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12-07-2022 Notas

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Por Federico M. Soler | Portada: Joseph Ducreux

El silencio es la última novela de Burzi. Este reconocido autor aborda la temática, difícil y siempre actual, de un posible caso de abuso sexual, perpetrado por el chofer de un transporte escolar sobre uno de los niños, en un pequeño pueblo del centro de la provincia de Buenos Aires. En el devenir de la trama de la novela se conocerá que no fue el único niño abusado.

El tema del abuso sexual es siempre difícil de tratar sin caer en una crónica amarillista mostrando detalles escabrosos o adquiriendo una postura moral de reproche y un juzgamiento rápido sin argumentos, del señalado como responsable. Burzi no cae en ninguna de las dos alternativas, trilladas por demás. Para evitar estos atajos remanidos recurre a una serie de estrategias entre lo dicho y lo silenciado.

Con una lectura ágil, de capítulos cortos, se va construyendo una trama siniestra, que de a poco va configurando detalles más escabrosos. La utilización que hace el autor del silencio, como un artilugio discursivo, es la manera que tiene de administrar y tensionar la trama. Lo que hace de esta novela merecedora de pertenecer a la tradición de Hemingway. 

El silencio, lo no dicho, opera dentro del campo discursivo como una red estratégica que construye sentidos. Desde esta perspectiva, el silencio no sería una mera ausencia de palabras, un no decir nada, sino una operación meticulosa que consiste en quitar determinadas palabras y hechos, generando de esta forma tensión, alternando distintos posibles significados. A través de esta operatoria del lenguaje lo omitido dice muchas cosas más que un decir atolondrado.

La forma de narrar de Burzi es opuesta a la lógica con que las crónicas policiales abordan estas problemáticas. Las crónicas rellenan donde no conocen la historia y juzgan con facilidad sin ninguna fundamentación. El rumor, en este tipo de relatos, adquiere voz propia autorizada. Burzi, por el contrario, a través de ir dosificando la información, sin que el narrador adopte una postura determinada, va logrando un efecto demoledor y potente, del cual el lector no sale indemne. 

El autor hasta el final de su novela juega con lo no dicho. Esto se deja apreciar en forma clara en el último diálogo, entre Alicia, la esposa del acusado y su hija, donde el silencio las descubre cómplices. Una complicidad, no sustentada en el amor, sino en la supervivencia, intentado mantener la armonía familiar frente a la mirada condenatoria del pueblo, manteniendo en las sombras este secreto siniestro. 

Burzi, a través de esta nouvelle, logra que florezcan en el lector una arborescencia de preguntas. ¿Cuántos culpables hay? ¿Cuántos tipos de culpas existen? ¿Tantos como culpables? El enigma de la culpabilidad se disgrega para el lector, pasa de intentar confirmar quién cometió el delito a descubrir otro tipo de culpables, que en definitiva incluirán al pueblo entero. Para el narrador no hay inocentes, todos tienen algo que ocultar. Incluso los niños ocultan las acciones de los adultos. Porque los niños tienden, de forma impostada, a apropiarse de las culpas de los adultos.

«El silencio», la última novela de Burzi

Como si fuera la red de una araña, el relato se constituye más por los silencios que por la información detallada sobre los siniestros acontecimientos. Silencios sobre lo que se debería hablar y no se habla. Lo siniestro (unheimlich en alemán), según Freud, articula lo familiar y lo extraño, produciendo un efecto de horror, que se perpetúa a través del silencio, como una amenaza terrorífica continúa para las víctimas. Por esta razón, sin que los actores se pongan previamente de acuerdo, empieza a funcionar un pacto alrededor de esto, que no se puede, ni se debe nombrar. 

La red discursiva se teje también con las diferentes voces e historias de lo que se omite. Como el padre del psicoanálisis ya enunciara en su momento, no se puede hablar de lo ominoso. Lo traumático detiene el discurso. De esto se aprovecha quien abusa de estos niños.

El autor muestra, por un lado como el silencio actúa como una matriz de encubrimiento, pero por otro genera confusos sentidos. Logramos comprender que la infidelidad de Alicia, tolerada por Carlo, tiene su fundamento, en lo que tiene que soportar ella de su marido. Silencio. Por otro lado Artemio, termina siendo un chivo expiatorio más, un abusado de otra forma, en la confianza, por un matrimonio rodeado de intrigas y secretos. Silencio. Ana, la hija del matrimonio acusado, quien huye tempranamente del pueblo y su familia sin dar explicaciones, logra recién al final de la novela regresar y esclarecer las causas de su huida, sin decir una palabra. Silencio y más silencios. 

El pacto de silencio es algo propio en los casos de abuso sexual perpetrado en un ambiente familiar. El mecanismo recontra repetido de silenciar hechos aberrantes para ocultarlos es propio de la moral burguesa, algo que ya Freud también había logrado sacar a la luz. Mientras que las clases marginales tienden a no ocultar, sino a exponer a cielo abierto estas situaciones (y otras). Por eso en esta nouvelle quien logra hablar y romper el campo protector de silencio es alguien que pertenece a otra clase social, habituado a una violencia y una sexualidad expuesta, sin necesidad de esconder sus oscuridades para sobrevivir. Es un chico problemático, hijo de un matrimonio problemático que vive en un barrio violento. En cambio, las otras familias de Hueso Blanco, más de clase media, con intenciones de resguardar su imagen social, mantienen en un subsuelo bien custodiado sus truculentas opacidades. 

Pero ¿puede el silencio evitar ese horror? No es necesario recurrir a Freud para advertir que esta estrategia es lábil, una vana ilusión. Porque el silencio, y aquí sí es Freud el que produjo cierta iluminación al respecto, no solo produce que no se hable, sino genera una ausencia del sentido, que puja por salir a la superficie. Lo silenciado no desaparece, insiste en aparecer en actos de furia o autolaceraciones. En la trama de esta novela se despliegan ambas opciones. 

Lo que esta nouvelle termina exponiendo es la potencia del silencio, si se tiene el valor de escucharlo. Si se presta atención a los murmullos que el silencio trae. De esta manera Burzi retoma su producción literaria con una aberración que, aunque preferimos dejar en silencio, sucede todos los días.

¡Sshhhh! Escuchemos qué voces nos susurra El silencio.

 

El silencio | Juan José Burzi
Galerna, 2022 | 144 páginas

 

* Portada: «El silencio» (entre 1790 y 1799) de Joseph Ducreux.

 

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