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18-08-2022 Notas

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Por Diana Rogovsky

Me cuentan que fulana es la esposa de tal y por eso llegó a ese cargo tan importante en la función pública. Y que mengana se acuesta con tal, que es un hombre casado, y que por eso le dieron el cargo en la otra jurisdicción. Y que sutana es ahora la directora de tal y cual área y que eso es porque años atrás fue amante del Coordinador General. De hecho, muchas veces son algunas de estas mujeres mismas las que portan este catálogo, digamos, de vínculos (¿amoríos?¿intercambios de favores?¿la profesión más vieja del mundo?¿romances?) como emblemas ante otras. ¿Eso las hace más bellas, deseables, codiciadas que las que no hacen tal uso de su imagen en el circuito de lo público? ¿Con esto basta para que en las fotos de comunicación y prensa quede cubierta la legislación respecto de la “paridad de género”?

Es posible que sí, si nos guiamos por las redes sociales que ahora están un poco reemplazando a la televisión de los años precedentes. Que si la ella en cuestión es portadora (y sostiene mediante dietas exigentes, entrenamientos físicos adecuados, esfuerzos cosméticos e intervenciones quirúrgicas más o menos invasivas) de una silueta privilegiada, de menos años que el dispensador de poder en ciernes, es simpática, puede seguir las conversaciones especializadas y se muestra disponible tendrá probablemente más chances que si solo recurre a sus estudios, capacidades y experiencias o incluso, conexiones de agenda y familia.

 

Dos series de la época de Nixon

En este año se estrenaron dos series en las plataformas digitales que tratan sobre la época del presidente de EEUU Richard Nixon y su renuncia tras lo que se denominó el caso Watergate. Una es Gaslit, protagonizada entre otros por Sean Penn y Julia Roberts, que también es su productora ejecutiva. La otra es The first lady, que se centra en parte de las vidas de tres esposas de ex presidentes estadounidenses: Franklin Roosevelt, Gerald Ford y Barack Obama. Ford es quien asume tras el “escándalo” Watergate. Es interesante ver ambas series en una especie de contrapunto. Betty Ford, la esposa del presidente y “primera dama” está interpretada por Michelle Pfeiffer y Julia Roberts hace en Gaslit de Martha Mitchell quien era esposa del fiscal general de EEUU durante la presidencia de Nixon.

Las series tienen objetivos, puestas en escena, espíritus muy diferentes, pero tienen algunos aspectos en común. El primero es que las actrices protagonistas han sido muy hermosas y fotogénicas en su juventud y han madurado como actrices de envergadura, capacidad interpretativa y solidez admirable, pero ya no son jóvenes. Es un verdadero placer disfrutar de sus personajes y sus puestas en escena, la luz las sigue amando y las cámaras también. Hay miradas agudas, sagaces, interpretaciones hábiles, apuestas fuertes y tiernas a la vez, por añadidura. 

El otro asunto es que encarnan a mujeres que dicen lo que piensan con filo en la lengua. Están en las altas esferas del poder en los EEUU por lo que ven muchas cosas de peso pesado y participan, como la época las deja, de las decisiones. Ambas beben copiosamente, toman fármacos, se enferman de cáncer, son permanente interpeladas por cámaras, revistas y micrófonos. Sus esposos se debaten entre el amor por ellas y el amor por el presidente y/o por los buenos muchachos que están en el poder. Un viejo dilema. Hay tensión y deseo en esos matrimonios pero ahí es donde empiezan las diferencias. 

Betty Ford es como el agua que horada la piedra. Ex bailarina, divorciada, encuentra el modo de influir en lo difícil, aunque paga sus costos. Y su esposo, sus hijos, mal que les pese, aprenden a escucharla. Martha Mitchel tiene una pelea constante con su marido, que ama a Nixon. Y a ella. Y a Nixon. Y a ella. Finalmente, opta por Nixon y eso hace que odie definitivamente a Martha.

Cuando rastreamos acerca del sentido del término gaslit vemos que proviene de otro film, Gas light, película clásica de la edad dorada de Hollywood que en la trama nos muestra que se monta todo un sistema destinado a hacer creer a una mujer (magníficamente interpretada por Ingrid Bergman en el film) que pasan cosas que en realidad no ocurren con el fin de manipularla, quebrar su confianza y volverla loca para sacarla de en medio de los planes que otra persona armó en conjunto con su marido (interpretado por Charles Boyer en el film). No está loca la que lo parece, pero tiene que venir el personaje de Joseph Cotten que la ve desde lejos a desbaratar toda la maniobra y persuadir a la propia víctima de que está siendo psicológicamente manipulada con fines muy concretos y materiales.

Es interesante ver que en la serie coproducida por Roberts, por otro lado, hay algunas mujeres que aparecen como bombones disponibles en un caja para uso de los señores de traje, ya calvos y panzones: frescos, útiles para el aumento de la sensación de descarga y dominio. Pero también hay otra mujer en la serie que dice lo que piensa como Martha Mitchell, sin pelos en la lengua, aunque en su caso su esposo (el personaje representado es John Dean, consejero de la Casablanca que encubrió activamente a Nixon y luego testificó en su contra) la escucha y no la odia y es uno de los que se salva finalmente en el juicio. Es como si esta mujer, esta pareja, más jóvenes que los Mitchell tuvieran una mejor alianza, lectura de su tiempo y contexto. Queda para otra ocasión el análisis del papel de las esposas de los enjuiciados por el Watergate, vale la pena el tema. Pero hay sin embargo una pregunta que quisiera subrayar que aparece entre los presos, entre los oficiales rasos de policía, entre la periodista que la acompaña y Martha y en el matrimonio de quienes luego de arduos trabajos y astutas decisiones caen bien parados: ¿por qué hombres inteligentes, ambiciosos y poderosos se exponen y son capaces de perderlo todo por Nixon? ¿Qué encarna este hombre para ellos, que les ofrece y promete, y por supuesto, finalmente, no les da?

 

Un centímetro de falda y escote o cuerina negra

En el libro Abuso sexual y vestimenta sexy el autor Duncan Kennedy, abogado estadounidense, analiza los discursos que han habilitado a ciertos hombres a tener comportamientos abusivos y sexo casual con ciertas mujeres amparados en lo que consideraron señales de invitación y permiso: pezones que se veían a través de las ropas, prendas ajustadas, faldas cortas, escotes pronunciados, medias de red y ropas de cuerina negra. Y si las mujeres eran negras, se mostraban en ámbitos laborales con los rasgos de las prostitutas callejeras (y ahí un centímetro de falda para ellos podía decirlo todo) o utilizaban pantalones que les demarcaban los glúteos estaba claro: ellas era las responsables de lo que pudieran causar.

Duncan exhaustivamente describe y tipifica los trajes, ámbitos y comportamientos asociados y esperables y gracias a ello vemos que el sexismo, el racismo y la división de clases sociales impregnan asimismo todo el asunto. Hay estrictos códigos de vestimenta para la casa, la calle y la oficina. La mujer de clase media blanca, prosigue, debía ser una dama en la calle y una puta en la cama. Cualquier transbordo de un ámbito a otro era penalizable o al menos un indicador refulgente que debía rápidamente ser interpretado y era plausible de implicar reacciones y respuestas inmediatas. Es muy sencillo imaginar las trasposiciones posibles para nuestro país y la época actual, sostengo entonces. ¿O no es así? Y, por supuesto, todo tiene que ver con un cierto ojo: el de aquel varón que una y otra vez necesita ser incitado, sosegado, guiado, saciado.

 

Siglos XX y XXI

Si algo cuesta desde el inicio del siglo veinte, cuanto menos, es pensar que las mujeres (y ni digamos toda la comunidad que ahora podríamos englobar como LGBT o no binaria o disidente, por tomar unas palabras como un gran paraguas) puedan tener otros modos de mirar y pretender ser miradas y vistas (no nos proponemos totalizar de ningún modo con estas aseveraciones, claro está, pues acá también se juegan las clases sociales, mundos laborales, educación recibida y sensibilidades particulares y epocales, naturalmente, que se entrecruzan en el vasto asunto de las miradas en las formas de vida, sus roles y funciones). Nos excede en este punto el abordaje de las historias diferentes de los países, ex colonias de distintos tipos de imperios con políticas de dominio y control poblacional diferentes, claro está, amén de toda otra clase de contingencias y variables que inciden en las transformaciones y dinámicas poblacionales y en consecuencia, las relaciones entre distancias, miradas y supervisiones.

Pero pareciera que aún hoy hay algo que resulta bastante insoportable en ciertos ámbitos: que las mujeres ahí hablen, piensen y digan lo que piensan. Se sigue esperando de ellas una imagen bella, sí, sosiego, consuelo, placer y obediencia. Intimidad. Se continua en ciertos ámbitos suponiendo que convalide y confirme los discursos imperantes. Pareciera que no están todos los oídos preparados para escuchar las voces que no conciertan una y otra vez los motivos para el sostenimiento del orden dado y se dispongan los más grandes sacrificios en nombre del deber, el triunfo en la lucha por el poder y la verticalidad imprescindible para que ello se garantice. En este sentido, no se trata ya tanto de situarnos en relación a cuerpos genéticamente orientados hacia lo masculino o femenino, si no más bien de otra cosa que se les asocia. Las fugas, porosidades, desvíos y salidas por la tangente no son bienvenidas. Basta estudiar un poco de historia y se podrá ver la evidencia de este gesto: hay que callar a estas habladoras. Desde Antígona y Medea hasta Evita o Marylin Monroe. Denigrarlas, marginarlas, destruirlas puede ser también una estrategia que se ha considerado válida. Por supuesto que en esta lista entran personas varones, trans, lesbianas. Es más bien una lógica la que estamos acá intentando mostrar.

 

Excursus

No podríamos ofendernos porque las mujeres usen del, digamos, goce fálico para hacérselas con el poder. Y habrá algunas que una vez en tales mandos sabrán hacer uso de él para sus fines. Cabe preguntarnos, sí, cuáles serán éstos porque algunas/os/es simplemente ansiarán portar el cetro y la corona o la capa de algún miembro de la corte más o menos perlada y otras/os/es tendrán planes que incluyan a otros y otras, cercanos o más lejanos, incluso podrán ansiar el amor y mejoras del pueblo. A lo mejor, como suele ocurrir, desde lejos las cosas se vean de una manera y una vez entradas en las intrigas palaciegas no resulte tan fácil conseguir lo ansiado. Por otro lado, cuando los modos de acceso no han sido convalidados por la legitimaciones que cada época genera (en la nuestra concursos, liderazgos territoriales o solidarios y votaciones) poco podrá hacerse en defensa – al menos poco de lo que no sea más de lo mismo- cuando las cosas se orienten en otra dirección.

Incluso, diré que a cada sistema le corresponde su Watergate (¿la puerta de salida del agua, por la vía de la inundación?)

Por eso propongo hagamos una breve pausa para recordar las luchas previas, los contextos de las predecesoras feministas, las sufragistas, las que escribieron libros, pensaron, sacrificaron el cuerpo y trataron de imaginar un mundo en el que el hacer intelectual, el obrar sensible y situado de las mujeres no fuera algo fácilmente desechable e iniciaron o ampliaron el camino de pensar, de abrir el cofre de las categorías que se habían congelado. Historias, grupo y caso como algo singular pero a la vez marcado por la Historia. Englobar para ampliar derechos, delimitar, avanzar al menos algunos pasos en dirección contraria a la injusticia pero también dar lugar a la diferencia tan humana y apropiada. Pensemos entonces en qué medida con el retorno y la anuencia acerca de estos modos de acceso de las mujeres a los puestos de mando no estaríamos echando un poco por la borda sangre, sudor y lágrimas de nuestras predecesoras. Tengámoslas cerca, con una vela prendida y que nos den algunas de sus palabras, que puedan alumbrar las nuestras y que no sean obturadas por los deseos de otros que oblicuamente nos subsumen en proyectos ajenos y de los que finalmente no seríamos más que, con suerte, geishas calificadas.

 

 

 

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