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Por Joaquín Gallardo | Portada: Joaquín Sorolla
Una persona me consulta porque está próxima a recibirse de psicóloga y nunca se analizó. Sabe que es una recomendación de Freud estar en análisis para analizar a otro. Un paciente en búsqueda de una orientación académica me cuenta que le gustaría estudiar psicología, pero se pregunta cómo podría ayudar a alguien que tuviera los mismos problemas que él. Estas son distintas maneras de interrogar lo mismo: cómo un analista se destituye subjetivamente. ¿Cómo se separa del dolor de un paciente? ¿Qué le pasa cuando lo escucha sufrir? Este asunto tiene dos respuestas. Una singular, en función de la neurosis de cada analista y lo que despliegue en su análisis. Y otra general, desde la teoría.
En El porvenir de la terapia psicoanalítica (1910), Freud señala que percibe cómo la contratransferencia que surge en el analista —su respuesta emocional a los estímulos que provienen del paciente— es un obstáculo en el avance de un tratamiento. En esa conferencia él exige como norma general que cada analista reconozca esa contratransferencia y la venza. Al respecto aclara que observó que ningún psicoanalista “(…) llega más allá de cuanto lo permitan sus propios complejos y resistencias”.
Esto significa que hay obstáculos en el desarrollo del análisis de un paciente que tienen que ver con el analista, con su subjetividad, con la posición que toma ante el analizante. Hace muchos años en una supervisión, una colega cuenta que su paciente quería realizarse un aborto y que ella le dijo que eso era ilegal, que no estaba bien que lo realizara. ¿Hay analista en esa intervención o sólo una persona que está contestando desde su propia manera de ver el mundo?
En El psicoanálisis silvestre (1910), Freud ubica que “(…) no basta al médico conocer algunos de los resultados del psicoanálisis. Tiene que haberse familiarizado con su técnica si quiere adaptar su actuación a los principios psicoanalíticos. Esta técnica no se puede aprender, hoy por hoy, en los libros. Ha de aprenderse, como tantas otras técnicas médicas, bajo la guía de aquellos que ya la dominan”. Este punto es clave: el análisis del analista es una experiencia de aprendizaje también. Es en ese espacio donde cada uno se encontrará con su propio inconsciente, con lo que reviva en su relación transferencial con su analista y con el estilo del terapeuta que haya elegido; que, inevitablemente, también enseña.
Dos años después, en Consejos al médico, Freud recomienda a sus colegas “que procuren tomar como modelo durante el tratamiento psicoanalítico la conducta del cirujano, que impone el silencio a todos sus afectos e incluso a su compasión humana y concentra todas sus energías psíquicas en un único fin: practicar la operación conforme a todas las reglas del arte”. Después agrega respecto al analista que “(…) no basta que sea un individuo aproximadamente normal, debiendo más bien exigírsele que se haya sometido a una purificación psicoanalítica y haya adquirido conocimiento de aquellos complejos propios que pudieran perturbar su aprehensión del material suministrado por los analizados”.
Entonces, ¿cómo silenciar los afectos del analista, su compasión o empatía ante el dolor ajeno si no se analizó previamente? Es en el espacio del análisis donde cada analista se encuentra con sus propios puntos ciegos, con su posición ante la castración, el goce del Otro y aquello de su propia historia que se le puede jugar en la escucha de un sujeto. Frente a cada paciente, uno se ubica como objeto, no está ahí como sujeto. No hay dos sujetos en un análisis, hay uno sólo: el del paciente. El psicoanalista se destituye subjetivamente: deja a un costado su sistema de ideas, su moral, sus ideales, sus gustos. Está en otro lugar. En principio como oyente y aquello que diga o señale al paciente, será en función del sistema de ideas de éste, no el propio. La clave de la interpretación del analista se sostiene en que él se haya destituido subjetivamente. La condición de ello es haberse analizado.
* Portada: «Desnudo en el diván amarillo» (1912) de Joaquín Sorolla
Etiquetas: Contratransferencia, Joaquín Gallardo, Joaquín Sorolla, Psicoanálisis, Sigmund Freud