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Hacia la profundidad del significado. El poeta rosarino Aldo Oliva (1927-2000) escribió en vida únicamente tres poemarios. Su reticencia a publicar, su distancia de cualquier movimiento poético de la segunda mitad del siglo XX, la complejidad de su obra explican en parte este fenómeno. Recién en 1986 y a los 59 años publicó su primer libro, César en Dyrrachium, un objeto raro, anacrónico y como fuera de este mundo. Pocos lo advirtieron. Constaba, la primera parte, de una versión en alejandrinos del libro VI de la Farsalia de Lucano. Un cierto hermetismo se unía a un léxico alentado por el modernismo de Lugones, pero leído desde Borges.
Diez años después llegó De fascinatione, un volumen de una densidad conceptual y estilística desusadas, y en 1999 publicó Ese general Belgrano y otros poemas, un texto poético que oscila entre el registro épico y el autobiográfico. La reducida bibliografía de Oliva no lo privó de convertirse en uno de los poetas esenciales de su generación. No es fácil describir su tono. Una suerte de español extrañado, libresco, atravesado por miles de atentas lecturas. Una belleza lírica muy difícil de emular. En 2002, apareció Una batalla: Poemas inéditos. Poemas últimos 1978-2000, vía Aldebarán Ediciones.
Hacia 2003, la Editorial Municipal de Rosario se encargó de editar en un único tomo su Poesía completa (de 2016 corresponde su segunda edición corregida y aumentada). Oliva cierta vez dijo en una entrevista: “Para mí escribir es, más bien, un acto de devoción, un ámbito donde me concedo cierta libertad”. Profesor de la UNR desde 1984, amigo de Saer, también tiene en su haber un libro de investigación en prosa: El fusilamiento de Penina, sobre el asesinato en 1930 del militante anarquista Joaquín Penina, cuya tirada fue incinerada íntegramente junto a otros libros del depósito editorial por las autoridades militares que intervinieron la editorial Vigil tras el golpe de Estado de 1976.
De espíritu libertario, Oliva buscaba incentivar en el auditorio a no leer lo enunciado dentro del cristal de la institución de la lengua, que petrifica e impone discursos pretendidamente inamovibles. Así fue como dictó cursos sobre marxismo, filosofía y literatura, indistintamente en aulas y bares.
* Foto: Claudia del Rio. Oliva en el bar «Laurak» de Entre Ríos y Santa Fe.