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31-03-2023 Ficciones

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Por Bernabé De Vinsenci | Portada: Audrey Heller

Usted tiene trabajo. 

Gracias que tenés trabajo le dirán el primer día. 

Agradezca. Diga “amén”.

Otros no asegurarán—. No quieren trabajar. No les gusta el trabajo.

Hagamos un pacto de palabras. 

Según lo que hablamos le dirán. ¿Te parece? Usted dirá que sí. No tiene otra chance.

El “acuerdo”, “quedamos en”, “te pago”. Ley número uno. Olvídese del pacto. Tenga presente que las palabras duran menos que un soplo. De 8 am a 16 pm. Un modo de decir, claro. Igual que “va a llover” o “quizás salga el sol”. Sepa ni llueve ni sale el sol. Después será de 8 am. a 16. 30 pm., aproximado, nunca a favor suyo. 17 pm, 18 pm. Acuérdese que con los días perderá tiempo libre. Llegará cansado a su casa, a veces exhausto. Serán una o dos horas de más además de lo hablado. No mirará a sus hijos ni a su mujer con los mismos ojos y las ganas de siempre. 

—Estoy cansado, dejame de joder —le dirá a su mujer.

—Bajá la música —a su hijo.

Ley número dos. Se acostumbrará al cansancio. Usted será un hombre cansando. Hará del cansancio un vicio. ¿Sabe qué? ¿Me permite decírselo? El cansancio es una forma de la infelicidad. O la infelicidad misma. La infelicidad, más el cansancio, acarrea otros vicios. Fundamentalmente uno: Usted deja de quererse, cae en el abandono, y deja de amar. Se olvida. Le importa un comino el mundo. Es un cuerpo de carne y hueso, vacío por dentro e inexpresivo por fuera. 

No tengo tiempo —le dirá a lo que le hace feliz. 

El resto imagíneselo: cuando no el alcohol, jugar al Quini, a las maquinitas, puede que la suerte con una cifra millonaria, pensará Usted, lo saque del lugar de hombre cansado, ¿entiende? La timba, después las prostitutas, ¿se da cuenta? El cigarrillo para aplacar los nervios. Porro o merca. De un momento a otro, el tiempo que la Divinidad le dio para que sea feliz, la irá perdiendo y la encomendará. El tiempo, la felicidad y la vida. Todo junto.

¿No es cierto el rumor de que pronto vamos a pagar el aire que respiramos? Dudo del aire. Parece exagerado, pero del tiempo no. Hace siglos que el tiempo es una cuenta regresiva que nadie ve. ¿Cómo vemos el tiempo? ¿Se ve? ¿Se siente? Unos cabizbajos, otros revirados.

El día tiene 24 hs y nueve o diez las regala in situ, picando paredes o paleando escombros, y después descansando. Usted decide (aunque a veces es imposible) un sueldo que la inflación hace que gane lo necesario para regresar al trabajo. Un sueldo para mantener a flote su existencia. ¿Se da cuenta que, Usted, caga el sueldo? Come un sánguche de milanesa, con abundante arroz y mayonesa, y vuelve al otro día al trabajo para depositarlo en el inodoro. Esa es su caja de ahorros. Llegará cansado del trabajo, piense, apenas con una pausa laboral de diez minutos, piénselo también, después que trajo y llevó ladrillos, o levantó bolsas de cemento, y al cabo de un mes (porque ningún hombre resiste la fuerza del mulo, téngalo en cuenta, por favor) envejece diez años, y mientras tanto, no tuvo tiempo para crear una vejez digna ni para pensar una muerte tranquila. 

¡Cuidado! ¡Puede morir cavando un pozo de baño o revocando una pared! ¡En el intento de querer vivir! 

Porque el hombre no siempre es atlético y de buena musculatura. Los dolores y achaques de la vejez llegan. Ley número tres. ¿Usted cree que sábado y domingo, ambos días, le permitirán descansar? ¿Descansar para ocuparse de los asuntos de su vida? Ir al parque con sus hijos, disfrutar de un asado o visitar a sus abuelos. No. El viernes se acostará temprano quizás, malhumorado, con el cansancio de la semana y el televisor prendido. El sábado el reloj biológico lo despertará temprano. Usted estará acostumbrado a madrugar. Irá al supermercado (¿no le va a comprar un chocolatín a su hijo?) y gastará un 70% del pago semanal (si sale a comer o invita a amigos o parientes, el 90%, así que olvídese). El domingo a la mañana pensará en el lunes. El lunes en el domingo, ¿no es el lunes mismo? Estará tedioso, y el domingo, propio de los domingos, tendrá la pereza que es como una peste bubónica de la humanidad. El domingo nadie hace nada, apenas bañarse o acostarse con la ropa puesta. Pareciera que Dios, en el séptimo día, nos contagió la pereza. El lunes regresa: mismo sueldo, tiempo ilimitado y con dos o tres billetes en el bolsillo

Agradezca. Usted tiene trabajo. 

Otros no se lo harán saber de memoria. 

Con el tiempo indefinido, porque a veces los apuros de terminar obra a Usted, que, insisto, tiene trabajo, deberá quedarse hasta altas horas. ¿Para qué? ¿Cobrar unos pesos de más?, pensará. Sería maravilloso. No. Para ganar el día. Olvídese de un poco más de dinero. Olvídese que al otro día lo recompensarán entrando más tarde. En pocos meses los presupuestos, la inflación y la calidad de vida, aumentará un 50%, y a Usted no le hablarán de aumento. 

No te puedo pagar más será la paritaria. 

¿Piensa que se hablan de aumentos en pactos de palabras? Prácticamente trabajará ad honorem

Agradezca que tiene trabajo. Intente no olvidarse. De todos modos se lo recordarán. 

Otros no le insistirán—. Nadie quiere trabajar. 

Deberá ser de fierro: ni resfríos ni dolores de cabezas ni fiebres. Usted es un fierro, ¿sabe?, vale menos que una tira de un metro. Falta un día y, naturalmente, no lo cobra. Perfecto. Falta por angina (recuerde la Amoxicilina y los dolores de garganta) y corre riesgo de perder el trabajo y que otro desahuciado como Usted ocupe su lugar. 

¿Le confieso? No es que Usted esté depresivo. Lo sentirá. ¿No siente acaso que es la única persona que sostiene el mundo y sus cientos de millones de habitantes? Con el tiempo lo irá notando. Como una aplanadora pasándole por encima. La serotonina le funciona perfectamente. Sépalo. No necesita de psicólogos ni psiquiatras. Usted está agarrado de los huevos, y si lo sueltan, cae al precipicio: algo parecido a quedar en la calle. Le dirán que es mañero, que se mal acostumbra, que si a Usted lo dejan es capaz de cualquier cosa.

¿Escuchó decir “nadie quiere trabajar”? Lo dicen los mismos que le extirpan la felicidad a Usted. Sépalo. Viven de su felicidad, le roban el tiempo en que puede ejercerla. 

Si nadie quiere trabajar dicen—. Son todos una sarta de vagos. 

¿Sabe por qué? No consiguen personas porque construyen murallas de mezquindad en las que una propina les parece un sueldo. ¿Le puedo confesar otra cosa? ¿No vio que a veces lo tratan menos que a una amoladora? Ríase ahora. 

¡Brinde! ¡Usted es menos que una amoladora que viene de fábrica de segunda, obsoleta y fue comprada usada! 

¿Vio cómo le exigen que enrolle bien el cable? 

Mirá, así, te explico una sola vez le dicen—, la última vez. 

¿Sintió que es Usted el que lleva la logística de las herramientas? Claro. Cuando llegan a sus casas se fijan que estén, ¿no será este un chorrito?, piensan, y, Usted, sin ganas, está en su casa haciendo malabares con el cansancio y el dinero, y viendo si come o se va a dormir con el estómago vacío. 

Le aconsejo. 

Ármese de un oficio o estudie. 

Huya de las bocas que dicen “no consigo a nadie para trabajar”. No vaya, saque del cajón de los recuerdos infantiles lo que alguna vez quiso ser. Sea cararrota con la astronomía o apagar incendios. El mundo está superpoblado, al borde del cataclismo, ¿cree que no se consiguen personas para trabajar? ¿No le suena raro? Raro hasta que se avispa o lo avispan. Piense, ¿por qué “no se consiguen personas para trabajar”? Trate de no tropezar con la misma piedra. Tampoco repita en el futuro lo que le hicieron. Aprenda a perdonar. Quizás esté, Usted, en una situación difícil, con hijos y un alquiler. Use el dinero como medio y haga oídos sordos a aquellos que profesan el ocio a día completo y al dinero como medio. No escuché al que dice:

—Lo importante es tener tiempo libre —ellos tienen ahorros o capital.

Vea el modo de no terminar en cuclillas. De agradecer propinas. La historia sirve. ¿Cree que la historia es  memorizar años? No. ¿Recuerda a los mulatos que eran publicados en el diario La Nación para servir en casas? Eran humanos a servicios. ¿Se siente identificado? ¿Ahora dice que lo mandan a leer historia? ¿O que lea? ¿Va a permitir que, Usted, sea un hámster corriendo en la misma rueda? Mire la desigualdad del pasado. Use de entretenimiento y aprendizaje el infortunio del pasado. 

Le cuento una anécdota. 

En un curso leyeron un cuento. En un depósito de herramientas (la cinta, el metro, el martillo, etcétera) se creían una más que las otras. Cada una por su capacidad. El depósito era de un carpintero. El carpintero llegó, hizo un mueble y se fue. “Un hermoso mueble”, decía el cuento. Al final las herramientas se sintieron útiles y felices gracias a que el carpintero les dio uso. En el curso nadie dijo nada, más que aplaudir. Era un curso laboral. Salvo un alumno que, largando la risa, dijo: 

El carpintero vendió el mueble y ganó dinero. 

¿Y las herramientas? ¿Y nosotros? Se entiende, ¿no? ¿Y nosotros? ¿Nos vamos a conformar siendo útiles para el carpintero? Siéntase útil donde sea feliz. Donde pueda sentirse cómodo y alegre. A gusto. Que ningún carpintero le haga sentirse más, o menos, que el resto. Usted no es una cinta métrica. Tampoco un martillo. Usted vale por sí mismo. Sépalo. No es un objeto de caja de herramientas. Ni un enrollador de cables por propinas.

¿O a qué vino al mundo? Eso, ¿a qué vino al mundo? Insista, ¿a qué vino? 

Esconda esa pregunta debajo de la almohada y suéñela.

 

 

 

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