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Por Ramiro Fernández | Portada: Dan Cretu
Poco a poco su presencia se fue tornando más cercana, más cotidiana, más impostergable. Un desbloqueo a la mañana, otro después de lavarte los dientes, otro para poner música mientras te bañas, otro, otro y otro. Y a veces, las más, sin salir de la cama siquiera. ¿Cuál es el rasgo que los define? ¿Cuál es el rasgo que hace que eso que nos acompaña en el bolsillo del pantalón, cartera o mochila- en definitiva, eso que nos acompaña en nuestro transitar cotidiano, sea tan único? Ese rectangulito de 10×5 centímetros, con carcasa de plástico, aluminio y batería de litio que llamamos celular. ¿Qué pasa? ¿Es su capacidad de estimulación constante, la imbatible sensación de abarcar cualquier tipo de realidad posible, a la medida de un chupete electrónico? ¿La eficacia con la que pueden resolver problemas o ahondar en información, archivos, documentos, de un momento a otro, sin trastabillar siquiera, sin un punto medio que oficie de espacio, de tiempo de espera? ¿Cuál es la huella única que portan?
Alguien mira una peli y responde un mensaje en WhatsApp. Además, aprovecha y en un tiempo de dos milisegundos likea 4 o 5 historias en Instagram. Otro sale a correr, busca la app que le indica cuánto debe correr, por dónde debe hacerlo, cuántas calorías debe quemar y a qué hora debe subir la foto con la finalización del trayecto hecho a instagram (valga la redundancia). Otro toma mate en la oficina, agarra la calculadora, anota dos cosas en su libretita, y tiene, a pocos centímetros, el celular, ahí nomás, ahí cerca, casi como por las dudas, casi como esa rueda de auxilio salvadora.
¿Qué dejamos entrever en esta interacción sujeto-tecnología o bien persona-celular, dando lugar a algo nuevo, otro tipo de sujeto, alguien que en presencia de ese dispositivo digital cambia, o principalmente y lo más importante, alguien que en presencia de ese dispositivo digital, modifica su subjetividad y su manera de vincularse?
¿Cómo pensar la realidad hoy en día, a partir de la irrupción de los smartphone, ipad, tablets y celulares?
Byung-Chul Han dice que los ritos son acciones simbólicas. Transmiten y representan aquellos valores y órdenes que mantienen cohesionada una comunidad. Generan una comunidad sin comunicación, mientras lo que predomina hoy es una comunicación sin comunidad.
Uno pispea a ver qué pasa, mira, casi de refilón, a ver qué se viene. O simplemente para distraerse, porque quizás la realidad es demasiado aburrida, entonces me sumerjo ahí. Él me aburre, ella me aburre, yo/tu/él nosotros nos aburrimos. Juguemos un poco: ¿Qué pasaría si a la “realidad” le empezamos a atribuir características propias de la realidad digital? Dos ejemplos:
1ero. Supongamos que invertimos la fórmula y ocurre lo siguiente: a tu pareja le pedís que te estimule o “divierta” constantemente- ya sin ninguna posibilidad de otra cosa- tal cual sucede en la mediósfera (ya no hablamos de biósfera, sino mediósfera), dónde todo debe ser un estímulo inmediato y concretarse al momento. Aclaración: no es mi intención describir lo que sucede en la cotidianeidad de una relación de pareja, porque eso sería imposible, sino intentar suscribir al máximo las tensiones generadas al estar en contacto con la tecnología.
2do. Estás con tus amigos en una joda tomando algo. De repente se acerca otro amigo y desde su celular te empieza a mostrar historias de las otras jodas a las que está yendo otra gente conocida, donde, por supuesto, están pasandola mejor que en el lugar dónde estás vos. ¿Siempre el mejor plan va a ser el que el otro usuario subió a sus redes?
Más allá de los múltiples escenarios hipotéticos que podrían surgir, lo que me interesa resaltar es esa tendencia al estar-sin-estar que puede producirse -y que se está produciendo- debido a los nuevos cambios tecnológicos introducidos, dónde alguien en la cocina, o desde su cama, en un movimiento de scroll hacia arriba, con la yema de su dedo, apretando la pantalla, puede tomar las decisiones más importantes, y las más insólitas también.
Un cuerpo que no está haciendo nada, que no está presente -paradójicamente- hace de todo.
Agustín Valle, ensayista e investigador argentino se pregunta en Jamás tan cerca: “¿qué es lo que vemos cuándo vemos la pantalla, la cosa, o la representación de esa cosa?”; -más abajo, retoma- “bien podemos vernos impedidos, y nuestra presencia verse esterilizada, si tenemos constantemente la expectativa incorporada de que cada instante debe estar a la altura de la proliferación de microeventos incesante de la Actualidad, de su imbatible brillantez. Que poco este encuentro, que flaco este presente ante la supremacía palpable de la nube magna.”
¿Qué ocurriría entonces, si a nuestra “presencia” (en el sentido más filosófico pero también real del término), le sacamos su capacidad de potencia, su fuerza potencial y la reducimos a un cúmulo de estímulos, notificaciones, y a esa tendencia a buscar “me gustas y likes” habilitantes y aprobatorios de nuestra conducta social? Es decir, en otras palabras, que nuestra presencia se vea ya arrollada por la lógica presente en las redes sociales y en el “aparato” digital. ¿De qué tipo de presencia estaríamos hablando en este momento, entonces?
Interroguemos un poco a las aplicaciones: ahora, y hace un tiempo, en Instagram tengo la modalidad llamada layout al momento de subir historias. Se trata de una opción que te ofrecen al momento del subir una historia en la que “divido” una foto en cuatro partes diferentes, pudiendo retratar cuatro experiencias distintas a partir de un “foto” principal. Mañana quizás puede que sea él layin y pasado va a ser el laymix, o lo que fuere. En definitiva, el orden natural de las cosas va a transcurrir a partir de lo que el dispositivo me ofrezca (que siempre va a ser mejor y más grande) pero ¿me hice la pregunta de qué es lo que quiero yo ofrecerle al dispositivo? o, pongámoslo en estos términos, ¿me hice la pregunta de qué es lo que yo quiero hacer del dispositivo y no lo que el dispositivo haga de mí?
¿Cómo podemos determinar si nos gusta o no una persona cuándo la “noción” del gusto reside en si esa persona me hace o no reír porque subió una “buena” historia? ¿Cómo puedo determinarlo si estoy a la expectativa de que quién me gusta, suba esa maldita foto o historia, para, recién a partir de ese momento, habilitarme a entablar una conversación con ella?
Sería un problema que toda experiencia, como en lo más de los casos hoy en día, sea una experiencia algorítmica. Porque ahí surge nuevamente la pregunta: ¿qué posibilidades de interacción aloja el dispositivo digital?
En El entorno digital, Pablo Boczkowski y Eugenia Mitchesltein dicen: “dos millones y medio de terabytes al día. Esa es la cantidad de información que los seres humanos producen en la actualidad. Cada minuto enviamos treinta y ocho millones de mensajes de WhatsApp, realizamos tres millones y medio de búsquedas en Google y enviamos ciento noventa millones de correos electrónicos. ¿Cómo afecta nuestra vida cotidiana esta abundancia de información?”.
Tal vez como nunca antes esté tan al alcance de la mano la posibilidad de la distracción, o del ser multitasking, de la atención diferida, la posibilidad de la “expansión” en términos de información (o por lo menos la creencia), y el estímulo constante en información, en sucesos, noticias, y ahí un largo etcétera.
Pero el cuerpo es uno solo. ¿Entonces? ¿Cómo afecta todo ese vendaval de información al cuerpo, a la mente, a nuestras subjetividades?
Quizás el camino hoy en día vaya en una única dirección, la aparición del smartphone y sus múltiples funciones y opciones, ya no como una retórica del pasado o inclusive, del presente, sino en la pregunta de cuánto de nuestro futuro va a estar mediatizado por este dispositivo, o bien, este fenómeno tecnológico, y cuáles son los cambios que esto implica.
¿Sujetos aburridos, pero estimulados? Probablemente
Sin embargo, no me interesan las miradas que se mofan o nutren de retóricas apocalípticas. Creo que lo enriquecedor está en prestarle atención a todo fenómeno nuevo que irrumpe en la realidad, trastoque los hábitos y conductas, y genere un efecto a corto, mediano, o largo plazo, sobre todo, en la medida que eso nos interpela, moldea y modifica.
Etiquetas: Agustín Valle, Byung-Chul Han, Celulares, digitalidad, Eugenia Mitchesltein, Pablo Boczkowski, Ramiro Fernández