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24-08-2023 Notas

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Por Luciano Lutereau

1.

¿Cuándo alguien puede estar seguro de lo que siente? Cuando lo que siente es ambiguo.

La ambigüedad es la prueba de realidad de la sensibilidad, lo que la salva de ser mera proyección.

De todos modos, el rastro de proyección nunca deja de estar presente en la sensación. Y cuanto más intensa es una sensación, más proyectiva es.

El problema de la proyección es que tiende al sincretismo. En particular, esto ocurre con las vivencias de rechazo: alcanza un mínimo de evento para que ciertas personas sientan que fueron rechazadas.

Que sientan que fueron rechazadas no quiere decir que hayan sido rechazadas. Quizá solo les dijeron que no era el momento, o alguien les dijo que no estaba interesado en algo (lo que fue interpretado como desinterés) o, más simplemente, que estaba en otra.

La vivencia de rechazo es constitutiva de la subjetividad. Y es una de las que necesita múltiples traducciones como para ser integrada en la sensibilidad. Esto quiere decir: para que no se la sienta ante la menor ocasión.

2.

El gusto es el sentido más importante de todos. Es incluso la base del tacto. Es el sentido más inmediatamente reprimido.

El gusto es tan importante que comienza con el rechazo -por eso es un efecto del destete; es decir, el gusto es la primera aparición del sujeto, como rechazo de la succión.

Y todas las cosas que gustan, necesitan tiempo y aprendizaje, porque al principio son feas. Los niños lo saben bien. Pero también lo sabemos los adultos: el primer vaso de vino fue agrio, el primer cigarrillo vomitivo, así hasta el primer encuentro sexual inclusive.

Porque el deseo no nace del placer, esto es muy importante, el deseo nace de lo feo al gusto. Esto ya lo expliqué de otra forma cuando desarrollé que la belleza no causa el deseo.

El primer gusto de otro cuerpo es fuerte, árido, salado, se mete en las fosas nasales y altera el olfato, pero se lo termina amando.

El gusto detesta lo dulce, porque lo dulce entontece, adormila, vuelve bruto el sentido, como lo demuestran las cervezas artesanales con gusto a todo menos a cerveza, los cigarrillos mentolados (o con gusto a limón), los cuerpos perfumados pero sin olor a cuerpo.

El consumo desprecia el gusto, uniformiza la sensibilidad, homogeneiza lo que del sujeto es su resistencia estética, sin la cual no hay ética posible.

 

* Portada: Detalle de «Los golosos» (1897) de Ludwig Knaus

 

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