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01-06-2022 Notas

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Por Luciano Sáliche | Portada: Klara Gunnlaugsdottir

I

¿Qué hay en sus mentes cuando se acuestan, apagan la luz y el silencio se apodera de todo? El protagonista de Lo que no esperan de mí, la primera novela de Mat Guillan, publicada por UOiEA! a finales del año pasado, dice esto: “Solo escucho mi cabeza gotear”. Es un adolescente inseguro, sensible y lleno de rabia que observa desde un country la demolición del país. Nació y creció en Villa del Parque como hijo único, pero de pronto, en medio de la adolescencia, su familia se muda a esa pecera extraña que, pese a funcionar como una burbuja cómoda mientras las sucesivas crisis argentinas arrasan con todo, tiene sus propias reglas, sus propias pujas, sus propias miserias. “Ser un chico bien es una cosa y tener un televisor pequeño en el baño para ver quién está tocando la puerta mientras estás sentado en el inodoro es otra”, dice habitando la vulgaridad del lujo.

El protagonista de Lo que no esperan de mí crece prácticamente solo, encerrado, hibernando en su habitación, aferrado a un hilo que pende en la penumbra. “No sé dónde está mi pasión. Nada me entusiasma. Todo me aburre”. Su padre “es político, testaferro, esa mierda”; su madre, “la Señora Cabernet Sauvignon”. Tiene un pequeño grupo de amigos (el Rojo y Mario), un romance que trastabilla (Naty) y un primer trabajo, pero está solo y hace frío. Tirita y se abriga con la vieja y querida frazada del rock. Por recomendación de su terapeuta, empieza a escribir lo que le pasa: “Lo que sientas. Vos descargá”. Mientras crece su verborragia se da cuenta que “el silencio es el lugar más seguro”. Escribe y escribe. Sube la apuesta y lo publica en un blog. Prende fuego a todos. Se prende fuego a sí mismo. “Están convencidos de que soy inofensivo y me da bronca”, dice. Alguien sube el volumen. Algo empieza a quemar.

II

Mat Guillan escribió y dirigió junto a Guido Villaclara el cortometraje Superdulce, es letrista de la banda de rock AURA y publicó el libro de ensayos En busca del robot poeta y las ficciones Diario de Tayrona y Leche fría para almorzar. Cuando llegó la pandemia empezó a enloquecer. Se propuso, no sólo escribir una novela, también editarla, imprimirla y coserla a mano. Se entusiasmó y se aburrió hasta que decidió crear una editorial seria. Le puso de nombre UOiEA! y publicó las conferencias de Fabián Casas Cómo encontrar poesía en el motor de un auto, los poemas Entrada en calor de Luciana Reif y Poemas para curarte lo que sea o crear los problemas que necesitás de Sam Pink y la novela El contrabandista de Las Vegas de Noah Cicero. Y su propia novela, claro. “Así como algunas cosas nacen de sueños, esta editorial nació del insomnio, de pensar que podía tener una expresión como autor, y sobre todo, como lector en un mismo espacio”, dijo hace poco.

III

La adolescencia es un invento del capitalismo. En el libro Teenage: la invención de la juventud 1875-1945, Jon Savage explica que después de la Segunda Guerra Mundial quienes tenían entre catorce y dieciocho años se habían convertido en un público cautivo, en un target de mercado hasta entonces poco explorado y ahora, con una expectativa de vida alta, con una clara división entre infancia y adultez y con toda una zona amplia en el medio, en ese entre, se habían constituido como un grupo etario con sus propios rituales, derechos y demandas. Basta con mirar atrás: en la Edad Media, en el precapitalismo, aparte de que la esperanza de vida rondaba los 40 años —explica la historiadora Sandra Souto Kustrín—, se llamaba jóvenes a todos los que no eran ni niños ni ancianos. 

«Lo que no esperan de mí» (UOiEA!) de Mat Guillan

Si es el capitalismo el que moldea este emergente, entonces hay que pensar la adolescencia, no sólo en relación a una tradición, a una autoridad, en la que posiblemente más tarde se convertirá, sino también en relación a las expectativas que sobre la adolescencia se depositan. ¿Qué se espera hoy de un adolescente? ¿Qué no se espera? Un adolescente emocionalmente estable es un oxímoron. “Debería andar con una remera que diga: soy un llorón malcriado, quiéranme igual”, escribe el protagonista de Lo que no esperan de mí. Los médicos se cansan de decirlo: es una etapa de cambios. Esta es también la forma que utiliza la autoridad para deslegitimarlos. ¿No es acaso esa personalidad en construcción, ese caudal de dudas, esa montaña de incertidumbres el lugar ideal para edificar algo nuevo? Al capitalismo esa novedad le sirve. Pero justo antes, en el instante previo a que los tentáculos del mercado lo convierta en producto estandarizado, justo antes fue luz, fue fuego.

IV

Cuando alguien se pregunta qué hay en la cabeza de un adolescente es porque se olvidó que alguna vez lo fue. Una experiencia borrada de un arrebato. Una experiencia traumática. ¿Acaso hay forma de transitar la adolescencia sin llevarse un trauma de souvenir? La adultez llega aunque nadie sabe a ciencia cierta cuándo se convirtió en adulto. Incluso hay adultos que niegan serlo. ¿Evasión? Lo que no esperan de mí alumbra un pasado, no el del autor, tampoco el de los lectores ya adultos, sino el pasado reciente, la historia. ¿Cómo era ser adolescente hace una o dos décadas atrás? ¿Cómo es ser adolescente ahora? Hay más puntos en común que diferencias, sin dudas. La etimología de adolescente viene del latín adolescens, participio de presente de adolescere: “madurar, hacerse adulto”. A su vez, adolescere contiene la raíz adolere, que significa quemar, y el sufijo escere, que es un incoativo: designa el comienzo de la acción. ¿Ser adolescente es comenzar a quemar?

V

“No me culpen. Soy de la generación que no usa el teléfono como un teléfono”, dice y en ese mar de monotonía aparecen pequeñas aventuras que valen la pena. Un viaje a Villa Gesell. La visita a una unidad básica llena de celos e intrascendencia. Un chat eróticamente progresivo con una mujer mayor, amiga de su madre, profesora de yoga, vecina del country. Un trabajo remunerado en una oficina con personas precarizadas que creen en el progreso. De todos modos nada lo conmueve, nada lo despabila. Se siente sucio. “Alguna vez fui un almita pura llena de vida”. Y sin buscarlo demasiado, el mundo no se detiene, sigue girando, cada vez más firme, más regular, imparable, y pasa el tiempo y la experiencia llega. Pero la incertidumbre no cesa. La personalidad aún no está terminada. “Otra vez este mudo alarido de odio que me traba el pecho”, dice. 

Lo que no esperan de mí es una novela sobre la adolescencia, sobre el dinero, sobre el odio, sobre cómo repiquetea el redoblante del mundo cuando estás solo, cuando no hay nadie más que vos mismo, cuando es hora, no de dejar de golpearte la cabeza contra la pared una y otra vez, una y otra vez, seguir con eso, claro que sí, pero es hora de levantar la vista entre golpe y golpe, mirar qué hay alrededor y pensar alguna salida, improvisar caminos, mandarse. Lo que no esperan de mí de Mat Guillan es una novela sobre esa etapa confusa e incierta a la que sólo un demente quisiera volver y que, aunque sigamos mirando hacia adelante, esa etapa, la adolescencia, siempre está ahí, en nuestro pasado, mirándonos. Nuestra tierna oscuridad. Ciro Pertusi decía que ser adolescente es como vencer. Superamos la adolescencia, ¿no? De alguna manera vencimos.

 

* Portada: «Tierra en fuego» (2021) de Klara Gunnlaugsdottir 

 

 

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