Por Luciano Sáliche

I

“La lucha dignifica”, dice Irene Haimovich, delegada de La Nación, en la vereda del edificio donde funciona el histórico diario, con el megáfono en la mano. Un grupo de activistas, con sus banderas, con sus consignas, se reunió para visibilizar la situación cada vez más precaria que atraviesa el gremio de prensa. Forman parte del Sindicato de Prensa de Buenos Aires (Sipreba) y la Federación Argentina de Trabajadores de Prensa (Fatpren). Sobre una mesa de plástico blanca hay medialunas y vasos con chocolate caliente que humean un perfume fraternal. Hay cánticos —”¡unidad / de los trabajadores / y al que no le guste / se jode, se jode!”—, suelta de papeles, discursos, abrazos, bronca, organización. Los autos pasan incrédulos sobre la Avenida Libertador, ya en Vicente López, a metros de la General Paz. Arriba, en alguna de las ventanas del edificio, la patronal observa el tumulto; lo mismo hace abajo, de cerca, el cordón policial de uniforme oscuro y chaleco naranja, junto a una enorme bandera que dice con toda claridad: “El sueldo no alcanza”.

Esa misma tarde del martes cerró la paritaria. No había demasiada expectativa porque desde hace años que la Unión de Trabajadores de Prensa de Buenos Aires (Utpba) es el sindicato que negocia con las cámaras empresariales envuelto en el tufo entreguista de las burocracias. No defraudó: la paritaria volvió a emanar ese olor rancio. Se resolvió un 56% —y 60% a los que cobran el básico de convenio— en seis tramos: 9% en mayo, 9% en julio, 9% septiembre,  9% en noviembre, 10% en enero y 10% en marzo. Al día siguiente, una nota en Clarín sobre la inflación titulaba que “las proyecciones se aceleran y no descartan que llegue a 80% a fin de año”. Otra vez, año a año, los salarios valen cada vez menos. Lo que firmó la Utpba cierra la revisión paritaria del año pasado, un 12% de aumento que podría achicar la gran pérdida. ”¡Unidad / de los trabajadores / y al que no le guste / se jode, se jode!”, se vuelve a escuchar en la verdera del diario de La Nación, como ocurrió días atrás en Clarín y Perfil, como ocurrirá hoy en Página 12. 

II

¿Cuánto cobra un periodista? ¿Cómo se da la precarización laboral en los medios? Días atrás, Juan Pablo Piscetta, periodista, politólogo, prosecretario gremial de Sipreba y delegado de Infobae, dio una cifra reveladora: en enero de 2016, la canasta básica de la Ciudad de Buenos Aires era de $10.313 y el salario básico de un redactor —sin horas extras ni antigüedad ni plus alguno— era de $14.014: 35,9% por encima. En abril de 2022 la canasta básica se estableció en $95.260 y el salario del redactor fue de $66.371: un 30,3% por debajo. Para que la situación vuelva a 2016, para recuperar lo perdido durante todos estos años pestilentes, el salario básico debería ser de $129.446 y el aumento paritario del 95%, pero ahora, no dentro de mil meses ni en mil tramos, ahora, ya, de una. La consecuencia está en lo que Alfonso de Villalobos explicó en Tiempo Argentino: “El deterioro salarial ha provocado una verdadera reforma laboral de hecho forzando a los y las trabajadoras del gremio a incrementar sus ingresos a través del pluriempleo vulnerando la jornada de convenio de seis horas”.

III

Hace apenas unos días Netflix estrenó el documental El fotógrafo y el cartero donde se reconstruye el asesinato de José Luis Cabezas. La Justicia determinó que lo mató un grupo de policías por encargo del empresario Alfredo Yabrán. Fue en el año 1997. Después de una fiesta, los policías, todos de civil, lo siguieron, lo llevaron a un descampado, le pegaron dos tiros y quemaron el cuerpo y el auto. A la cámara de fotos la tiraron a una laguna y quemaron los rollos. Cuando los buzos la encontraron, se dieron cuenta que era de él porque aún tenía los stickers de dibujitos que sus hijos le habían pegado. Todos los implicados terminaron presos pero por diferentes fallos los dejaron en libertad. Salvo Yabrán, que se fugó y cuando llegó la policía a buscarlo decidió evitar la cárcel suicidándose. El documental también muestra, aunque con pequeños retazos, cómo era trabajar en prensa durante aquellos años, hace tiempo ya, lejos de esta actualidad tan asfixiante.

“Hoy nuestra profesión es radicalmente otra”, escribió en Twitter Clara Albisu —periodista en El Cohete a la Luna, archivista en Canal 7, militante en Sipreba—, “En primer lugar, un dato de la realidad: la editorial que hacía Noticias y mandaba equipos por temporada a cubrir cualquier cosa que pase en un lugar determinado durante meses hoy es un multimedios que paga sueldos en cuotas. ¿Quién investiga así, bajo esas condiciones? La precariedad es un factor determinante en el giro del oficio, que hoy en su veta mainstream es principalmente un trabajo volcado a la editorialización y la glosa de los sucesos (que es baratísima y genera ingresos a los dueños de medios) pero ya casi no los desentierra. Y la precariedad no solo es un factor económico, hay intereses que se sirven de ella para negociar con más tranquilidad (…) Nunca vamos a recuperar el rol social si no mejoramos las condiciones en las empresas”.

El domingo pasado, en la edición impresa del diario Perfil —cabecera del multimedio de Jorge Fontevecchia que incluye a la revista Noticias—, un pequeño recuadro informaba el “nuevo formato con calidad de impresión y perfume”. Así se anunciaba la ampliación del tamaño a 21 centímetros de alto en “formato berlinés” y la “acentuación” de “la presencia de perfume en nuestras páginas”. “Merced a Givaudan, la compañía líder en el mundo en la producción de fragancias, iremos cambiando de esencia: a la actual le continuará el aroma a vainilla y luego el de café”. Luego, la empresa agradece “la calidad del papel importado” y la “robustez” de su máquina de impresión KBA. Hace meses, los trabajadores de Perfil cobran su sueldo en cuotas. Eso no estaba en el recuadro mencionado ni en ningún otro recuadro del diario, por diminuto, ínfimo, ilegible que sea. Tampoco en el resto de los grandes medios privados porque las patronales están todas unidas. Los trabajadores también.

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