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Por Guillermo Fernandez
Se puede precisar con algo de certeza el momento inicial en el que los padres se desprenden de los hijos. En efecto, la idea de considerar a la crianza como víctima propiciatoria, que debe encomendarse para cambiar un destino, quizá provenga de los tiempos antiguos y de la literatura sagrada. Aquello que se ofrece a cambio debe tener un costo significativo. En el Antiguo Testamento (Génesis, 22) Dios llama a Abraham y le pide que mate a su hijo. La cruenta escena cuenta cómo el sacerdote marcha con Isaac hacia el lugar en el que se iba a realizar el holocausto.
La disciplina ocupa, pues, el lugar del horror. Nadie se detiene en el terror de los hijos. La iconografía, continuando con la serie iniciada en la Biblia, inmortaliza aquello que el mandato de Dios suprime. Filippo Brunelleschi esculpe El sacrificio de Isaac (1401) y, de esta manera, acuña el dolor el padre y del hijo como conducta a seguir.
¿Cuáles son los elementos de la composición visual de Brunelleschi que sacuden al espectador?
Si se indaga sobre la obra, se pueden observar los ojos de Isaac que a pesar de que no entiende, sin embargo, resulta natural que comprenda demasiado sobre su fin: sus manos intentando detener el ritual y un grupo de ángeles que auguran su entrada al paraíso. La figura paterna solo escucha la voz del mandato. Esta escultura abre paso a los estudios freudianos sobre la voz y la vista: esa conjunción en la que la palabra, abandona la grafía, y se graba sobre el mármol.
No es casual que el filólogo alemán Einer Auerbach (1957) abordara esta escena sagrada en su trabajo sobre la representación Mímesis (1947). Lo sobrenatural exigía conducta al pueblo.
¿Por qué la progenie ha sido víctima con el correr de la historia? ¿Por qué la suspensión de la vida, en manos de los adultos, se ha convertido en un tópico?
Volvemos a los clásicos.
En Medea de Eurípides (431 Ac) el peso de la venganza cae sin piedad en los hijos. Ellos juegan antes de ser ejecutados por la madre. Pareciera que el entretenimiento fuese un paso previo a la muerte; que la ingenuidad obliga al espectador o al lector de la tragedia, colocarse en una conmiseración inútil.
Los niños continúan siendo “recurso eficaz” para exhibir la impotencia de los mayores.
El cine no ha sido ajeno a poner el dedo en las víctimas precoces. La primera secuencia de El Anticristo del danés Lars Von Trier (2009) tiene dos ejes: una sexual, íntima e desinhibida de un matrimonio, y la caída del hijo de ambos por la ventana de la casa. Todo es simultáneo y continuo, como la vida y su cadena sintagmática de episodios.
¿Por qué los padres se desentienden del hijo que logra, en la habitación de al lado, escapar de su cuna y abrir la ventana de su dormitorio para caer al vacío?
Lars Von Trier nunca disimula la crueldad en El Anticristo y cuando bucea en lo paliativo, recurre a la música, a los primeros acordes de Laschia ch´io pianga, deja que llore de Georg Friedrich Häendel. Si el desconsuelo tiene sonido, seguro que es ese tono.
¿Hay desprevención inocente o, en caso contrario, una conducta paterna reprochable por mutilar una generación? ¿Se reitera el camino al ritual de Abraham, en silencio, con su hijo Isaac?
Los padres de El Anticristo ignoran lo que no está a su alcance, bajo su dominio. Su “castigo” comienza en el mejor momento de su pareja. Desconocen lo que vendrá, porque se hunden en su presente. En cambio, Abraham, reniega de su presente porque se sumerge en el futuro promisorio.
Los hijos son extensiones del tiempo personal. En esa dirección, Medea mata con el fin de “borrar” huellas del pasado.
La paternidad como cualidad que condiciona decide mucho más que el hombre. Toda la historia cuenta la manera en que los adultos se desentienden de los jóvenes.
Las guerras no son sólo cuestiones de límites, sino de catalogar decisiones sobre la mejor forma de amputar linajes.
* Portada: Detalle de «El sacrificio de Isaac» (1401) de Filippo Brunelleschi
Etiquetas: Einer Auerbach, Eurípides, Filippo Brunelleschi, Georg Friedrich Häendel, Guillermo Fernandez, Infancia, Lars Von Trier