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07-09-2023 Notas

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Por Luciano Lutereau

El psicoanálisis es una práctica contraria al incesto; aunque, paradójicamente, parte de reconocer que la raíz de todo deseo es incestuosa.

Por lo tanto, la pregunta es cómo un deseo pasa la prueba de su condición. Hoy esto es especialmente interesante, porque la nuestra es una cultura que valida el incesto -aunque lo disfraza, o bien plantea que es algo que ocurre solo en algunos casos.

Este es un efecto de represión; el incesto es la causa del deseo y su presencia generalizada es lo que más se busca velar.

Por ejemplo, una situación típica: la de quien llega a cierta edad y se pregunta por el deseo de hijo. Si no se pregunta por qué ese deseo no surgió del encuentro con otra persona, es porque el origen está en el lazo con sus padres.

El deseo de hijo no es propio de la mujer. Nace del encuentro con alguien, o bien de la fantasía inconsciente con los propios padres. Lo que no quita que el encuentro con alguien pueda ser el modo en que más se quiera velar la eficacia de esa fantasía.

Lo mismo, lo contrario: está el caso de mujeres que, sin pareja, se encuentran con el deseo de hijo después de desprenderse de la relación con su padre o su madre.

O bien una situación corriente: la mujer que tiene un hijo con un varón que apenas conoce, del que pronto se separa y más rápido expulsa, para conformar una pareja parental con su propia madre.

Recuerdo un caso en que, a través de un espacio de pareja, una mujer se separó de su madre y constituyó una buena alianza parental con el padre de su hija, al que hasta entonces degradaba; nueva alianza que, en un segundo tiempo, le dio el margen para encontrar una pareja conforme a un deseo exogámico.

El contrapunto es el caso del varón que, con una mujer, consigue el hijo que le ofrece a su madre. Aunque, en este caso, no deja de haber algún tipo de sustitución, la que alimenta el clásico conflicto entre suegra y nuera.

La diferencia entre un caso y otro plantea que el camino hacia la exogamia es diferente en el varón y en la mujer: para el primero es por sustitución, para la segunda por separación.

¿Qué es el incesto? Cualquier cosa que altere la sucesión entre las generaciones.

Un ejemplo de esto último: cuando alguien quiere llamar a su hijo y, sin darse cuenta, dice el nombre de su hermano. Es un fallido bastante frecuente.

Otra situación, cada vez más común en esta época: la de quien se gana la vida con contenido para adultos que, en su fantasía, no son pares, sino una versión del padre que se calienta con la hija. El incesto es lo que hoy más garpa, ya lo dijo Leonard Cohen en “The future”.

Por otro lado, ¿cómo se defiende una pareja del incesto? ¿Cómo hacen esos dos para, con los años, no volverse una fratria que paga el costo de su endogamia con la deserotización creciente?

En una novela, un amigo cuenta la historia de sus abuelos que, hasta el último día, discutían por temas maritales. Me gusta que él diga: “Discutían como solo un hombre y una mujer pueden hacerlo”.

Agregaría que quizá nosotros, espectadores, creíamos que eran una pareja que peleaba, entre ellos, cuando quizá eran una pareja peleándose con el incesto, para no recaer en esa regresión infame.

 

* Portada: «El matrimonio por conveniencia» (1883) de William Quiller Orchardson 

 

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