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Por Diana Rogovsky | Portada: Winvill Art Studio.
I.
¿De qué trata San Miguel de María Lobo? No es tan fácil decirlo. Porque por cierto saber de qué se trata algo, una película, tratado o la literatura misma, a la manera de wikipedia, haciendo un resumen o contratapa de algunas líneas, ¿reemplazaría leerla, verla? Una experiencia polisensorial, un acontecimiento que ocurre en el transcurrir del tiempo y desencadena, rememora o solapa afectos, echa por tierra o convalida convicciones no puede ser una breve entrada en una enciclopedia de internet. Aunque quizás en algunos casos si pueda.
II.
Así, San Miguel trata de la escritura misma, de cómo son las relaciones entre la vida cotidiana, los tiempos, espacios y los momentos de la escritura. Muestra que es necesario vivir para escribir: aventurarse en la propia existencia para alimentar esa otra vida del texto. Hay que fracasar un poco, generar el hambre y el vacío, perder el control en algún lado.
¿Cómo escribir?¿Cuándo poder hacerlo? ¿Por qué tomarse tantos trabajos? ¿Hace falta aislarse del tráfago de los días y los compromisos habituales para generar el escanciamiento requerido?
Estas no son cosas que se digan ni muestren en el libro, si no más bien son como ecos de preguntas propias que el libro permite, cual frontón, rebotar. Entonces, trata de conversaciones entre escritores en los arduos tiempos de trabajo. Alguien puede cambiar el orden, la estructura de la obra, entrometerse. Eso, si proviene de unos labios o manos -de otro- de la buena manera, o no tanto, nutre al texto. Se trata de a quién, cuándo, se dan estos permisos: amigos con derechos.
III.
Trata por eso mismo de la relación entre los oídos y las palabras. De cómo habla la gente, cómo dice lo que dice.
Pero no alcanza. Los protagonistas de la novela encuentran que hay que viajar al mundo de las canciones grabadas mediante auriculares. Asisten a refugios para aislar sus propios oídos de frases y palabras que podrían dañarlos, deben arrancarlos del rumbo que llevan. Recurren al teléfono de línea: tanto las voces de quienes conocemos como los sonidos de los animales, el viento y los aviones pueden confortar y reenviar a la vía regia. En las alturas de un quinto piso o en el llano, las voces y sonidos no cesan. Hay que rodear entonces al texto de robustos muros de silencio para que pueda mantenerse en pie en su inestable equilibrio.
IV.
También trata de la distancia autoodiante y por momentos excesiva -sobre todo para la vida misma y no quizás tanto para la vida de escritores de los escritores- que hace verlo todo desde arriba, desde un guión que puede ser superiormente frío en el que el plan queda, sin embargo, oculto. ¿Cuánto hay que quererse, cuánto querer a la propia obra para poder entrar y salir de ella y continuarla?, parece apuntarnos San Miguel. Los escritores no conocen el futuro de sus textos ni de sus vidas.
Aunque las experiencias no son gratuitas ni nos dejan indemnes. Atravesarlas nos puede dejar vacíos, se reabren duelos que se pensaban concluidos, hay espejos que nos muestran todo negro. Porque nadie debería quedar igual luego de haber visto Psicosis de Alfred Hitchcock o de pasar por En busca del tiempo perdido de Marcel Proust, ni de escribir.
V.
Este libro trata de la melancolía, de la imposibilidad del acto que tuerza el rumbo de los acontecimientos. Quien sabe lo suficiente no lucha por causas imposibles, quien sabe demasiado lleva sobre sí la carga de la imposibilidad. Es una novela sobre la desaceleración, la detención, los trayectos de los viajes y los actos por impulso. Aunque algo se está cocinando mientras tanto a fuego lento en las tres primeras partes y se nos mete de incógnito en las tripas, no pudiéndonos soltar.
VI.
Una ira contenida estalla.
Al igual que Máquinas como yo de Ian McEwan, San Miguel de María Lobo diseña una realidad que es parecida a la nuestra pero un poco diferente: hay nieve donde debería hacer calor, hay centro donde debería haber periferia. Eso le permite a la autora correrse de ciertas agendas (literatura de la capital vs. literatura de “las provincias”; literatura del yo vs. literatura clásica, literatura de temas vigentes vs. literatura de temas de interés propio). Con cierta ironía y sagacidad se produce una crítica respecto de cómo conocemos, se distribuye la literatura de nuestro propio país y operan las tradiciones y culturas literarias argentinas. Pero también se teje el asunto respecto de las lenguas y aspiraciones involucradas, los mapas mentales de las clases ilustradas y la cultura audiovisual masiva, sobre la que también se reconocen nichos. ¿De qué modo, entonces, secciona el propio gusto y conforma un estilo, recluta adherentes a través de los afectos y miradas recorridas en la propia vida? ¿Cuánto estamos dispuestos a alojar, en última instancia, a quienes no se nos parecen?
VII.
Aparecen entonces las letras de las canciones, en inglés, que habitan y pueblan las autobiografías trazando un territorio sentimental; las formas de la poesía en la organización de párrafos y segmentos del texto; la inclusión de textos de otros glosados en alianza; la construcción de diálogos que transcurren en un mundo paralelo al de la propia novela; la capacidad de ver la propia vida como un film del que no se es director más que de las cámaras.
La identidad que va elaborando en esta obra la autora es envolvente y refrescante a la vez. Filosa, sosegada, eficaz, la Lobo.
San Miguel
María Lobo
Qeja ediciones
2022
360 págs.
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