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30-08-2022 Notas

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Por Matias Linares

Sin dudarlo podemos afirmar que vivenciamos el momento exacto dentro de la historia de la humanidad en que los hombres más lloramos. Con lágrimas, para afuera, con menos pudor por la mirada ajena, por la opinión popular o el rol emocional que el género estaba acostumbrado a ocupar en la sociedad. Aunque aún hay mucha correa que soltar y nudos que desatar, los masculinos nos ubicamos lo más cerca que jamás hemos estado de la genuinidad humana.

Hace semanas, en las redes sociales, se conocieron los términos: galanes y neogalanes, había cierta potencialidad de, a partir de este juego de palabras, analizar la evolución del varón. Sin embargo, las redes se han tomado el trabajo de memenizar el asunto. El mismo murió en el olvido como otro chiste de Twitter.

El cine, además de un entretenimiento y un arte -o un rejunte de ellas que se relacionan y se mezclan creando un producto homogéneo-, es un medio de comunicación que funciona, muchas veces, como espejo del mundo. Podemos apreciarlo simplemente mirando películas de algunas décadas anteriores a la nuestra, prestando atención al intercambio humano, a la vida cotidiana y a la forma en que los personajes utilizan su entorno. Veremos, ignorando cuestiones estéticas y escénicas que lógicamente nos enseñan un mundo pretérito, que estas películas están repletas de cuestiones que evidencian nuestra evolución. Pensaremos que muchas de ellas han envejecido mal -en tanto hablemos de derechos conseguidos o deconstrucciones de mentes que por aquellos años no sucedía- como también podemos observar lo mal que nos ha hecho rejuvenecer y modernizar forzosamente ciertas cuestiones que estaban bien como las recibimos del pasado. En fin, el cine es un espejo, nos ayuda a conocernos y nos permite compararnos con lo que fuimos y con lo que alguna vez deseamos ser.

 

Cooper Raiff

Cooper Raiff es un cineasta y actor estadounidense nacido en Dallas, Texas. Con tan solo 25 años ya tiene en su haber dos largometrajes con grandes opiniones por la crítica especializada. Es, sin dudas, la joya emergente de Hollywood, uno de los nuevos directores que empiezan a pisar fuerte en la industria del cine. No es considerado el nuevo diamante en bruto por su juventud sino por ser uno de los primeros directores que gozan de cierto éxito cercano a la generación Z; una generación totalmente diferente a las anteriores por criarse bajo las normas de un mundo en constante revolución social y digital.

Si bien es cierto que Cooper en alguna entrevista ha sentenciado que él con sus películas no busca representar a nadie más que a sí mismo, es evidente que muy a su pesar, o no, se convirtió en una de las voces que hoy por hoy representan a muchos jóvenes del mundo. Sus dos películas, semi autobiográficas, tratan sobre temas diferentes, no obstante se construyen sobre un mismo cimiento: la nueva masculinidad.

Cooper Raiff

 

Shithhouse

Alex tiene 19 años, vive en el campus de su universidad hace un tiempo y se encuentra a más de dos mil kilómetros de su casa. No tiene amigos, habla con el peluche que trajo desde Dallas y trata de encajar en mundo de fiestas, alcohol e independencia, aunque en verdad no quiere pertenecer a él, pero lo intenta porque es la única salida que encuentra para lograr no extrañar el calor del hogar materno. Se siente solo, desamparado, le asusta no tener a nadie en quien apoyarse, nadie que lo abrace cuando al final del día lo necesite. “¿Por qué Dios es tan duro?”, se pregunta a sí mismo. Es un sapo de otro pozo, odia la vida que sus compañeros llevan y a la vez los envidia porque parecen haber soltado la soga que a él le sigue lastimando la mano. Llora muchas veces, de la manera más genuina que alguna vez he visto a un actor llorar en cámara. Llora después de hablar con su madre por teléfono y llora cuando se pelea con Maggie, la única chica con la que conectó y se sintió cómodo después de un año, aunque ella le pregunta enojada: “¿Estas por llorar en una fiesta de pelucas universitaria?” a lo que él responde: “No tendría nada de malo si fuese a hacerlo”. Y aquí, en esta respuesta, siento que evidenciamos la esencia de su obra.

Shithouse es la película que todo adolescente o joven adulto debería mirar, tiene que ser una parada obligatoria a todo aquel que se encuentra en ese limbo, en ese lugar bisagra donde la vida se te presenta repleta de opciones y te atrae a la vez que genera vértigo. No obstante, lo que la convierte una película inolvidable es la construcción del personaje de Alex, interpretado por el mismo Cooper Raiff. Alex representa a un nuevo hombre, que hoy en día es muy resistido, principalmente por los mismos varones. Alex es un hombre, no es un chico, es un hombre que goza de una sensibilidad pocas veces representada de esta manera, es consciente de sus sentimientos, no teme expresarlos y entiende lo que es la responsabilidad afectiva. En la intimidad le pregunta a su pareja que es lo que le gusta y después de un acto sexual fallido no muere de vergüenza, no inventa excusas y normaliza la situación.

 

Cha Cha Real Smooth

En Cha Cha Real Smoth, Cooper da un paso hacia adelante en la línea de tiempo. Andrew tiene 22 años, volvió a su casa recientemente después de haberse recibido en la universidad. Regresó a su hogar para comenzar a construir su vida. Sin embargo, no sabe ni por asomo qué hacer con su futuro. Atascado en una relación con una chica que se mudó a Barcelona, viviendo nuevamente en casa de su madre con la nueva pareja de ella y compartiendo una pequeña habitación con su hermano menor, se encuentra perdido. A Andrew le gustan las personas; así como Alex en Shithouse, no sabe estar solo. Una noche que acompaña a su hermano a un Bar Mitzvah conoce a Lola, una chica autista y Domino, su madre, quien batalla con la crianza de su hija, con la relación con su pareja que no parece avanzar y con los miedos de estar atada para siempre a una vida difícil. Cooper, en Cha Cha Real Smooth, presenta diferentes formas de amor, porque si bien eventualmente se va a enamorar de Domino, en un principio él se enamora de su familia, de su relación de amistad con Lola, de la relación que ella tiene con su madre y de la dinámica de estas personas algo disfuncionales. Cooper Raiff, sin ningún pudor al abrir su corazón, ni temor a caer en un relato aburrido y pretencioso, nos habla del amor desde un lugar mucho más humano y sensible. Acomoda las fichas, reorganiza su escala de valores y separa al amor del sexo en una actualidad que sigue siendo mainstream hablar de él. Cooper Raiff tiene 25 años y en su cine no muestra ninguna escena de clasificación +18, muestra algo mucho más valiente en los tiempos que corren: su mente, sin caretas ni correcciones políticas, su forma de entender el amor y cómo él cumple un papel preponderante en nuestras vidas aun cuando no lo buscamos.

 

Tanto Maggie (Shithouse) como Domino (Cha Cha Real Smooth) se sorprenden y no saben cómo actuar frente a la sensibilidad de ambos personajes interpretados por Cooper. Y sin dudas, a nosotros, los espectadores, también nos inquieta. Porque fueron miles las películas que nos vendieron al hombre, al macho, al que se traga todo porque su condición así lo exige. Esto no significa que nunca antes hayamos visto a un hombre llorar en el cine. No, no es eso, los hemos visto mil veces. No obstante, estoy bastante seguro que en muy pocas ocasiones hemos tenido la posibilidad de consumir personajes masculinos tan despojados de prejuicios y estereotipos. Porque si bien no existen hombres como John McClane de Duro de Matar, tampoco creo que las emociones y el deseo de expresarlas hayan nacido en las últimas dos décadas con este concepto aún verde de las nuevas masculinidades. Por ese motivo le doy tanto valor a Cooper Raiff, hacía falta un cineasta que nos patee un poco en el piso y nos haga ver así de vulnerables.

Cooper Raiff es algo más que un cineasta emergente, es algo más que una aparición exitosa en el ambiente: es uno de los primeros realizadores que traducen al lenguaje audiovisual la forma que gran parte de las nuevas generaciones conciben la vida, el amor, la muerte, el sexo, la familia, las relaciones y todas las aristas que el juego de la vida nos propone. Y lo más importante es que él pertenece a esa generación, no es un extranjero etario que intenta comprender lo que nos pasa, desde afuera, con una visa de vacaciones.

 

 

 

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