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Por Luciano Lutereau
La teoría freudiana de la perversión es muy complicada, sobre todo porque tiene muchas contradicciones.
Ahora bien, estas contradicciones, lejos de debilitarla, le dan su fuerza y complejidad.
Además, los casos que Freud tomaba como paradigmas de perversos, hoy casi no existen o bien no los consideraríamos como tales.
Por otro lado, hay un solapamiento que hace de la perversión una especie de normalidad, cuando Freud dice que la desmentida respecto de la diferencia sexual es fundante.
Por eso es importante prestarle atención a los términos y expresiones que usa Freud, en busca de detalles que iluminen el conjunto.
Por ejemplo, cuando Freud habla de la desmentida lo hace en dos aspectos: ante la percepción (de la niña) y respecto del falo de la madre -que es un supuesto, no observable.
Entonces, de esta última dice que es “una mujer respetable”. ¿Qué es la madre fálica? Aquella a la que un perverso respeta. Los perversos son muy respetuosos -al contrario de lo que se suele creer.
Ese respeto llega a la adoración, como ocurre en la fascinación por algunas divas o estrellas de cine. Lo contrario del respeto es lo que Freud llamó “degradación” como incentivo de la vida erótica.
La degradación de la que habla Freud no es un acto de desprecio o humillación; es poder estar en relación a la castración en la mujer (no de la mujer, porque como tal, una mujer no está castrada).
La degradación es respecto de su lugar de madre con falo, a la cual el perverso solo puede amar, pero no desear. En efecto, es un motivo de consulta frecuente, el de varones que aman a mujeres que no pueden desear -y no porque, como los obsesivos, deseen de contrabando en otro lugar.
Este es un hallazgo de la teoría de Freud: el amor, librado a sí mismo, por sí mismo, no produce nada bueno; sin el deseo, el amor lleva a los varones a la perversión y a las mujeres a la locura.
El segundo punto, el que se relaciona con la percepción, es fundamental porque se vincula con un modo específico de constitución de la realidad.
Un indicador sutil de perversión es la capacidad de reconocer una pérdida. En su artículo sobre el duelo, Freud es claro respecto de que este comienza con una pérdida efectiva, es decir, que se reconoce como parte de la realidad.
El perverso vive como si esa pérdida no hubiera ocurrido. Pienso en los casos de quienes concluyeron una relación amorosa, pero siguen ahí, sin eficacia del tiempo; no se trata de un duelo patológico, sino de una falta de duelo, que lleva -por ejemplo- a que un vínculo continúe igual después de una separación.
Por esta vía pueden pensarse dos aspectos de lo que llamaría “perversión ordinaria”. Si tuviera que agregar un tercero, sería: esos modos de lazo en que no se simboliza la diferencia sexual, es decir, en que bajo la apariencia de una elección narcisista, lo que prima es una desmentida del dato básico de que dos no hacen uno.
* Portada: «Amor y dolor» (1895) de Edvard Munch
Etiquetas: Edvard Munch, Luciano Lutereau, Perversión, Psicoanálisis, Sigmund Freud