desaparición, el olvido, pero nunca caen en la tentación de la queja o el lamento llano; hay lágrimas, hay llantos, pero jamás son definitivos, como nada es definitivo, ni para bien ni para mal, salvo la vida, o la muerte, “alguien se va, alguien llega”, el lugar vacío se completa en un mundo inhóspito, donde “hemos crecido & abandonado nuestras certezas”, aunque no el deseo de continuar escribiendo, pese (o gracias) al cansancio, el daño, la derrota; un mundo ha terminado, es un mundo que Zumelzu vivió a medias y revive en su poesía, como parte de un conflicto ancestral o esencial, sobrevivir, persistir spinozianamente en la existencia, y ver qué sucede, hasta dónde somos capaces, qué malabarismos inventamos, cuánto más podremos resistir después del final de la fiesta.

En una palabra, Víctor López Zumelzu es un sobreviviente, un poeta chileno que ilumina mediante destellos lingüísticos –a estos destellos podríamos llamarlos poesía– “nuestra propia oscuridad”.

Si tan solo esto que te digo fuera dinero o sexo
Víctor López Zumelzu
Ed. Liliputienses
2021

Nota: ¿Por qué Zumelzu utiliza el signo ampersand en lugar de la i griega? Este signo es la representación de una ligadura, combinación de dos letras en un único grafema, que a su vez enlaza dos o más componentes de un enunciado, como cualquier conjunción copulativa. El ampersand tiene la particularidad de habilitar cruces y ser él mismo una cruz. Es un camino curvo, sinuoso, que va y vuelve, avanza y retrocede. Pero ¿acaso no es de esto de lo que habla el poeta?

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