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06-10-2022 Notas

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Por Luciano Lutereau

1.

Se dice que el psicoanálisis libera de la culpa, pero esto no es así. Sería incluso algo bastante contraproducente, además de que nadie puede liberarnos de un afecto.

En todo caso el análisis le quita a la culpa su dimensión moral, para que permanezca como conflicto en relación con un acto: que no se hizo, que se podría haber hecho, que se hizo a medias, que se hizo creyendo que se trataba de otro, entre otras modalidades.

En estos días pensaba en diferentes personas que sufren, no porque se sientan culpables, sino todo lo contrario; como si hubiera algo de nuestra época que le evita a las personas la culpa y esto lejos de ser aliviante es enloquecedor o deprimente.

La culpa es algo que orienta, es el segundo afecto que no engaña, además de la angustia. Locura y depresión son las consecuencias de un mundo que desterró la culpa.

Pienso en la situación de alguien que me contaba que le ocurrió un hecho imprevisible, en función del cual tiene que tomar una decisión; una decisión en serio, de esas que haga lo que haga se va a arrepentir. Esto quiere decir que es una persona que está con vida y no es zombie.

Entonces comenzó a averiguar diferentes cuestiones, para terminar de encarnar su conflicto, pero el problema es que en todos lados le dicen “Esto que te pasó no es grave, se soluciona fácil” y le ofrecen borrar cualquier rastro de lo ocurrido, hacer como si no hubiera pasado.

Esto es la posmodernidad. Me hizo acordar a la película Eterno resplandor de una mente sin recuerdos.

El problema, decía, es que la oferta de soluciones solamente le produce angustia y un cierto aplanamiento. “Si por lo menos sintiera que se me juzga, podría resistirme o hacer algo que, aunque luego sienta equivocado, sería propio”. 

Pobre persona, parece un personaje post-kafkiano en busca de alguien que respete su culpa.

Es extrañó realmente ver que en este mundo lo que algunos añoran es un poco de neurosis.

2.

Freud dice que la neurosis tiene dos tipos de aseguramiento en la adultez: la pareja infeliz y el envejecimiento prematuro (achaques, dice).

Es una indicación súper importante para situar que no es chiste la neurosis, que no se puede justificar como “normalidad” (somos todos neuróticos) y que relativizar los síntomas es subestimar su alcance –ya que pueden arruinar una vida.

Que la pareja pueda ser una deriva del síntoma (no “síntoma de pareja”, sino “pareja como síntoma” como suelo decir) es algo que puede ir desde las peleas recurrentes y el fastidio permanente con el otro hasta la delegación del superyó (“surmoitié”, dice Lacan).

De los achaques, son un destino de la libido del yo, como repliegue narcisista, cuando el deseo retrocede y el carácter se vuelve más rígido; porque también el mal carácter envejece y es un anquilosamiento.

Que la reunión de estos dos factores no es accidental se comprueba en lo que ocurre con aquellas personas que, cuando se separan, se ponen más lindas, se rejuvenecen, porque vuelven a tener a disposición una cantidad de libido que antes estaba fijada sintomáticamente.

También hay personas que jamás se separarían justamente porque (más allá de todos los argumentos conscientes) tendrían que vérselas con esa libido y perder un síntoma no es fácil.

Me resulta interesante esta indicación de Freud para pensar los casos de personas que han llegado a los 40 o más y, a veces a partir del análisis, no tienen la desesperación de estar en pareja. 

Para la mirada social, algo no pudieron (por eso no tienen pareja); para la escucha del análisis, no hicieron las cosas a cualquier costo y eso es haberse analizado.

3.

Es común escuchar la expresión “no quiero maternar a mi pareja”. 

En nuestra época la maternidad ya no es un destino obligado o, mejor dicho, es posible decidir no tener hijos; pero el efecto es paradójico: la posición materna se ve por todos lados.

Cuando digo posición materna, digo: madre es toda persona que le pide al otro que sea.

La demanda materna es demanda de ser (el falo) y está demanda sin duda puede darse por fuera de la relación con un hijo.

Es lo que ocurre hoy cuando se plantea un tipo de reparo al deseo del otro, por la vía de la demanda de que (el otro) sea alguien que te escuche, alguien que te entienda, alguien que –como se dice– “tenga empatía”, etc.

Que como toda demanda, la demanda materna se invierta y, por lo general, quienes dicen no querer maternar terminen en la posición de reproche infantil, es también bastante común.

Que la demanda de ser (el falo) invalida que el otro pueda tenerlo, o no, para padecer los efecfos del conflicto sexual, es la consecuencia. Ya no hay malentendidos, solo personas que se retan entre sí.

La demanda materna no es privativa de los hetero ni se dirige de mujeres a varones; también se la encuentra de varones a mujeres y en relaciones homosexuales.

La demanda materna es lo mejor repartido en el pasaje de lo que antes se llamaba “la comedia de los sexos” y hoy convendría llamar “el espectáculo de los géneros”.

 

* Portada: «Eterno resplandor de una mente sin recuerdos»,
película de 2004 dirigida por Michel Gondry 

 

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