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Por Leticia Martin | Foto: Victoria Egurza
Irene es estudiante de Comunicación. Está empleada en la penitenciaría de San Alberto donde entabla una relación con Gerardo Villaseco, médico del penal. De él queda embarazada luego de una serie de “encuentros sexuales poco memorables”. A partir de ese evento que cambia sus vidas de un modo radical, Irene y Gerardo se instalan en un duplex en el barrio de San Alberto, excusa perfecta para que la narradora describa con mirada cercana y territorial un suburbio del conurbano bonaerense, sus avatares, sus recovecos también bellos y sus insondables miserias. Ventanas rotas (17 Grises, 2022) puede leerse en línea con el blog Libertad condicional, de la misma autora: Agustina González Carman. Cárcel, maternidad, presos. El primer movimiento de ajedrez de una autora inteligente y sagaz como una perfectible síntesis de un tema recurrente, de un tema que esta vez debe aterrizarse en la ficción, esa que se narra en tercera persona, con la distancia necesaria para jugar e ir procesando una cuestión que, adivinamos, la desvela.
¿En qué medida el recuerdo de una experiencia propia se mete en tu narrativa y cómo trabajás la distancia entre memoria y ficción al escribir?
Yo diría que se metió bastante pero en un aspecto puntual, que es el lenguaje paralelo de la reclusión. Siempre tuve muy presente la necesidad de trabajar la operación de ficción para que la historia tuviera fuerza. La experiencia personal de haber trabajado en el Servicio Penitenciario me ayudó a crear el ecosistema de la novela, la escenografía, el clima. Cuando la imaginación tuvo un espacio físico para anclar las historias de los personajes, todo fue más fluido. Agrego que la primera versión de la novela la escribí en primera persona y mi editor, Maximiliano Crespi, me sugirió el cambio a la tercera. Creo que con esa decisión ganó potencia literaria. No deja de sorprenderme la necesidad que tienen muchos lectores de borrar esa distancia entre la vida personal del autor y la construcción ficcional. Tiene un sesgo divertido que me pregunten si estuve presa, pero no dejo de pensar en la atracción masiva por las historias verdaderas, en esa garantía del sello “basado en hechos reales” que necesitan algunos lectores para tomar la decisión de involucrarse con la historia. Tal vez porque como lectora me interesa priorizar la operación de escritura, incluso si se trata de una historia real o en primera persona, como las que producen Knausgard o Carrère. Algunos de mis libros preferidos, como Mis rincones oscuros de James Ellroy, están basados en hechos reales o escritos en primera persona. Pero en el caso de Ventanas rotas mi experiencia personal no alcanzaba para escribir una novela que yo considerara interesante. Creo que la combinación entre la experiencia propia y la producción imaginaria generó algo más potente.

Ventanas rotas (17 Grises, 2022)
¿Cómo procedés con las fuentes a las que recurrís para alimentar una novela como Ventanas rotas que, si bien recrea el territorio –en un plano–, también se emplaza –en otro plano– en línea con una ideología política, una serie de autores y una tradición académica para entender lo popular?
Mi tesina de grado fue sobre los entramados de poder al interior del Servicio Penitenciario, así que la investigación teórica que aparece en la novela, especialmente la relacionada a la teoría de las ventanas rotas, ya la tenía procesada antes de empezar a escribir. Incorporé los cuadernos de bitácora de mi investigación para trabajar los apartados del taller de escritura de los internos e investigué por mi cuenta con entrevistas, libros y películas los hechos alrededor del motín de los 12 apóstoles.
¿Cómo carajos te inventás el tiempo para escribir siendo madre, licenciada en comunicación y laburante?
Es una pregunta muy personal y nada más lejos de mi intención que formular un consejo de vida o una bajada de línea. Voy a intentar dar una respuesta en ese sentido. Siento que desde el discurso público hay una concepción bastante unívoca de lo que es una madre trabajadora. Esa madre está desbordada, se siente sola y sin tiempo, su compañero de crianza se ocupa poco, y ella vive en un registro culpabilizante por no cumplir estándares determinados. Creo que hay poco margen para experimentar la crianza de hijos desde otro lugar que no sea ese. Es como cuando tu bebé duerme de corrido toda la noche y las mujeres mayores de la familia te aconsejan que no lo cuentes porque te lo van a chucear, pasa algo parecido con una maternidad bien llevada, digamos. Aunque suene contradictorio, el ejercicio de la maternidad puede empujar a posiciones muy egocéntricas. Si tengo que hacer un comentario personal sobre mi forma de hacerlo, diría que no me ubico en un lugar heroico, lo cual le quita mucho peso y mística, y que tengo una lectura de la temporalidad bastante amplia. Cuando mis hijos eran chicos estuve más presente, ahora tal vez es al revés por cuestiones laborales y esa flexibilidad en los acuerdos es muy funcional.
Etiquetas: Agustina González Carman, Cárcel, Libertad, Libros, Literatura, Maternidad, Victoria Egurza