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Por Luciano Sáliche
Como todo ídolo, Javier Milei tiene fans. Este grupo opera fundamentalmente en las redes sociales. Pero, ¿qué tan grande es y cuál es su relación con la realidad, sobre todo cuando el deterioro económico y social da señales más que evidentes? En su última entrevista —otra vez en La Nación +, otra vez con Luis Majul—, ante la pregunta de cómo va el partido, el Presidente respondió: “Vamos invictos, el problema es que el círculo rojo no la ve”. Es un concepto en el cual insiste su fan account: habría una notable mejora pero los disidentes “no la ven”. ¿Quién instala la idea y quién la replica? ¿La narración oficial la dicta Milei y sus seguidores la difunden o es al revés?
El magma avanza
¿Cuántas cuentas de fan account tiene Milei? Influencers con verdadero impacto hay varios. Basta con entrar al perfil del Presidente y ver qué retuitea y qué favea. Ahí está todo. Hablo de Milei Shelby, El Peluca Milei, Traductor, El Buni, Termo, Juan Doe, El Trumpista, etcétera. La mayoría, seudónimos. La retórica de esa primera línea es dura, ácida, prepotente, conductora. Luego hay un segundo anillo de cuentas con menor incidencia pero incidencia al fin: Milei Conducción, Militancia de Milei, Milei Explains, Milei Presidente, etcétera. Y finalmente, miles de cuentas de pocos seguidores con alguna alusión directa en su nombre al actual Presidente. Es un magma.
Esto me recuerda un animé de 1994, Beta X, donde un grupo de científicos desarrolló una máquina monstruosa, una suerte de Kraken o Cthulhu, que comenzó como un huevo, creció de forma orgánica alimentándose de plantas, animales y humanos, y ahora es una criatura terrorífica e incontrolable. El temor del Imperio de las Máquinas es la falta de control, porque saben que pronto esa criatura va a ser una amenaza, incluso para ellos mismos. La protegen los Guardianes del Imperio reprimiendo la disidencia, no con el fascismo discursivo del fan account de Milei, sino con poder de fuego real enmascarando sus venganzas íntimas detrás de lo que ven como un bien superior.
Los Guardianes del Imperio de Milei están amparados en la lógica de Twitter. Con la llegada de Elon Musk, las cuentas verificadas pueden monetizar sus tuits: a más visualizaciones, más dinero. El hate es una forma de generar contenido viralizable, incluso las fake news; no hay restricción alguna en ese aspecto. Los Guardianes producen contenido viralizable y el propio presidente coopera en la difusión. La pregunta, al igual que en Beta X, es si es Milei el que da las órdenes a sus Guardianes o si la fiebre ideológica es tan grande que ocurre al revés. Por otro lado, ¿el magma del fan account se está comiendo a la sociedad civil o es puro espejismo digital?
Autonomía volcánica
Según dijo en algunas entrevistas, Milei usa él mismo su cuenta de Twitter. En la página web milei.nulo.in se lleva un conteo de la cantidad de favs que da por día. Además, un resumen de la semana. El jueves 15, por ejemplo, dio 621 likes. La web muestra los horarios en que más likea, un top ten de las cuentas más likeadas y un estimativo del tiempo que pasa en Twitter en base a los likes que dio. Ese jueves estuvo tres horas y veinte minutos. Si cada sociedad y cada época construyeron héroes a su imagen y semejanza, y siguiendo lo que decía Durkheim, que todas las representaciones son conceptuales, ¿qué idea totalizante levita sobre el liderazgo de Milei y su fan account?
En el auge de las redes, Jordi Busquet Duran escribió un artículo que decía que si “los primeros fans eran considerados seguidores entusiastas y exaltados”, y “estaban entregados y obedecían a sus ídolos de manera incondicional”, ahora son “protagonistas de sus actividades de ocio” porque “al interactuar pueden convertirse también en nuevos creadores”. El fan, ya no como consumidor pasivo, sino como un productor activo. El contenido inicial del ídolo el fan replica, engorda y expande. Ya no es sólo lava, ahora es magma. Pero, ¿puede influir el magma en la actividad del volcán o es una derivación externa?, ¿qué tan autónomo es Milei de su fan account?
El magna ya tiene sectores clave de los medios tradicionales —vemos cómo se extiende la hilera de periodistas ansiosos por adorar al nuevo oficialismo— y no tradicionales —La Derecha Diario, Agarrá la Pala, El Peluca Milei, etcétera— que responden con sumo entusiasmo a la actividad volcánica que en Javier Milei ocurre. La simbiosis entre ambas partes es tan intensa que el discurso se unifica y vibra incontrolado. Incluso con una realidad adversa causada por las decisiones gubernamentales, viralizar la magnificencia del Presidente implica un desafío doble: de pronto, el fan account ya no solo batalla por la verdad sino también contra la verdad.
Breve digresión germánica
Hans von Bülow era un chico de la nobleza germana que iba a ser abogado, pero un día escuchó a Wagner y quiso ser músico. Tenía el entusiasmo, tenía la plata, lo logró. También se volvió fan de Wagner. Fue tan fan que lo llevó a su casa, le presentó a su mujer, a sus hijas, se hicieron amigos. En un momento escuchó algunos rumores que desestimó hasta confirmarlos: su mujer lo estaba engañando con su ídolo. Optó por el silencio. Pero escuchó más: que el padre biológico de su tercera hija era Wagner. Por cariño y admiración, lo había elegido como padrino de la niña. Finalmente lo confirmó: era hija de Wagner. No dijo nada. Optó por el silencio.
Hans von Bülow tampoco dijo nada cuando su mujer se fue de la casa, se llevó a sus dos hijas más grandes (la menor, la que no era su hija biológica, se quedó con Bülow) y, con el tiempo, fueron adoptadas por Wagner. Dos años después su ex mujer se casó con su ídolo. ¿Qué le debía Hans von Bülow a Wagner? Obtuvo su primer trabajo como director en Zurich gracias a él. También le permitió dirigir algunas de sus más exitosas obras. Pero le debía, sobre todo, su amor por la música. Pese a todo, Hans von Bülow siguió siendo fan de Wagner: escuchando, tocando y promocionando su música. ¿Acaso no es lo que hace un verdadero fan?
La fiebre letal
En una nota televisiva en la calle, un muchacho se quejó por la situación económica. Había enojo en el entrevistado, pero lo que sobresalía era tristeza; estaba al borde del llanto. Días después, varias cuentas fans de Milei rotularon la nota como “papelón total de los medios kirchneristas” diciendo que se trataba de un periodista de El Destape, medio afín al peronismo. Hicieron hilos que a la ligera sonaban convincentes, pero vistos con atención eran dos personas diferentes. De hecho, debajo, en los comentarios, varios usuarios señalaban el error. La cuenta oficial del presidente retuiteó esta operación, ¿sabiendo que lo era? ¿Milei comanda a sus fans o es al revés?
Podríamos afirmar que esa militancia exacerbada que cree que el “anarcocapitalismo” puede salvar a un país devastado por el “socialismo” es víctima de su propia pereza intelectual, pero en este magma entusiasta se encienden formulaciones que proponen demostrarlo en base a argumentos afiebrados, por momentos ridículos, que no son otra cosa que una mentira descarada, cuando no una estafa social. Todo el arco intelectual argentino, si es que tal cosa existe, se pregunta cómo forzar un debate argumental honesto contra un sector del oficialismo que no teme en fabricar fake news, insultar o recurrir al doxeo para demostrar que tiene la razón. Quizás haya que salir del plano digital.
La cultura fan no es otra cosa que un lugar donde protegerse de la otredad. Los aspectos positivos están relacionados a la contención y a establecer lazos que en el caos social se vuelve difícil. Sin embargo, hay una tendencia que propicia internet: mientras se flamea la utopía del consenso las identidades se encierra en burbujas celebratorias imposibilitando establecer diálogos con otros sectores. La endogamia se vuelve tan grande que se produce una ruptura con lo que pasa afuera, en la realidad común. ¿Qué otra cosa significa el vínculo que Milei mantiene con su fan account que el clímax de una fiebre que sube y sube, que llega a la hiperpirexia, que juega a ser letal?
Etiquetas: Beta X, Cultura fan, Elon Musk, Fan account, Hans von Bülow, Javier Milei, Jordi Busquet Duran, Redes sociales, Richard Wagner, Twitter