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17-11-2023 Notas

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Por Luciano Sáliche

Intro

Tres libertarios se suben a un Falcon verde. ¿Qué pasa después? No es un chiste, al menos no intenta serlo. Es una escena que mezcla humor y terror. Empecemos. Tres libertarios se suben a un Falcon verde. ¿Cuándo se suben?, ¿la misma noche en que la fórmula de La Libertad Avanza, Javier Milei presidente, Victoria Villarruel vice, gana la elección, si es que la gana? ¿Y cómo se suben?, ¿por la puerta del conductor? Parece difícil que un fan de la libertad, alguno de esos muchachos y muchachas que aprendieron a desarrollar su habitus político en la pandemia, desde la pecera digital, engordados a base de conspiraciones y fake news, conduzca un Falcon verde. 

¿Se suben por la puerta del acompañante, como mano derecha de un milico, aportándole información, consejos, observaciones a su líder ocasional, el conductor del vehículo, de bigote y lentes de aviador? También resulta inverosímil. ¿Y en el asiento de atrás, acompañando, recibiendo órdenes, haciendo el trabajo sucio, con los rifles hacia arriba, en diagonal, listos para bajarse y comenzar la cacería? ¿Y si acaso el único lugar que pueden ocupar dentro de esta simbología militar, dentro de este vehículo asesino, dentro de esta máquina argentina de secuestrar, es en el baúl, con los ojos vendados, las manos atadas atrás de la cintura, muertos de miedo?

La efusividad represora

El regreso del Falcón verde como símbolo intimidatorio ya tiene su recorrido. Desde el anonimato y la impunidad digital, simpatizantes de Milei lo utilizan para amedrentar a quienes se oponen a las ideas de La Libertad Avanza, incluso a quienes defienden algo relacionado al programa ideológico de izquierda. Que hace unos días el presidente de la Juventud Radical, Agustín Rombolá, haya recibido amenazas en las redes con esta simbología no sorprende. Lo llamativo es que el usuario publicó fotos de Rombolá ingresando a su casa con la consigna: “El Falcon arranca por Almagro la semana que viene», barrio donde vive el dirigente radical. A esta altura, los ejemplos sobran.

“Siete, aunque un poco incómodos, entran en este baúl”. Eso lo escribió un militar retirado de nombre Iván Volante. Es un video de TikTok donde vemos un Falcon verde —la cámara, posiblemente de celular, recorre el exterior del vehículo— con la leyenda impregnada sobre las imágenes. Volante hizo otro video hace poco donde habla a cámara y critica a Agustín Rossi. En letras amarillas leemos “¿Milei o Massa?” y el hombre, entusiasta aunque calmado, dice: “Espero que esta vez la gente se de cuenta”. Victoria Villarroel replicó el video y escribió: “Mi apoyo al Capitán y a todos nuestros hombres de las FFAA, FFPP y FFSS que padecen la demonizacion y el maltrato del kirchnerismo”.

En la esencia narrativa de Villarruel está la defensa a la dictadura militar. Se la ve en su militancia temprana, en la defensa a su familia —su tío, Ernesto Guillermo Villarruel, militar con prontuario durante la dictadura—, en la visita a varios genocidas en la cárcel y en el último debate televisivo que tuvo frente a Rossi donde dijo que Juan Daniel Amelong —cinco condenas por delitos de lesa humanidad— era una víctima. Incluso el propio Milei, más allá de toda su retórica sobre aniquilar, explotar, etc., aseguró que la dictadura cometió “excesos”. Pero la cuestión más llamativa radica, ya no en sus líderes, sino en su militancia llana: ¿podrán los fans del libre mercado sostener esta efusividad represora?

Otro libertario que sueña con la dictadura es Manuel Jorge Gorostiaga, más conocido como Emmanuel Danann. En las redes es todo un influencer —en 2021 ganó un Martín Fierro Digital—, pero en la vida física, en la planicie terrenal, la cosa se pone áspera: diversas fuentes afirman que durante el macrismo la AFI lo contrató para infiltrarse entre los seguidores de Milei. Danann apoya abiertamente al líder de La Libertad Avanza y lo hace siempre desde la provocación. Tal vez la más recordada sea la vez que en 2021 publicó fotos manejando y posando en un Falcon verde con esta simpática consigna: “Subite a la dananneta, pibe”. Ubicación: Museo de la Memoria, ex ESMA.

¿Te gustan las ideas de Milei?

“¿Qué te parece Milei?” La pregunta es de César González, una pregunta que se reitera en varios momentos de su última película, Al borde, estrenada hace apenas unos días. Es un documental filmado entre las PASO y la primera vuelta. En ese tiempo visitó barrios pobres de varias ciudades argentinas y se dedicó a preguntar cosas como ¿votaste?, ¿qué sentiste?, ¿se puede decir a quién?, ¿qué te parece?. “Un crack total”, dice un chico, un niño; no vota todavía, acaba de salir de la escuela, está con sus amigos. “¿Te gustan las ideas de Milei?”, le pregunta González a otro chico, en otra secuencia. “¡La libertad, más vale!”, y sonríe con algo parecido a la esperanza. 

Luego, con más preguntas, aparece el desacuerdo: la salud y la educación tienen que ser públicas, dice el muchacho. Entre las ideas del candidato y sus votantes la flecha hace cientos de zigzags. Sin embargo, se ve, se percibe: hay algo abstracto y poderoso en la palabra libertad que funciona muy, muy bien. En la película, las respuestas de quienes dicen que van a votar a Milei son honestas y el arco argumental va desde la celebración de la novedad a la bronca con la dirigencia actual, pasando, en todos los casos, por la necesidad imperiosa de una mejora económica. En otra escena de la película, un carnicero, mientras filetea, ruega que “venga alguien que levante el país”. 

El significante (cada vez más) vacío

Si la propuesta de Ernesto Laclau para pensar el populismo puede explicar al peronismo, también puede explicar a Milei. ¿O acaso Milei no contiene la mayoría de los aspectos que definen a un líder populista? El significante vacío de este movimiento es la libertad. Bellísima paradoja del lenguaje: que el fascismo se defina a sí mismo a partir de la libertad. Pero, ¿libertad de qué? Su convocatoria es esencialmente antiestatista, promercado. Liberal-libertario, dice Milei uniendo dos palabras que designan una multiplicidad de cosas. El significante, cada vez más vacío.

Para Laclau, el truco es encontrar el “punto nodal”, el significante sin significado que permita construir una identidad popular y así luchar por la hegemonía. Frente a la larga lista de demandas sociales, el líder carismático engloba cada una de ellas con una nueva representación. Eso es la libertad. La pregunta por qué significa se responde de este modo: lo que cada uno crea. El problema, escribió Laclau en La razón populista, es que “la identidad popular se vuelve cada vez más plena desde un punto de vista extensivo, ya que representa una cadena siempre mayor de demandas; pero se vuelve intensivamente más pobre, porque debe despojarse de contenidos particulares”. 

Una cuestión central acá es la pelea interna dentro del movimiento entre demandas particulares. Así como hay trabajadores precarizados que anhelan la dolarización y comerciantes exigen un cambio radical en el sistema impsitivo, hay negacionistas de la última dictadura militar piden la libertad para los genocidas. De pronto, en un acuerdo electoral de última instancia y sin precedentes entre gran parte de Juntos por el Cambio y La Libertad Avanza, encontramos posiciones políticas muy disímiles. ¿Quién podría oponerse a esta proclama universal, a este derecho imprescriptible, la libertad? Pocos, por ocio o curiosidad, alcanzan a leer la letra chica del acuerdo. 

Estúpida liviandad escalofriante

“Mensaje de un patriota. Basta de mordaza ideológica”, tuitea Lilia Lemoine, diputada electa por La Libertad Avanza. En el video, Carlos Pampillón, procesado por ataques antisemitas, neonazi fan de las ideas supremacistas, mira a cámara y defiende al capitán retirado Iván Volante, acusa a Agustín Rossi de “narco mafioso terrorista” y pide a las fuerzas armadas “poner las pelotas”. Los seguidores de Lemoine, miles de ellos, repostearon el mensaje. Otros, algo confundidos, le preguntaron si estaba llamando a un golpe de Estado. “No”, respondió ella, menos tajante que escueta.

Cuando un usuario le cuenta algunas de las causas que pesan sobre Pampillón —como liderar una patota que andaba por las calles de Mar del Plata buscando gays, lesbianas y trans para atacarlos—, la respuesta de Lemoine fue la siguiente: “No sé, solo tomo sus palabras. Por lo demás que lo juzgue la justicia”. Al día siguiente tuvo que pedir disculpas. Claro que su nuevo tuit con el expreso perdón por el “error” no estuvo exento de victimización: “Buscan bajarme, hay una operación que empezó en junio/julio”. El video de Pampillón sigue en la cuenta de Lemoine como prueba insistente. 

“Encuesta nacional: ¿Con qué auto o camioneta reemplazarían el glorioso Falcon verde de los 70?”, dice Pampillón en otro video. Se lo ve manejando, su cuerpo se mueve al compás de los baches y pozos. Luego suelta un chasquido y sonríe. Hay algo terrorífico en la referencia, pero también algo de estupidez. Una estupidez simple: el tipo reivindica la dictadura militar, la tortura, las desapariciones, el robo de bebés —no se puede reivindicar la dictadura del 76 sin todo lo demás, no existe la disociación— con una liviandad torpe, incluso idiota, pero no por eso menos escalofriante.

Casta y confusión 

Contra la casta política. ¿Quiénes son? “¡Los políticos corruptos!” grita un Milei enardecido. El Estado y todo ese universo que la derecha define como planero. Me dijo César González hace poco: ”Se cree que hay una porción del país que no trabaja y expropia el resultado del trabajo de otro. Es como un marxismo psicodélico capitalista: la expropiación de la fuerza del trabajo es una de las grandes maravillas que trajo Marx a la historia del pensamiento moderno. La plusvalía. Y es usada por los sectores que hoy en día odian y dicen ‘todo socialismo’, y creen que esa apropiación la cometen sectores que cobran un plan social de 60 lucas al mes, con lo que no vive nadie”. 

Si empezamos a desmalezar la verborragia libertaria encontramos antiperonismo, macartismo, racismo, misoginia, homofobia sobre un telón de fondo ligado a la construcción de todos esos discursos: la imposibilidad de establecer argumentos profundos, sensatos, inteligentes, sensibles. No hay una dificultad en la declamación de consignas, tampoco en la vociferación de una idea, sino que el problema parece ser la argumentación. Lo que nos da por resultado una gran confusión ideológica. No hay otra respuesta ante la pregunta de qué une al fandom juvenil de Milei y el espeso núcleo que busca un cambio drástico de narrativa en torno a la dictadura: confusión. 

¿Cómo se lucha contra esa confusión? Como contra la ignorancia y la estupidez, con sus carencias: argumentos inteligentes y sensibles. Pero el problema no es ese, no; el problema es lo que hay adentro de esta confusión acerca de la libertad, lo que emerge, lo que crece, lo que ya se vislumbra: el facismo. ¿Y cómo se lucha contra el fascismo? Ahí la batalla es muy diferente y lamento decir que en ese terreno los argumentos ya no importan demasiado.

Outro

Tres libertarios se suben a un Falcon verde. Pero, ¿quién le garantiza a estos tres individuos arquetípicos con banderas de don’t trade on me en sus perfiles de redes que no van a ser víctimas de un poder salvaje, ideológico, represivo y asesino? ¿Quién les garantiza a estos tres libertarios arquetípicos que no forman parte, ellos, también, de forma pasiva, de eso que alguna vez se animaron a definir como el cáncer de la sociedad? ¿Quién pone el límite de esto sirve, esto vale, esto importa y el resto no, el resto a la mierda, a la basura, al río, exterminalo, aniquilalo? ¿Ellos mismos, los tres libertarios, fans de la libertad, votantes eufóricos del fenómeno Milei? 

Pero si la perversión es el motor de una violencia de estas características, ¿por qué un libertario arquetípico que quizás no tiene más ambiciones que una suma no exagerada de dólares en su cuenta bancaria se encuentra en un Falcon verde yendo a cazar disidentes? ¿Qué le garantiza que esa perversión no se volverá cada vez más pura y haga que ese libertario, que en algún momento le resultó simpática la idea de subirse a un Falcon verde, sea un problema, un disidente, parte del cáncer de la sociedad, y merezca ir en el baúl, con los ojos vendados, las manos atadas atrás de la cintura, muerto de miedo, preguntándose por qué, por qué, por qué?

 

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