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28-09-2022 Notas

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Por Aldana Fernández

Este escrito no pretende ser una sinopsis de la película, ni un análisis de la misma, es tan sólo un retorno a ella para disparar algunas ideas fragmentarias de cómo París, Texas, el film de Win Wenders de 1984, puede dialogar con algunas cuestiones de la actualidad y el amor.

El libro Fragmentos de un discurso amoroso de Roland Barthes nos dejó a muchxs el gusto por la escritura en fragmentos sobre todo por la dimensión performática que esto permite para hablar de temas como el amor. Hay una entrevista, que aparece en el libro El grano de la voz,  en la que dice “el fragmento es un aguafiestas”. Es decir que hay algo de lo discontinuo, algo que instala una especie de pulverización de frases, de imágenes, de pensamientos, donde nada cuaja definitivamente. Más adelante agrega que su gusto por la forma corta en la escritura está implicado en el hecho de que el fragmento rompe lo que se llamaría el recubrimiento de la salsa o el discurso que se constituye con la idea de dar un sentido final a lo que se dice. En la siguiente presentación de ideas sobre la película, se tiene por objetivo central no dar un sentido final, sino más bien que se escribe con la intención de ser aguafiestas de ello y se escribe contra toda pretensión de discurso puro, transparente o cerrado.

 

I. Extravío
La palabra «lost» (perdido) viene del nórdico antiguo y hace referencia a la disolución de un ejército. Rebeca Solnit en el libro Sobre el arte de perderse dice que el origen de la palabra “lost” evoca a la imagen del soldado que rompe filas. Disolver ejércitos, o dicho de otro modo, bajar la guardia. La autora lee perfectamente un síntoma de la época: “hoy en día el problema es que muchas personas nunca disuelven sus ejércitos, nunca van más allá de lo que conocen”. Atiborrados de algoritmos, de geolocalizaciones, de ubicaciones en tiempo real, de vínculos afectivos descartables, la pregunta será: ¿quién está dispuestx a perderse? Pareciera que perderse puede ser una osadía revolucionaria en estos tiempos. Travis es el personaje principal de la película, inaugura el film caminando en medio de un desierto, eso es lo que hace, se lanza a caminar: Se pierde. Es un extravío en busca de un lugar del amor. Se pierde en el medio del desierto, desorientado: Travis camina y camina. Solnit se pregunta de algún modo cómo emprender la búsqueda de cosas y experiencias que nos lleven a territorios desconocidos. Y agrega: “No perderse nunca es no vivir”.

 

II. Susurro

París, Texas es un lugar que no se encuentra, existe, pero no se encuentra. Es un lugar misterioso y un lugar que se busca desesperadamente. Es un poco como el lugar del amor.

A diferencia de ésta época que exige una transparencia permanente lxs personajes de esta película son crípticxs, solitarixs, por momentos insondables, enroscadxs, espiraladxs, sumamente frágiles y opacxs. Esto es lo que se pone en contrapunto con la época, en el sentido de que en ella casi nada se encuentra de manera clara o nítida. Estos tiempos que nos pretenden con sentimientos puros, con normativas plagadas de “buenas intenciones», con sus manuales sobre responsabilidad afectiva y sus imperativos emocionales: “No mandes este mensaje ahora” o “No digas te quiero aún no es el momento”. La vida hoy nos desborda de mandatos emocionales cada vez más imposibles de ser habitados entre red flags y green flags del amor. Nada de nuevo tiene esto que se escribe, cantidad de personas se sienten doblemente angustiadas por la no claridad en sus sentimientos (¿Qué siento? ¿Qué me pasa?) y por la obligación de la nueva moral de tener coherencia afectiva permanente. Una vida en una pecera virtual que impone aclarar todo tiempo todo, aunque eso signifique hacerle pasar al otrx por dolores sin medida: “no estoy enamoradx de vos”;  “estoy con otrx”; “me gusta otrx”; “me acosté con otrx”, etc.

El film de Win Wenders pone en evidencia que no se trata de autoconocerse, ni de transparentarse siempre o escrutarse hasta el infinito para comunicar hasta el hartazgo. Se trata aquí de rescatar la singularidad del lanzarse al agua para vaciar de sentidos y ver qué hacer con lo que cada nueva persona trae a nuestras vidas, con lo que cada nuevo  encuentro trae como novedad y así cada vez.

Hay una canción de Wos que dice: “No puedo amar, ¿No puedo amar?/ ¿O sólo no amo como aman los demás?/¿Cómo hay que amar? ¿Hay que amar? Hay que desarmar los preceptos hechos y tirarse al mar“

III. Otros extravíos: trazar mapas

Sobre la idea de perderse o desorientarse, hay algo que dice la psicoanalista Anne Douformantelle que me parece notable, porque algunos extravíos no son necesariamente en el desierto. Cuando alguien que queremos nos abandona (o cuando dejamos a alguien que queremos también) pedazos enteros de la ciudad o del barrio se vuelven súbitamente proscritos o prohibidos. El barrio amado puede volverse insoportable, calles que no se pueden cruzar o caminar, bares aborrecibles, una farmacia compartida alguna vez o un almacén “chino” resultan imposibles de pisar. Hay toda una zona de ese barrio que queda inscripta por una historia de amor por un largo tiempo. Esos lugares es donde se teme tanto encontrar a la persona que queremos, con la misma fuerza con la que se desea encontrarla. El amor arma cartografías, arma mapas o traza líneas que marcan hondamente. Se dibujan las calles, el barrio, las ciudades, los países, el cuerpo, la casa y hasta ciertos olores, cosas, recetas o comidas quedan mapeadas. A veces una manera de desandar eso, como le sucede al personaje de esta película,  es habitar el duelo como un extravío. Un desconocimiento, un lanzarse a caminar en el desierto hasta que la sed lo hace chupar hielitos en una tienda destartalada. El viaje de Travis es un volver a trazar un mapa para que algo pueda pasar a otra cosa.

 

IV. La media sonrisa: formas de resistencias, micropolíticas y desacato

En varias escenas de la película se vé como los personajes principales de esta historia dialogan, se vuelven a cruzar y hablan después de separarse. Sucede algo hermoso en ese conversar y es que el director los pone a hablar pero mediatizando su decir. ¿Cómo sucede eso? No se hablan frente a frente, su decir está mediado por un vidrio espejado, por un teléfono, por la oscuridad o por la distancia. Hay una sensación en estas escenas de que no pueden decirse su verdad íntima de frente. No se puede elaborar todo, no se puede decir todo y menos a la luz de la completa transparencia, su habla está un poco velada.

Lacan enseña que la verdad solo se puede decir solo a medias. Y hay algo de eso en estas escenas.

En ocasión de un taller de lectura que dictó Julian Doberti este año leí el texto de Freud Katharina. Si algo me conmovió de esta lectura es que llegando al final de la narración, la paciente de Freud hace un pequeño gesto y sonríe. Esa sutileza me parece fundamental, porque es una sutileza que no parte del decir. ¿Es que quizá a veces no se trata de grandes verdades vociferadas, ni de frases dichas plenamente a la luz del sol o confesiones obligadas, sino que hay variaciones en la propia historia, que se pueden dar por el medio gesto, el humor o la sonrisa?

¿Por qué hacer una reivindicación del medio gesto, la media sonrisa, la mirada de costado sobre los hombros o el susurro? La intimidad está devaluada en la época del ágora digital. Proliferan, de manera estrepitosa, indicaciones para identificar el momento exacto en que se va a producir el ghosteo o hay un sin fin de recetas pormenorizadas para desactivar otro nuevo indicador llamado orbiting (cuando alguien órbita cerca nuestro pero sin indicar mayor compromiso). Una serie de recursos bien delimitados para estar a salvo de la desaparición del otrx amoroso, de sus contradicciones, de su opacidad o del dolor. Una cantidad de señales y advertencias que nos proponen que existe un camino armonioso y sin mayores peligros en las sendas del encuentro con lxs otrx. Una imposibilidad en la vida con la hipermedia de habitar los matices, los claroscuros o el querer a alguien sin clasificación. Por eso se vuelve opresiva la sensación de desorientación o extravío, los tropiezos, las idas y vueltas. La vida con lxs otrxs cada vez se parece más a un vínculo constante con un GPS que nos marca un camino perfectamente señalizado en el paso a paso de la existencia. Estás adentro o afuera del camino pero nunca estás perdido.

Me gusta mucho un post que hizo Vir Cano donde nos invita a: “complotar entre caricias, palabras y cuerpos enchastrados”. Opacidades como pliegues, enchastres que se resisten a ser clasificados, para estar siendo furtivxs, escurridizxs, enredadxs y deseosxs. Me parece completamente aliviadora y recomendable su lectura, su postura dentro del feminismo y del pensamiento queer.

El extravío, el medio gesto, el susurro y la sonrisa pueden ser formas de resistencias en el erotismo: micropolíticas. Lo erótico puede ser algo que se resiste a ser capturado totalmente. Como sucede en esta película, algo queda velado o imposibilitado de decir completamente. Pareciera que hoy puede ser toda una proclama rebelde y de resistencia aceptar estar confundidx, perdidx, extraviadx, enchastradxs, un poco opacxs para nosotrxs mismxs o para otrxs, en un habla susurrante o en una felicidad que es sólo es ese instante que surge cuando vemos a alguien que queremos y nos mira por sobre los hombros con una sonrisa.

Hay un poema de Peri Rossi, que es precioso, y dice algo de esas desesperación que nos habita al intentar capturar de manera completa esos medios gestos, esos instantes que no alcanzamos, pero que por suerte no alcanzamos, porque de eso se trata un poco el juego en el que andamos.

“Detente instante eres tan bello
y todo en mi era una ola precipitándose
sobre el tiempo
para volver el aire roca
para volver la sábana al cielo
para volver el instante un siglo/
Y todo en mí era aspiración
la aspiración de retener lo pasajero
el ímpetu de atrapar lo pasajero”

 

 

 

A Felipe R. mi vecino de la mirada preciosa sobre los hombros.

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