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18-04-2023 Notas

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Por Luciano Sáliche

I

Entre la noche del sábado y la mañana del domingo, un mismo mail ingresó en 48 correos. Así Clarín anunció nuevos despidos. En simultáneo, en la puerta de la redacción, la empresa colocó vallas. La noticia corrió rápido por grupos de WhatsApp y a las tres de la tarde de ese mismo domingo un centenar de trabajadores de diferentes medios se movilizó a la puerta del grupo Clarín y, en asamblea, con las manos levantadas, votó ir a un paro. Las banderas azules y blancas de Sipreba, paraguas alusivos, megáfonos, parlantes, bombos y redoblantes resistían la lluvia que, justo, en ese momento, gota a gota, coreografiada, comenzaba a caer en Buenos Aires.

La excusa del grupo dirigido por Héctor Magnetto fue la “reconversión digital”, sin embargo muchos de los despedidos —algunos con más de veinte años de antigüedad, otros recién ingresados— trabajan en sectores ligados a esa “innovación tecnológica”, como redes sociales o video. La fecha no es casual —los trabajadores aseguran que fue algo pensado—: al día siguiente se cumplían cuatro años de los 65 despidos de 2019. En ese momento, el Ministerio de Trabajo, devenido secretaría, no hizo nada. Ahora, en cambio, durante la tarde del domingo, dictó la conciliación obligatoria, que Clarín decidió no acatar: ayer, lunes por la mañana, prohibió el ingreso a los despedidos.

La conciliación obligatoria establece que el conflicto se congela y las partes deben sentarse a negociar con el Ministerio de Trabajo como árbitro. Además, implica retroceder: los despedidos se revierten y las medidas de fuerza se anulan. La ley impone multas a empresarios o sindicatos que no la acaten. Clarín decidió no hacerlo. “Con la misma metodología violenta, cíclica y perversa recibieron a nuestros compañeros y compañeras detrás de vallas y no les permitieron ingresar, ni siquiera para buscar objetos personales, en algunos casos, después de décadas de trabajo en la empresa”, dice en un comunicado la Comisión Gremial Interna de Clarín.

II

El contexto es vital y complejo. Sipreba ya cuenta con la personería para negociar las paritarias. La Utpba, el sindicato que durante todos estos años estuvo poniéndole el sello al deterioro laboral de los trabajadores de prensa, dio un último manotazo de ahogado: realizó una presentación en el Ministerio de Trabajo, lo que le permitió a las cámaras empresariales dilatar las paritarias. Ahora este asunto está en manos de la Cámara Nacional de Apelaciones del Trabajo. Mientras tanto la inflación galopa indomable y la incertidumbre se apodera de un gremio muy castigado: el pluriempleo es moneda corriente y muchos deciden dejar la actividad para dedicarse a otra cosa.

Pero no todas son malas noticias. Hace días, la Sala I de la misma cámara que tiene que definir si Sipreba se sentará o no en las paritarias falló a favor de un trabajador despedido por Clarín en 2018. Alberto Romero firmaba todos los días en la planta de Zepita su contrato laboral. Nivel de precarización: era jornalero. Durante las elecciones de la Comisión Interna fue parte de la Junta Electoral. Cinco años después, la Justicia falló a su favor y obligó a Clarín a reincorporarlo, pagarle los sueldos adeudados y poner un cartel en la planta durante todo un año que explique que su despido se basó en un “un móvil discriminatorio por las actividades gremiales”. 

Por tamaño y por influencia, Clarín es la empresa más importante dentro de las cámaras empresariales que discuten las paritarias de prensa. La pérdida de la Utpba como aliado central para mantener al gremio callado y salarios siempre por debajo de la inflación es un golpe duro. Este revés judicial permite darles tiempo para ensayar nuevas jugadas, pero ¿cuánto más podrán frenar lo que ya, en definitiva, es un hecho? La Utpba, que no presentó ni un solo afiliado cuando el Ministerio de Trabajo se lo solicitó, finalmente se reveló como lo que es: una cáscara vacía sin delegados ni activistas ni defensores ni defendidos. La legitimidad la tiene Sipreba. También tendrá, tarde o temprano, la legalidad. Mientras tanto, este barro, esta mugre, esta lluvia sucia. 

III

Hoy mismo, hace minutos, Sipreba organizó una conferencia de prensa en la calle Tacuarí, frente a la empresa, en una postal que se vuelve a repetir: vallas y banderas. “No son despidos económicos: la masa salarial de los despedidos representa apenas un cinco por ciento de la ganancia”, dijo Matías Cervilla, delegado de Clarín, y agregó que “tampoco es una reconversión digital porque despidieron a compañeros y compañeros del área de video; ¿de qué reconversión digital hablan entonces?” Sebastián Díaz, también delegado, dijo que “Clarín no acata la conciliación obligatoria” y pidió que la empresa “cumpla la ley y no se crea por encima de las instituciones”.

IV

No hay otra cosa detrás de estos despidos que un disciplinamiento. La excusa de la “reconversión digital” no parece tener demasiado sustento. ¿Cuestiones económicas? Los mismos trabajadores aseguran que el Grupo Clarín no está atravesando ninguna crisis. El método de los despidos es central acá: la patronal le avisó a los 48 empleados vía mail y durante el fin de semana que ya no formaban parte de la empresa. Ayer, cuando quisieron ingresar, se encontraron con vallas. Alguien, con una planilla, pedía nombre y apellido, luego lo buscaba en el papel y si lo encontraba le decía, le informaba, le confirmaba que no, que no podía pasar, que estaba despedido.

El día antes de los despidos, el sábado, se hizo una gran asamblea general en la sede de Sipreba, que comparte con la Fatpren, ubicada en la calle Solís, donde participaron referentes de sindicatos de prensa de otras provincias. Pese al bloqueo de la personería, pese a la asfixiante inflación, pese al oscurecido panorama electoral inminente, primó el optimismo. Y aunque el cielo gris del domingo haya intentado aplacarlo, destruirlo, aunque las gotas repentinas tuvieran la forma de pequeñas dagas de tristeza, nadie se dejó vencer, ni bajo las banderas y paraguas en la calle Tacuarí ni dentro de su cabeza, porque, pese a todo, el gremio está más unido que nunca y esa es la primera noticia.

 

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