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Por Luciano Lutereau
1.
Una idea básica de Freud es que hay realidad cada vez que algo nos afecta. A esa afección se le pueden dar muchos nombres, pero la más simple es “significante”.
Y un significante es algo que busca traducir una afección en un efecto. Si la traducción del significante es con otro significante, tenemos un síntoma. Es algo bien simple. Si esto ocurre, al efecto se llamo sujeto.
Ejemplo típico: una persona me dice algo que no me gusta, tal vez me inquieta, no lo sé, pero me afecta, entonces esa noche tengo un sueño y me pregunto: por qué carajo soñé esto.
El inconsciente, entonces, es un modo de tratamiento de la afección. Sin embargo, también puede haber rechazo del inconsciente y que frente a la misma situación, algo que me afecta, responda de otro modo: una alergia, un atracón y un vómito (real o simbólico), cualquier otra cosa que deja mi afección como intraducible.
Entonces no hay más opción que reducir el significante a lo imaginario, asumirme como un “yo” antes que como sujeto.
A este paso de aplastamiento imaginario, Klein lo llamaba “culpa”, Sartre “mala fe” y Lacan “locura”.
El yo culposo, loco y de mala fe, construye una realidad; no una a través del significante, sino una imaginaria.
Si Freud decía que la realidad implica afección, Lacan la definió a través de una pérdida. La realidad, para Lacan, es la simbolización de lo que perdemos; pero también puedo no querer perder nada.
A la realidad onírica que el sujeto descubre con sus síntomas, se le opone la realidad de fantasías que crea el yo para justificar la pérdida, la más básica de todas: que si hubo afección es porque hubo un otro malvado por ahí que se ocupo de eso.
Por eso, como también decía Lacan, el yo tiende a la paranoia, se constituye paranoicamente.
2.
Un significante no es una palabra cualquiera. Es una palabra que se hace carne, es decir, qué duele e incomoda.
Un significante -como decía Lacan- no significa nada; esto es, es una invitación a que se lo haga trabajar, a que se le responda con otro significante.
Si hay trabajo, habrá elaboración de saber y, por lo tanto, un sujeto que, si es tal, estará en conflicto respecto de ese saber.
Esta es la vía del análisis. La del sujeto supuesto al saber, que es algo muy diferente a un saber supuesto a un sujeto.
El primer rechazo al análisis es la neurosis. Porque el neurótico responde al significante con comprensión. No opone un significante, sino que atribuye el significado que le dicta su fantasma.
Dicho de otro modo, no tiene ni idea de qué va la cosa, pero cree que sabe y es clarísimo. El sentido común es una neurosis compartida.
Pero también hay una segunda forma de fallarle al significante, cuando no solo se lo priva de su articulación con otro significante, pero tampoco se lo atrapa en la comprensión imaginaria, sino que se lo hace recaer en lo real.
Aquí comienza la psicosis, cuya vertiente colectiva contemporánea está en la atribución de un sujeto del goce a la enunciación: “este dice esto porque es así o asá”.
Esta forma de significante en lo real tiene su traducción cultural en la búsqueda permanente de declaraciones. Ya nadie escucha, menos son los que piensan, lo único que importa es situar la consigna y responder “Qué dijo”.
Freud creía que la mayoría de las personas eran neuróticas. Hace rato que la psicosis se volvió el modo habitual de leer e interpretar.
* Imagen de portada: Detalle de «Mujer frente a una ventana
saludando a un niño» (circa 1679) de Jacobus Vrel
Etiquetas: Jacobus Vrel, Jacques Lacan, Luciano Lutereau, Significante, Sygmund Freud