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09-06-2023 Notas

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Por Federico Soler

En nuestros tiempos de búsqueda de éxito instantáneo y vértigo de la inmediatez, es importante plantearnos la pregunta doble de ¿por qué un escritor escribe cuentos y por qué hay editoriales que aceptan el desafío de publicarlos? 

El cuento continúa siendo la cenicienta de las publicaciones, siempre a la espera de que un editor se digne a rebajarse, con la ilusoria expectativa de hallar a un posible idóneo novelista, entre la madeja de relatos.

El relato es relegado por las estratagemas del mercado editorial a una injustificada inferioridad y condenando por una transferencia asociativa a sus hacedores al mismo destino de inferioridad e indiferencia. Como si el escritor de cuentos padeciese alguna minusvalía que le impidiese construir historias más extensas, personajes más claros y con tramas más robustas. En este sentido, los cinco cuentos que Galay propone en Orsini, tienen la particularidad de ser relatos que pareciera están a medio camino entre el cuento y la novela breve. Como si el autor encontrase una beta interesante para trabajar su oficio en esta manera distinta de abordar el género. Ensaya, de este modo, una alternativa narrativa que sale del binarismo novela o cuento. 

En su tesis sobre el cuento, Piglia propone que en todo relato se narran dos historias. «El arte del cuentista consiste en saber cifrar la segunda historia en los intersticios de la primera. Un relato visible esconde un relato secreto, narrado de un modo elíptico y fragmentario». Esto que expresa Piglia, Galay opera en sus relatos de manera virtuosa. En cada uno de los cinco cuentos se construyen dos historias, la más enigmática y la que menos despliegue narrativo presenta en el inicio, es la que va cobrando mayor relevancia a medida que se desentraña la trama. Una estrategia narrativa que deja perplejo al lector, a medida que avanza el desarrollo de la narración, en unos finales tan cercanos a Chejov o  Carver.

Los cinco cuentos de este libro, si los tuviéramos que sintetizar en unas pocas palabras, podríamos decir que son inquietantes en dosis breves. La atmósfera de inquietud empieza con el título del libro: Orsini, un significante que no remite a una significación inmediata. Así como también la perplejidad que deja en el epígrafe. Que un escritor logre esto ya ofrece un estímulo para emprender su lectura. 

En estos relatos, la estructura clásica del cuento se encuentra dislocada. Su introducción es difusa y los finales aparecen diluidos. No resuelven lo que el desarrollo del mismo plantea; más bien abiertos, tienden a dejar al lector en el trabajo de cerrar en su mente uno o varios posibles desenlaces. Galay no recurre a finales efectistas, sino a que la resolución queda suelta, dejando que la historia se termine desgranando en palabras, como si fueran golondrinas que se pierden en el horizonte del sentido. 

Galay mantiene paralelas las dos historias que plantea Pliglia. Pero en algunos momentos de la narración se unen, para volver a distanciarse. La trama avanza en un trenzado para terminar con una de esas historias difuminándose en un final impreciso.  

En las cinco historias de este libro, hay también una aventura para contar, un lanzarse a la búsqueda de lo desconocido, lo diferente. Descubrir al último gaucho; conquistar experiencias exóticas en vacaciones; lograr dormir para producir exitosamente en el trabajo; el hallazgo de un tesoro político de relevancia en la basura. Pero el relato de aventuras que propone Galay se ve alterado por otra historia que plantea una situación inquietante y en algunos casos hasta perturbadora. Lo inquietante lo va dosificando y por momentos el narrador administra una mayor cantidad dejando al lector ensimismado de asombro.

Los distintos cuentos van atravesando diferentes tópicos. En el primero, “Tal vez un gaucho”, la tensión se produce entre la ciudad y el campo. El personaje, un estudiante universitario, necesita terminar su tesis y emprende la búsqueda del último gaucho en la pampa húmeda bonaerense. La voz singular que cuenta la historia logra el efecto de ingenuidad sobrevalorada que tiene el ciudadano bonaerense con respecto al campo.  

En su segundo relato “El sol y el buen vino”, el autor empieza a intensificar situaciones más perturbadoras. De nuevo aparece la tensión entre la ciudad y la naturaleza. Dos parejas de jóvenes urbanos eligen una localidad boscosa en Mendoza, “Potrerillos”, para dedicarse al ocio y descansar. En este relato, la tensión se produce entre la quietud que estos jóvenes van buscando en el campo y la sexualidad creciente, que va desconfigurando y confundiendo el vínculo entre ellos. Una sexualidad liberada que deja expuesta las pasiones ocultas de los amigos. Liberadas estas pasiones se producirá un desenlace que sin ser abrupto es perturbador.  

En “Dálmata”, los opuestos que tensionan se encuentran, entre la pulcritud y el orden diurno con la oscuridad perturbadora de la noche. Un yuppie porteño se ve llevado por las circunstancias de su vida a cometer un asesinato. Su vida entrará en un in crescendo desorden amenazador, que lo dejará confundido y alterado. Se van trastocando los sucesos y esas actividades diurnas laborales se ven afectadas por las otras nocturnas y el insomnio. En el medio de la historia, como si sucediese en otra frecuencia, el narrador cuenta la relación con su familia afectada por la internación de su hermano por el consumo de drogas.

En “Las manos” Galay hace uso de una interesante y valiosa técnica narrativa: ambientar la historia con una situación política emblemática del país. No es en el único cuento en donde lo pone en práctica, pero en este, por la simbología política de “las manos” de Perón, es más notorio. Una estrategia narrativa que, usada de forma defectuosa, haría naufragar al cuento hasta caer en un panfleto político. Por supuesto, no es este el caso, donde se puede ver el oficio narrativo del autor. Se hace referencia al robo de las manos del presidente Perón, sin caer en lugares comunes y hasta diríamos sin trastabillar en la referencia ideológica. A las manos de Perón la encuentran unos recolectores de basura, quienes deciden hacer un negocio extorsivo para restituirlas y. lo más llamativo, es que la operación resulta exitosa. Sin embargo, el relato dejará una duda, este detalle hará que este cuento adquiera relevancia. 

El último cuento es «Orsini». En este cuento Galay condensa las herramientas ya trabajadas y saca a relucir otras nuevas. «Orsini» podría ser una pequeña novela, tanto por la trama narrativa que se va desplegando como por la densidad del personaje principal que da título al relato. En este cuento su autor se acerca a la construcción de una pequeña novela, en capítulos breves que van posibilitando el avance de la narración. Orsini despliega ideas sobre la literatura que configuran una tesis de la misma, pero al mismo tiempo Orsini es un linyera que busca la piedra filosofal del sentido, un mensaje cifrado, como si fuera un Borges de las orillas. Merecería este cuento un análisis específico para poder desgranar los diferentes sentidos. Orsini es el gran buscador y aventurero que en los desechos de la sociedad intenta encontrar un mensaje oculto. Así es como encuentra entre un semiólogo extravagante y un illuminati de una secta moderna. Pero Orsini podría ser también cualquier cuentista que de los desechos sociales extrae su materia prima para construir sus ficciones. Es el linyera de las letras, que basurea el sentido, sin expectativa alguna. Relegado a las orillas por el mercado editorial que desde sus fauces de hambre solo grita: ¡Novelas! ¡Quiero novelas! 

No obstante, Orsini está en otro existir, bordea el mundo establecido de las convenciones y se queda fuera, esperando encontrar ese mensaje oculto, que le da sentido a su existencia.

Los cuentos de Alejandro Galay proponen la argucia de incomodarnos y obligarnos a barajar y dar de nuevo en la arborescencia de sentidos. Una bocanada de aire fresco dentro de la proliferación mimética de obras literarias. 

La editorial Zona Borde sigue con su apuesta a estas gemas ocultas y vuelve una vez más a garantizar, de esta manera, que la obra que edita presenta frescura, oficio y perturbación. Sobre todo, perturbación, en este caso, en dosis breves. El ojo del Mefisto de Lanús no falla. 

Orsini
Alejandro Galay
Editorial Zona Borde, 2023
93 Páginas

* Portada: «Caballería Gaucha» de Carlos Morel

 

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