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30-11-2022 Notas

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Por Manuel Quaranta | Portada: Juan Pablo Renzi

Elegí como título del texto la frase exacta que pronuncié al final de mi primera sesión de psicoanálisis lacaniano. ¿Por qué vino?, me había preguntado el psicoanalista al inicio: para soltar algo de la infancia. “Una excelente razón”.

 

I.

Cuando digo “quiero soltar algo de la infancia”, ¿no puedo estar diciendo (o queriendo decir) que hay algo de la infancia que se resiste a soltarme, que se me aferra, que no da el brazo a torcer? “Un monstruo, escribe Alejandra Pizarnik, me persigue. Huyo. Pero es él quien tiene miedo, es él quien corre tras de mí para pedirme ayuda”.

 

II.

La infancia, en un sentido, destila pasividad. Madurar supone ejecución, supone un movimiento altivo, rotundo, doloroso. En palabras de Freud, vía el Fausto de Goethe: “Eso que has heredado de tus padres, reconquístalo si quieres heredarlo de verdad”.

 

III.

Por un lado, somos nuestra infancia, es decir, lo que hicieron de nosotros, pero también somos lo que hicimos con lo que hicieron de nosotros. En El idiota de la familia (evite el lector alusiones personales), Jean-Paul Sartre construye o reconstruye la novela familiar de Gustave Flaubert con miras a comprender el siguiente escándalo ontológico: un niño cuyo destino era ser un idiota se convierte en un genio.

 

IV.

Atención. Flaubert no abandona su idiocia para abrazar la genialidad. Él es un idiota que, produciendo una pequeña torsión, un mínimo desvío, deviene genio; Flaubert, en todo caso, radicaliza su idiotez –su defecto, su imperfección, su retraso– y hace de ella una genialidad, como quien de su herida hace poesía.

 

V.

Con sospechosa frecuencia cometí, durante años, el mismo error ortográfico, escribía descenlace en lugar de desenlace. Yo me daba cuenta de la tara e intuía alguna cuestión sintomática en mi imposibilidad de aprender la forma correcta. Desenlace significa “final de una acción o un suceso”, o sea, el desenlace implica un corte con respecto al estado de cosas; también significa “acción de desenlazar”: cortar un enlace, un lazo, desatarlo.

 

VI.

Sobre el verbo soltar apunta el diccionario de la Real Academia Española: “Dejar ir o dar libertad a quien estaba detenido o preso”. ¿Y si es uno el que está detenido? Estar detenido no es solo verse privado de la libertad, la detención señala a un individuo falto de soltura, carente de resolución, define a un ser vacilante, estancado frente a un muro, alguien que a causa de un supuesto pudor, calla, guarda silencio, alguien que pasa junto a la meta y sigue caminando.

 

VII.

Pero ¿no existe una resolución extrema en semejante gesto, pasar junto a la meta y seguir caminando como si nada? ¿Habrá mayor determinación que renegar de la verdad del propio deseo?

 

VIII.

Eludimos la meta porque preferimos conservar virgen nuestro excepcional talento (esa joyita que somos y nadie reconoce).

 

IX.

Conversando con el psicoanalista César Mazza en un bar de Córdoba me aseguró que en Tres ensayos de Teoría Sexual Freud describe al neurótico como aquel adulto que se comporta como un niño; el problema es básico, no se puede vivir para siempre en la infancia.

 

X.

Según Immanuel Kant la Ilustración es la salida del ser humano de la minoría de edad. El filósofo prusiano identifica dos factores demasiado seductores para salir de ella. Pereza y cobardía (Faulheit und Feigheit). Evitamos tomar decisiones (eso sería la mayoría de edad) por mala fe.

 

XI.

La mala fe sartreana permite autoconvencernos de que no somos libres, de que uno tiene excusas concretas para evadir su responsabilidad, de ahí el llamativo volumen de gente aspirando a la condición de víctima.

 

XII.

En Una temporada con Lacan, Pierre Rey repasa sus diez años de terapia con Jacques Lacan y llega a la siguiente conclusión: “Matar simbólicamente a aquel que uno fue, para que de ese modo se distingan las facetas de lo dado de la infancia y lo conquistado de la madurez. Como nos los prueban los bebés octogenarios o los vejetes de veinte años que cada uno de nosotros tiene oportunidad de encontrar día a día, la palabra en nada se vincula con la edad, sino con la aptitud de un individuo, que finalmente se ha vuelto libre, autónomo en su pensamiento, es decir, sujeto de y por sí mismo –y ya no de imponderables externos de su trabajo, de un discurso o del dinero que recibe–, de amar, decidir, asumir”.

 

XIII.

Tengo material para completar 99 o 999 notas relacionadas con la infancia. Pero ha llegado el momento de poner límites. Los versos elegidos lo leí en la última página del memorable libro de Martín Legón, Correspondencia con Bruce Nauman, son de la poeta Noemí Ulla: “Qué corta sería la vida si no tuviera esos momentos desagradables que la hacen interminable”.

 

 

 

Imagen de portada: El día de la primera comunión (detalle – 1977),  de Juan Pablo Renzi.

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