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11-01-2024 Notas

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Por Luciano Lutereau

1.

De las novelas de mi juventud, una de las que más me impactó fue El juguete rabioso, de Roberto Arlt.

La situación de alguien que fuese un juguete de la sociedad en que vive, al punto de resentirse y recaer en la furia espumosa de la rabia, me conmovió.

Ahora, en lo que estuve pensando en estos días -quizá por la cercanía de la Navidad- es en la redención que le da traición al protagonista.

2.

Por lo general, pensamos que la traición anula un vínculo, pero más bien ocurre lo contrario.

Por ejemplo, si un niño no traiciona a su madre, nunca saldrá de la sumisión. Vale para todos los vínculos.

Y decía que pensaba en la cuestión, en estos días cercanos a la Navidad, porque reflexionaba que si el cristianismo trae una novedad es la del amor que traiciona, o la traición por amor.

La situación paradigmática en la Biblia es la traición de Judas, que no fue por dinero (30 monedas no compraban ni un burro) sino por amor y, por eso, es el discípulo más fiel. Mejor dicho, es el más fiel porque no es fiel, no da la “tediosa y vulgar fidelidad” -como dice el poema de Silvina Ocampo.

El amor cristiano es el que nace de una traición. A propósito, ¿Jesús no nace de una mujer cuyo hijo no proviene de su prometido? Y este, José, ¿no piensa en irse y dejarla?

Es cierto que la Biblia pone ángeles para velar este tipo de circunstancias, pero en el fondo se trata de la traición. Hasta Jesús en la cruz le pregunta a Dios por qué lo abandonó.

3.

¿Y si la traición, en lugar de anular el vínculo, lo enriquece?

Hay personas que, si un amigo va a una reunión y no les dice, lo viven como una afrenta y se hostilizan.

Pensaba en qué importante es dejarse traicionar.

Parafraseando la frase popular, diría: “Si no te traiciona, no te quiere”. No es al revés.

Y esa actitud implica una enorme disposición personal, una especie de conversión.

4.

Creo que esto vale también para la amistad, que es el vínculo al que -hipócritamente- más se le exige renegar de la traición; cuando alguien que no traicionó jamás a sus amigos, no es un buen amigo.

“Hice trampas al póquer, defraudé a mis amigos” dice una canción muy linda de Joaquín Sabina.

En estos días también leo Los amigos que perdí, de Jaime Bayly, que me encanta.

5.

En este tiempo se empezó a querer desplazar el eje de la pareja hacia la amistad, haciendo un elogio de esta última. Es un mal elogio, porque se la idealiza, mientras que la pareja me parece un vínculo mucho más interesante porque aloja lo miserable.

Las buenas amistades, si no son un poco como parejas, no son muy interesantes; son como complicidades restrictivas, lealtades eternas.

Me interesan más las parejas, porque terminan.

6.

Si una amistad no termina, no valió mucho la pena.

Si una pareja se vuelve una amistad, es porque ya está terminada.

 

* Portada: «Captura de Cristo» (1602) de Caravaggio

 

 

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