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Por Leticia Martin | Portada: Justin Novak
“El tiempo también se da”
Yamila Begné
Geografía, geometría, latencia, sonambulismo… y piedras. Una colección de piedras compartidas. Un par de gemelas. Dina y la narradora. Dos que siempre triangulan con otros dos. A veces con la madre. Otras veces con Fede, el hermano, alguna vez un novio.
La estructura narrativa también se esmerila en tres partes. Un solo texto. Tres enfoques a partir del nombre de tres tipos de piedras.
“¿Dónde terminan las cosas y dónde empiezan?” Si sabemos quién hace la pregunta, la respuesta que podemos darnos, cambia. ¿Dónde termina una misma cuando se es gemela de una muy igual? ¿Dónde empieza la otra? ¿Dónde hay una madre para cada una cuando se es dos hijas al mismo tiempo?
¿Y la muerte? ¿En qué momento comienza el duelo y cuándo termina? Esas preguntas mueven el relato.
Yamila Begné narra la historia de esas gemelas, o de la muerte de una de ellas, pero desde la voz de la hermana viva. “Me imagino los cumpleaños con ella, los que no tuve”, escribe; y va y viene a recuperar momentos de la infancia compartida como arqueólogo que estudia el pasado a partir de los datos de la superficie.
La narradora también se pregunta quién va a salvarla ahora que Dina no está. “Seguimos siendo dos”, escribe la gemela que narra para sobrevivir al dolor de haber quedado con vida, sola, de este lado.
“El sedimento es el trabajo del tiempo”, reflexiona. Y el lector hace rápidamente la relación con el duelo. Ese duelo también necesitará del paso del tiempo, del trabajo psíquico. Tal vez por eso la obsesión de estas gemelas está en catalogar, rotular, sentir las piedras.
El tiempo se condensa y pesa en cada piedra, se hace presente. Y las palabras —cual recuerdo arqueológico— hacen que el relato se mueva con la lentitud de las eras. Al revés del ritmo loco que está de moda, contra la velocidad de cada movimiento veloz que se fagocita al siguiente sin solución de continuidad, Begné elige otro tiempo para la narración, un tiempo de estructura y modernidad; un tiempo por fuera del tiempo maquínico y medible del mundo eficientista y rendidor. Tiempo improductivo como el que George Bataille consideraba el más fecundo: aquel que se pierde, que se dilapida, en el que no se produce ni se gana.
La curiosidad no falta en esa relación de hermanas. Hay microscopios, carpas, cámaras y trípodes a la hora de jugar. Pero también hay una formulación de preguntas que no tienen nada de comunes. ¿Cómo sé qué piedra me gusta?, le consulta una gemela a la otra. La narradora responde invitando a su hermana a tocar. “Tocala y vas a saber”. En este universo creado por Begné se sabe a partir de impresiones físicas, corporales. Se construye el sentido del gusto de un modo individual (y no social) de una forma emancipada, libre, feliz.
Me pregunto si, a pesar de ser abióticas, las piedras no serán objetos vivos que, como los helechos prehistóricos o los líquenes, se han ido adaptado al ambiente de un modo que desconocemos. ¿Hablan realmente de la muerte esas piedras o, en lugar de ella, representan a las palabras?
Las gemelas parecen compartir un idioma de piedras numeradas y clasificadas, a partir de las que cuesta sentir, pero con las que se puede hacerlo. Porque “Estas piedras” laten, como brote de magma que no se ha podido apagar.
Luego del evento inexplicable de la muerte, la gemela viva conversa en la cocina con su madre. Esa escena tras el entierro es impactante. Deciden regalar todo lo que habita en el cuarto de la hermana muerta. Antes caminan entre el desorden. El regalo es don, algo que otro/a usará otorgándole una nueva vida.
Esta nueva novela de Yamila Begné parece cuestionar los límites entre la vida y la muerte, discute con las ánimas y con todo aquello inanimado que nos rodea. Las piedras suelen estar entre la tierra, metáfora de un cuerpo muerto que no se descompone sino que resiste al paso del tiempo. (Que vive a pesar de la muerte) Tal vez en esa simple imagen reiterada Begné no hace más que resistir la idea de que las personas pueden dejar de existir.
“Estiré los brazos en el negro. Era un agujero, la carpa, pero inverso, hacia arriba. Ahí no existían mis manos. Tampoco yo. Todo era ella, pero de un modo extraño, lateral. Toqué la lona, la bolsa de dormir, el frío del piso después. Ella en la tierra, pensé, y arriba más tierra. Tierra en sus espaldas y sobre el pelo. Éramos artistas, éramos superficies. Una de cada lado. Y mamá afuera”.
Estas piedras
Yamila Begné
Ed. Omnívora
Año 2022, 158 pág.
Etiquetas: Leticia Martin, literatura argentina, Yamila Begné