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Por Joaquín Gallardo
I.
Mi incesante ansia por definir qué es un padre desde el psicoanálisis se encontró con El futuro, novela de Gonzalo Garcés, la cual se trata de la visita de Miguel ―un hombre sin ningún deseo de ser padre― a su hijo en París. Joaquín se había casado unos años atrás con Mona, una mujer enigmática y atractiva, de quien Miguel, su suegro, queda enganchado e intenta seducirla. ¿Qué le ocurre al personaje como para querer algo así? ¿Cómo se explica esta posición?
II.
Miguel es un hombre que no puede asumir su paternidad, no quiere hacerlo, incluso lo expone. Después de una breve conversación con su hijo, Miguel reflexiona: “no sé quién inventó la comunicación moderna entre padres e hijos (…) tienes que sentarte con él a una mesa de cocina con todo tu propio e irremediable infantilismo y hacer como que tienes cosas que decirle. ¿Qué es la conversación cuando ya no hay ley?”
El deseo de padre en un sujeto no está dado, no existe como instinto en una persona. Puede llegar a ser un deseo en alguien, en tanto haya una falta. Sin embargo, Miguel es un hombre que niega su falta, no quiere saber de su propia castración. ¿Qué quiere decir esto? Cualquier sujeto en una cultura está barrado, algo le falta. Para poder entenderlo, podemos tomar de ejemplo la imagen de un cd, que tiene un agujero para que la cosa funcione. La mente de una persona también cuenta con una pieza faltante, la cual se extrae en el momento en que un bebé es introducido en la cultura y sus instintos y necesidades biológicas quedan perdidos, resignificados o simbolizados (también conocido, desde Lacan, como extracción de goce producido por el baño de lenguaje). Esto es inevitable, no existen sujetos completos, a todos nos falta algo y cada uno se arregla con ello como puede. Pero también existen los que se defienden de esto y niegan la castración. Es curiosa esa posición de rechazo, porque es necesario estar en falta (castrado simbólicamente) para desear algo, puesto que es el vacío el que empuja al sujeto a ser llenado con objetos materiales o simbólicos.
A lo largo de la novela, hay otras muestras de que Miguel no quiere ser un padre. Es claro cuando, después de sentirse atraído por Mona, él piensa: “sentí que Joaquín iba a tener que esforzarse y aprovechar al máximo su juventud y su postura, y jugar sus mejores bazas si quería recuperar terreno”. Es decir, para él no hay un padre y un hijo, hay dos hombres en espejo, una paridad, se desdibujó la filiación y la ley. Miguel rechaza dejarse atravesar por la ley común, más bien él la encarna, se rige por su propia legalidad. Al rechazar la ley, se le vuelve una posibilidad conquistar a la mujer de su hijo.
III.
Hay escenas muy interesantes para entender la relación de Miguel con la castración y qué tipo de lazo social arma:
Una tarde, él quiere conocer el lugar donde su hijo está grabando un documental. Luego de unas horas en el set, Joaquín le pregunta por qué está molesto y Miguel le contesta (que ser cineasta) “no es su trabajo, ese es el problema sobre todo teniendo una mujer que mantener, (…) una mujer necesita ciertos cuidados, ciertas atenciones, (…) ya te veo el día menos pensado pidiéndome ayuda para alimentarla”. A lo que Joaquín le pregunta ¿cuándo te he pedido algo? En su enunciación, se puede pensar que Joaquín resiste a esa barradura del padre, pero Miguel, manteniéndose firme en su posición, le responde: “no tengo por qué oír tus gritos, no voy a discutir. Oye si quieres quedarte cesante a los veinticuatro años…” O sea, le devuelve la barradura a su hijo.
Miguel, como no se permite estar barrado, le es difícil desear y mostrarse deseante. Una noche, Mona lo invita a un bar. Él primero la rechaza, pero luego se arrepiente y le dice “oye, mira, mejor voy no sea que te pase algo”. Es decir, para habilitarse a actuar acorde a lo que quiere, él la barra a Mona, la construye vulnerable, en peligro y él se ofrece como un cuidador, completo.
Spoiler alert.
Sobre el final de la novela, Miguel vive una situación sexual con Mona que él interrumpe por un motivo que uno, en principio, presupone está en relación al hijo; entonces para el lector es un atisbo de esperanza ante tanto cinismo del personaje. Sin embargo, lo que funciona como límite para Miguel es lo Real (lacaniano), el cuerpo: una enfermedad venérea impide que él penetre a Mona. Nada de legalidad, nada simbólico. Tanto resiste a la barradura de sentirse culpable o angustiarse que reflexiona: “o será que después de todo no hice nada que merezca reprobación o castigo, no todavía, que yo sepa. O será, al contrario, que ciertas cosas te quedan demasiado grandes para lamentarlas”.
IV.
Para concluir, quisiera subrayar que no todo progenitor es padre. Para Lacan, un padre encarna la Ley en el deseo; sería aquél que se encuentra atravesado por una ley (que esa ley ordena el campo del goce y del deseo), que la instaura y que puede transmitir un deseo a su hijo. Finalmente, destaco el súmmum de la posición de Miguel en una frase que le dice a Mona: la muerte ya no nos afectará. ¿A qué tipo de sujeto esto no lo afecta?
* Portada: Detalle de «Muerte y Vida» (1910) de Gustav Klimt
Etiquetas: Gonzalo Garcés, Jacques Lacan, Joaquín Gallardo, Literatura, Padre, Psicoanálisis