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Por Victoria Béguet
1. ¿Hola?: un réquiem para el teléfono de Martín Kohan (2022, Ed Godot) recupera desde el título mismo el gesto central del ensayo como género: la formulación de una pregunta. El recorrido que propone Kohan –a la vez azaroso y necesario- se coloca, ante todo, en estado de asombro frente a un fenómeno o, mejor dicho, un objeto, que permite trazar los contornos de un paisaje tecnológico en vías de obsolescencia: el teléfono. La cronología, así como los autores, películas, textos, programas de televisión y de radio en los que se detiene este recorrido parecen impuestos por el deseo, más específicamente por un deseo de dialogar con un otro que es, finalmente, conjetura. Más allá de que su material lo instala en el pasado, ¿Hola? evade en todo momento la nostalgia. La mirada, curiosamente, no está dirigida hacia atrás, sino que se encuentra suspendida en una suerte de umbral temporal y atravesada, en todo caso, por una levísima melancolía que reenvía a las paradojas de la intimidad. Estas paradojas son, también, aquellas de la tecnología. El teléfono, reflexiona el texto, está hecho de dualidades, de contradicciones (presencia/ausencia, goce/malestar, cercanía/lejanía, lo material/lo inmaterial). Frente a esto ¿Hola? elude la solemnidad y prefiere la risa y ¿qué es la risa sino una pregunta lanzada al vacío?
2. Hace tres semanas mientras revolvía en una librería de usados a tres cuadras de casa me encontré con el siguiente libro: Cancroregina de Tommaso Landolfi, autor que nunca había leído. Cancroregina trata de un viaje a la luna. De un viaje a la luna en compañía de un lunático, de un loco. El protagonista recibe una visita, una visita que irrumpe con violencia en su vida ordenada y previsible como suelen hacerlo los personajes que ofician de doble del protagonista aunque no expliciten esta función. El viaje a la luna se da gracias a una máquina asombrosa, tan orgánica como artificial y que evade categorías al recordar a varios insectos a la vez. Este viaje se concreta pero deviene, gracias a la imposibilidad de volver a tierra, espera angustiosa e ininterrumpida. La especulación excitada e insensata da paso a otra especulación sobria, paciente y absurda que el protagonista define para sí o para el lector (no sabemos finalmente a quien le habla) como una forma de perfeccionar el tedio. Así, el protagonista de Cancroregina parece desmaterializarse y devenir pura voz, puro desplazamiento.
3. Si nuestra relación con el teléfono puede ser entendida como una escena de lectura, Crimes of the Future/Crímenes del futuro (2022, Cronenberg) se interesa por una escena de reescritura que es indisociable del asombro que suscita la tecnología. Más específicamente (y en consonancia con las inquietudes recurrentes de la poética de David Cronenberg) Crímenes se instala en un futuro distópico en el que mutaciones inesperadas del cuerpo humano imposibilitan sentir dolor. La película se detiene así en los modos en los que el cuerpo puede reescribirse -casi como un código- exigiendo nuevas lecturas. Los interrogantes de Cronenberg nunca se alejan demasiado del eje placer-dolor y el vínculo cuerpo-tecnología es un vínculo, ante todo, íntimo. Es decir, doloroso. De esta manera, Cronenberg vuelve a insistir en uno de sus temas predilectos: los modos en los que la tecnología duele. Toda tecnología es así -postula Crímenes-, fundamentalmente cruel: a la vez una forma de ejercer violencia como un ejercicio impostergable de autoconocimiento.
* Portada: «La llamada» (1960, detalle) de Ray Goodbred
Etiquetas: David Cronenberg, Martín Kohan, Ray Goodbred, Tecnología, Tommaso Landolfi, Victoria Béguet