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03-04-2023 Notas

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Por Luciano Sáliche

I

¿Dónde, en qué parte, en qué zona, en qué movimiento, está lo específicamente literario? En el sentido estricto, lo literario son las narraciones: un lenguaje que persigue un fin estético. ¿Y cómo se consigue esa belleza, ese punctum? Hay algo más que el ordenamiento consciente de una sucesión de palabras, que la construcción de una historia, que la caminata levitante por los pasillos de un género institucionalizado. A veces, la literatura se posa sobre el borde y salta al vacío. A veces, la literatura es un misterio, como un sonido lejano, como un zumbido; a veces, es mera experimentación.

Podría decirse que la última novela de Ezequiel Bajder, La lengua de las abejas, es un experimento con el lenguaje y la escritura política. ¿Se puede hablar de la revolución y usar, además, un lenguaje revolucionario? Editado por el sello Cienvolando a fines de 2022, el libro construye un universo que se disuelve sin desaparecer. Una agrupación armada en la Alemania de 1970, el trabajo minucioso de las abejas en la colmena, un rey vengativo, una bolsa de plástico que cruza calles, rutas, veredas, edificios y revela fragmentos de la ciudad. Todo se une, se desgarra y se vuelve a unir. 

Bajder hace una crítica a la descripción como método narrativo. Habla de Roland Barthes y de la descripción “como una garantía (burguesa) de la estabilidad de sentido de lo narrado”. Por eso, su elogio a la deriva como posibilidad infinita: “una manera de perderse”, “lo contrario a la totalidad abarcativa”. Y es en esa deriva, en esa “fisura” a la pretensión de totalidad, en ese escape, en esa referencias que van y vienen, que funcionan siempre en conjunto, donde Bajder juega a metaforizar la literatura: “la lengua de las abejas, un zumbido que se aglutina y balbucea: lejos, cerca”. 

II

Dalí inventó el método paranoico-crítico para crear obras oníricas de doble lectura. Hay una obra puntual —Sueño causado por el vuelo de una abeja alrededor de una granada un segundo antes de despertar (1944)— donde vemos tigres, peces, elefantes, a Gala desnuda. Todo fue provocado por el zumbido de una abeja mientras el artista dormía. Es el sonido murmurante que une la vigilia con el sueño y permite crear una nube que se posa sobre la frontera entre ambos estados borroneándola. De ese zumbido brota una posibilidad única, paciente, infinita: la deriva. 

III

Como autor, Bajder publicó Inventario del robo, en 2009, su acercamiento a la literatura del yo, y La gala, en 2015, su acercamiento al policial. Pero, ¿a qué género se acerca La lengua de las abejas? En el prólogo, el “pretexto”, se lee: “la única forma en que entiendo la literatura: con el paso lateral del cangrejo”. ¿Qué clase de libro es La lengua de las abejas? En la contratapa, Fernando Garriga dice: “es una novela, sí, pero, a la vez, es todas las novelas”. Pero si hay que tomar una referencia, solo una, para explicar el libro, el devenir narrativo, hay que empezar por la RAF.

RAF significa Rote Armee Fraktion, que en castellano se traduce como Fracción del Ejército Rojo. De metodología foquista, operó entre 1970 y 1998, y causó una gran repercusión en el año 1977 cuando secuestró a Hanns Martin Schleyer, un ex-nazi y oficial de las SS, que en ese momento era el presidente de la Asociación Alemana de Industriales. Los manifiestos que entonces publicaba la organización no tenían mayúsculas. Esa forma adoptó Bajder en su novela, que comienza con una frase que va y que viene, que empieza y que vuelve a empezar: “una cárcel hecha solo para ellos”. 

La idea de cárcel exclusiva es el punto de partida narrativo y el punto de llegada para la RAF, porque efectivamente el Estado construyó una prisión que no sólo los encerraría; luego aparecerían muertos. Se lee también: “la política, la acción política, también puede llevarse y traerse, contactarse, dar mensajes, escribir cartas de amor”. Mientras las abejas trabajan, la RAF se defiende en un juicio que ya los ha declarado culpables. Mientras la narración avanza, Bajder va dibujando puertas y túneles y laberintos y el lector se deja llevar en la deriva.

De pronto, los guerrilleros liban y los insectos batallan y la literatura adopta la forma del sueño, la del trance, la de la deriva. Por momentos, el lector es un miembro de la RAF y se ve diciendo que “tirar una piedra es un hecho punible, tirar mil piedras es una acción política; incendiar un auto es un hecho punible, incendiar cien autos es una acción política”, o que “los jueces, que creen que nuestra lírica está compuesta de secuestros y bombas, de robos a bancos, de irrupciones, no han podido entender adonde vamos”, o que “cargar un fusil, poner una bomba, son solo la superficie”.

IV

Un escritor, una escritora, no sólo escriben, no sólo narran, no sólo cuentan; también, y sobre todo, chapotean en el charco de lo literario: experimentan con el lenguaje, lo estiran, lo recortan, lo sacuden, lo ponen a prueba. Cada tanto aparecen: son los escritores experimentales que se paran en el borde y se lanzan al vacío. Ahí aparece el efecto rupturista. De pronto vemos que la literatura, por un momento, al menos por un pequeño momento, no es ni el insecto que clava su aguijón en la piel ni la piel que percibe el impacto; de pronto, la literatura es el zumbido. 

 

* Portada: Detalle de «Sueño causado por el vuelo de una abeja alrededor de una granada un segundo antes de despertar» (1944) de Salvador Dalí

 

 

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