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Por Manuel Quaranta | Portada: Pablo Suárez
La impensada dinámica argentina (el intento de fusilamiento de la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner por parte de un neonazi, el manoseo mediático en torno a la figura del extranjero, el loco, el lobo suelto, la irresponsabilidad discursiva, es decir, empírica, de políticos, comunicadores sociales, referentes varios; en resumidas cuentas, la antológica pasión nacional por aniquilar al otro) me obligó a adelantar la concreción de un texto sobre el cual venía especulando desde hacía un par de semanas. Esto demuestra, de algún modo, que las condiciones materiales u objetivas determinan la escritura, ya sea en la extensión, el estilo, la forma o la urgencia. Por supuesto, las condiciones materiales no agotan las determinaciones o indeterminaciones de un texto, pensar eso sería una torpeza crítica flagrante. Y sería doblemente torpe sostener la posición contraria. Y por último, sería triplemente torpe pretender un equilibrio entre ambas, el mal llamado justo medio.
Quiero compartir tres escenas. Sin interpretaciones, sin comentarios, sin moraleja. Es evidente, la elección de las escenas implica ya una interpretación, un comentario, una visión de mundo, pero no necesariamente una moraleja. No escribo textos con moraleja porque descreo de la enseñanza (gracias a mi trabajo docente), descreo de la pedagogía (las razones son obvias), descreo del poder de la palabra (por eso escribo). Creo sí, en la tenacidad del lector para combinar elementos heterogéneos.
Escena 1
Viajamos al 2004, Martín Gambarotta publica, después de Punctum y Pseudo, Relapso + Angola, un poemario cuyo protagonista, Rodríguez (¿Silvio?), disfrazado de pionero, recita sobre un escenario:
Madre, creo que soy un fascista y no temo serlo
pero quiero dejar de serlo o al entenderme fascista
y no sentir temor dejo de serlo, es una pregunta;
no hablo del lugar común de los que son fascistas
y no lo saben, no hay nada más fácil que decirse
no fascista; cuando veo un demócrata por tevé
quiero pegarle un tiro; tengo planes para todos
construcción de hospitales, regulación del alcohol
por parte del estado, una nueva gramática; estoy
del lado de la policía. ¿Conocés ese texto madre
donde P.P.P. se pone del lado de la policía cuando
reprimen a los estudiantes?
Escena 2
El controvertido psicoanalista austríaco Wilhem Reich, rival acérrimo de Sigmund Freud, acusado, entre otras vilezas, de judío y pornógrafo, frente al inminente ascenso de Hitler, se pregunta en Psicología de masas del fascismo, corría el año 1933, ¿cómo puede suceder que la gente, el pueblo en general, los ciudadanos comunes y corrientes, de a pie, cuyas vidas transcurren sin pena ni gloria, no sólo estén dispuestos a aceptar resignadamente el fascismo, no sólo no se rebelen frente a un poder criminal que los aplasta, sino, más aún, sean capaces de desear el fascismo como forma de vida?
Escena 3
En el El Anti-Edipo. Capitalismo y esquizofrenia (1972), Gilles Deleuze y Félix Guattari proponen un ejercicio de autoconocimiento. Si de verdad nos comprometemos con el combate al odio, la xenofobia, el fascismo, lo primero, lo primerísimo que deberíamos hacer según la dupla filosófica más famosa, es interrogarnos sin reticencias ni escrúpulos morales por el odiador que llevamos dentro, por la xenófoba que somos, por el fascista que nos habita.
Bonus track
Michel Foucault escribe en 1977 el prólogo a la edición estadounidense de El Anti-Edipo, “Introducción a la vida no fascista”:
¿Cómo hacer para no convertirse en fascista incluso cuando (sobre todo cuando) nos creemos militantes revolucionarios? ¿Cómo desembarazarse del fascismo de nuestros discursos y nuestros actos, de nuestros corazones y nuestros placeres? ¿Cómo arrancar ese fascismo incrustado en nuestro comportamiento? Los moralistas cristianos buscaban las trazas de la carne que se habían alojado en los repliegues del alma. Deleuze y Guattari, en cambio, acechan las más ínfimas huellas de fascismo en el cuerpo.
La imagen de portada pertenece a la obra Narciso Plebeyo de Pablo Suárez.
Etiquetas: fascismo, Félix Guattari, Gilles Deleuze, Manuel Quaranta, Martín Gambarotta, Michel Foucault, política, Wilhem Reich