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Por Leticia Martin
Los discursos del mundo actual, siempre degradantes y productores de aislamientos varios, nos mandan todo el tiempo a ser nosotros mismos. ¿Acaso se puede ser uno mismo en un mundo de iguales? “Realizate”. “Encontrá lo propio». “Sé vos”. Pero no solo tenés que ser vos mismo, sino que tenés que hacerlo sí o sí, ahora, ya, cuanto antes mejor. Nada más frustrante que leer eso de que Nada es imposible —como reza una marca de ropa deportiva— cuando en verdad casi todo es imposible de hacer en estas realidades del mundo actual (especialmente de la argentina). Ni hablar del Just do it. ¿Acaso alguien puede “solo hacerlo”? Lo posible es un camino sembrado de dificultades. Para muchas y muchos eso que se desea es lisa y llanamente: ilusión. No hay capacidad ni contexto que permita hacer lo imposible.
En Cosa hecha, de Ignacio Torres —también dirigida por él— vemos en escena una serie infinita de esas imposibilidades y desánimos, de esos intentos y sus posteriores fracasos. Devaneos sobre lo que se “podría hacerse” que se construyen en el aire y después caen como cartas de un castillo de naipes luego de ser apiladas en una altísima torre.
En el futuro cercano que recrea Torres en Cosa hecha una nueva ley permite adoptar hijos a través de apps y la provincia de Córdoba se ha independizado del resto del país. Pero la vida cotidiana de los personajes no se presenta sencilla y feliz. Los avances tecnológicos no han redundado en mejorar las cosas, que nunca están del todo hechas (cosas hechas, o co-sechas), que nunca terminan de pasar del discurso al acto.
Las parejas, sean jóvenes o mayores, siguen estallando en amores desaforados que intentan coger pero no cogen, deseos de hijos que no se concretan, emprendimientos que se discuten hasta el hartazgo pero nunca terminan de efectivizarse. La ironía más graciosa es que solo se logra la adopción de un perro por parte de los padres de él (Francisco Bertin): cualquier similitud con la realidad es pura coincidencia.
¿Sobrevivirá la joven pareja su mudanza al sur argentino? No parece. No si siguen así: amagando con volverse, dudando uno del otro, coqueteando con las “ideas de” pero nunca con lo real. No son pocas las veces en las que nos sentimos retratados como sociedad de la desidia y la inmediatez a lo largo de la obra. Ahí estamos nosotros y podemos vernos en el devenir de las escenas. Queriendo triunfar con una camarita, un microemprendimiento, algo, cualquier cosa. Hablando de todo y sin la verdadera potencia del hacer algo. La joven pareja podría compartir un mismo proyecto, pero cada uno prefiere afianzarse en el suyo propio, imponérselo al otro, no compartir demasiadas cosas. Así es que los temas aparecen y, sin profundizarse, mueren. Quizá también por eso es que el conflicto central de la obra se va moviendo y nunca es tan del todo central. Una decisión estética inteligente que, por lo demás, da agilidad a las acciones y escenas.
Por reacción a los padres, entonces, la joven pareja termina siendo fiel emergente de una época vacía y superficial, con pretensiones de comodidad y presa de los desafíos digitales que resultan ser más la obediencia a los mandatos de época que hijas del motor genuino del deseo. ¿Qué de todo lo que parecen desear desean realmente esos dos? ¿El hijo, la independencia, la belleza del paisaje sureño, o tomar distancia de esos padres metidos e invasores?
La innovadora puesta en escena que propone Torres hace coincidir en un mismo living dos casas ubicadas a kilómetros de distancia que son modificadas a fuerza de excelentes actuaciones que se van imponiendo una sobre la otra. No hay telón, no hay apagón, no hay silencios que propongan una espera o carteles que la anuncien. La pura magia de la madre (Adriana Ferrer) o el padre (Marcelo Pozzi) interrumpiendo las conversaciones de su hijo (Francisco Bertin) con la novia (María Canale) lo sintetizan todo. No hace falta más que ese corte y notar los cambios de vestuarios para interpretar con fluidez.
Es un punto a destacar la frescura que aporta el personaje la Colla-Mapuche (Lourdes Varela) que además de gracia y musicalidad, reedita el uso del lenguaje dramático del norte (¿sur?) argentino en clave juvenil. Una hermosa ironía que ridiculiza la mirada pacata del porteño que extranjeriza a cualquier zona del mal llamado “interior”, solo por no ser parte del centro.
Los fuera de escena y los segundos planos de la obra también señalan los aciertos de dirección de los que Torres debiera hacerse cargo. Las voces deliberadamente atenuadas detrás de los vidrios de la puerta-ventana, los juegos con el perro que nunca vemos pero que se construye perfectamente en nuestra imaginación, por nombrar solo algunos aciertos.
Déjenme terminar con una mención también a la dramaturgia de Torres. Hay uno o dos momentos de alta sincronización en las conversaciones paralelas que se mantienen. Por momentos se influencian y alimentan una a la otra, pero no por eso hacen que perdamos el hilo de ambas. Como espectadores: nuestra atención se divide, —algo a lo que el mundo digital nos tiene acostumbrados— y podemos decodificar con cierto grado de comprensión ambos hilos de la trama. Como lectores: no podemos dejar de recordar la dramaturgia de Javier Daulte en Bésame mucho, pionero en este recurso que luego Tolcachir llevará al extremo en su emblemática obra La Omisión de la familia Coleman, como también en Tercer cuerpo y sus exitosas sucesoras.
Joven y atrevido por lo que arriesga, rodeado de un elenco enorme que no pudo decirle que no, Torres mata al padre en esta obra, y no lo hace solo literalmente, en el drama. Mata al padre, también, porque se planta y no le teme a la post pandemia ni a ninguna crisis de nada. Ahí está su laburo plasmado, en un teatro independiente y algo alejado del circuito teatral, al mejor estilo de los valientes.
Espacio de Investigación teatral El Brío. Alvarez Thomas 1582. Teléfono: 4551 6213
Ficha técnica
Autoría: Ignacio Torres
Intérpretes: Francisco Bertin, María Canale, Adriana Ferrer, Marcelo Pozzi, Lourdes Varela
Vestuario: Maricel Aguirre
Escenografía: Maricel Aguirre
Iluminación: Ricardo Sica
Fotografía, video y diseño gráfico: Gastón Bejas
Asistencia de Dirección: Tomás Torres Oviedo
Prensa: Ati Zarate
Producción: Marina Kryzczuk
Coreografía: Sofia Luna
Dirección: Ignacio Torres
Etiquetas: Cosa hecha, Ignacio Torres, Leticia Martin, Teatro