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07-02-2024 Notas

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Por Diana Rogovsky

En la Revista Paco leí recientemente un texto acerca de Barbie, la película dirigida por Greta Gerwig que ha resultado la de mayor taquilla en 2023 y no ha recibido nominaciones recientes para la candidatura a entrega de los premios Oscar en la dirección y la actriz protagónica. Dice Contarrreforma en su Barbieworld y el fatalismo neoliberal progresista que «Vi Barbie hace poco. Una película que se hace algunas buenas preguntas acerca del status del feminismo y del progresismo en 2024, y las responde todas mal. No vi nada escrito en esta clave sobre la película. O, miento, vi algunas cosas, todas festivas y gacetilleras. Pero especialmente no pude leer la perspectiva de una mujer, que es lo que me hubiese gustado». Y más adelante: «Barbieworld es un mundo equivalente al que emerge de scrollear el smartphone por las publicaciones de los influencers de Instagram: una superficie pulida y suave al tacto, sin fricción, hiperestetizada, que representa la positividad del mundo.”

A partir de estas dos afirmaciones elaboraré algunas reflexiones surgidas. Probablemente no integre demasiado los puntos de vista del autor si no que más bien lo tomo en algunas de sus derivas. Preguntas sin respuesta que se van multiplicando, más bien, por ahora.

 

I.

Las películas, como objetos estéticos privilegiados en nuestros mundos actuales, nos permiten hablar de toda clase de cosas: política, economía, filosofía. Por supuesto eso puede ocurrir con la literatura, la música, la Ópera y el teatro, también. Sin embargo, mi punto de vista se centra en pensarlas como construcciones audiovisuales resultantes de un modo particular, en un cruce que articuló una industria -y una muy poderosa en Hollywood, tan cerca de Silicon Valley- en confluencia con una incorporación de artes fotográficas, sonoras, visuales, escenoplásticas, actorales, coreográficas y de montaje junto con aquellas cuestiones narrativas que se puedan formular en un guión. Una reunión o cruce entre arte y técnica que previamente no se había producido en esa escala.

Al tratarse de una empresa sumamente ambiciosa (la película Babylon, protagonizada por Margot Robbie tematiza el asunto) y que gozó del favor de las clases populares en sus comienzos, se volvió un importantísimo negocio en el que se invierte muchísimo dinero y otro tipo de recursos y por ello, las disputas por la popularidad y dominancia se juegan en primera clase y sin descanso.

 

II.

En mi caso, referiré algunos puntos respecto de cómo llegué a esa película, un poco indirectamente (¿será esto así, a fin de cuentas?).

Cuando era chica leí en la colección Robin Hood: Mujercitas; Señoritas; Hombrecitos; y Los Muchachos de Jo, de Louisa May Alcott. Se encontraban entre otras obras que conformaban la colección que nos abría las puertas a un inventario ecléctico y admirable de la llamada literatura universal. Eran libros que te hacían llorar, imaginar, comprender y vislumbrar las posibilidades de ser escritora para las jovencitas plebeyas. No hace mucho le propuse a mi hija ver juntas la versión cinematográfica de Mujercitas de Greta Gerwig, una especie de plan para chicas. Lamentamos no haberla visto en pantalla grande. Es una delicia de iluminación, arte, vestuario, fotografía, casting, montaje. Parece que respirás esas telas y ambientes iluminados como en un mundo angélico. Otra vez se nos cayeron las lágrimas con la muerte de Beth, reímos y nos enojamos con las rivalidades y comedia de enredos del amor y corrimos con Jo tras el profesor. Una pieza magistral, concluimos, tanto el libro como la película. Luego nos pusimos a googlear biografìas y a comparar a Jane Austen con Louisa May y también ver las diferencias y coincidencias con las hermanas Bronté, a las que se alude en la película que Gerwig dirige. Todas escritoras cuyas obras fueron realizadas también en el cine. Propondré entonces, a partir de esta anterior experiencia, que Gerwig hizo su película en clave de comedia musical.

 

III.

En esa lógica vi Barbie, pero fue en una sala de cine esta vez. Para entrar en tema, podemos decir que la comedia musical -un producto brillante de la “edad dorada” de los grandes estudios de Hollywood que articuló a artistas de la cultura popular con artistas académicos en esa unión particular de danza, música, narratividad y el arte industrial del cine en los años ’30 tiene una vertiente que nunca resulta cínica (las de Vincent Minelli como Gigi o Un americano en París por ejemplo), otra que es crítica e irónica (las de Bob Fosse como Cabaret u All that jazz). Es claro hoy que esas obras se hicieron en otros tiempos, en otros mundos. Unos casi ya desaparecidos, aunque han dejado como estela, antes de retirarse por completo, un aire de ensoñación flotando, unas maneras de puesta en escena muy elaboradas como la que ambienta a Judy Garland en el camino de El mago de Oz, como un ejemplo arquetípico.

 

IV.

Tanto los cineastas como los cinéfilos le han “pegado” bastante a Barbie. Se entiende por qué, por cierto. El film se estrenó junto con Oppenheimer (de Christopher Nolan a la que también le “pegaron” los mismos grupos, que es una película de muy alto presupuesto por otra parte, realizada en fílmico de 35 mm y que requería ser proyectada en salas con formato IMAX para poder ser apreciada en toda su potencia visual). Son datos que no podemos obviar tratándose de producciones importantes y de que además, esta estrategia de marketing fue comunicada públicamente por las empresas de Warner Bros y Universal. Una escala en la que no se dejan estas cuestiones libradas al azar.

Barbie convoca. Se produce un fenómeno de gente yendo al cine vestida de rosa, padres con pochoclo, madres e hijas de distintos grupos sociales conmovidas y encontrando puntos de conexión (algo que cualquiera que conozca las dificultades frecuentes que atraviesan los vínculos madre-hija no debería subestimar). Pareciera como si el mundo camp hubiera regresado de repente y requiriera a sus fans para ser celebrado. La banda de sonido incluye algunas canciones que sintetizan otras dimensiones que se agregan a lo que vemos en la película y arman su propio mapa sentimental. Un mundo de luces, colores, telas, juegos que aluden a los espíritus de época de décadas previas y formas de vida articuladas en una cadena de citas y referencias.

 

V.

Voy a traer ahora una frase de Lucrecia Martel, dando un salto olímpico y pidiendo un acto de fe intelectual para acompañarlo, confiando en que luego se acomoden las nociones. Martel puede ser ubicada en las antípodas del cine que genera una película como Barbie, aunque suele expresar su visión mediante entrevistas, clases y se pronuncia frecuentemente sobre el mundo del cine y la política: “hacemos películas para que la gente luego hable a partir de ellas.” 

Barbie no solo sacó a la gente de sus casas y las plataformas luego de la pandemia de Covid-19, sino que han pasado los meses y la conversación continúa. En ese sentido, los grandes grupos (ex estudios, hoy productoras y distribuidoras además) de Hollywood, más allá de sus impiadosas estrategias para intentar barrer con todo otro cine, se encontraban ante un gran desafío de supervivencia.

 

VI.

Tal como ocurrió antes del peronismo y está volviendo a ocurrir en estos tiempos que parecen ser un destructor fenómeno de arrasamiento de la cultura propia al que dolorosamente nos enfrentamos, a manos de los grupos que, agazapados como estaban, proponen que no salgamos de una posición de colonia, este cine masivo de Hollywood ha logrado una llegada a las masas y una actualización de las conversaciones que no deberíamos subestimar. El asunto era disputar audiencia a las llamadas plataformas, que están transformando sustancialmente el desarrollo del cine industrial y marcando la agenda de estos sectores. Así lo expresó la propia Margot Robbie en una entrega de premios.

 

VII.

Agreguemos datos. Dice Wikipedia: “Greta Celeste Gerwig es una actriz, directora, guionista y productora estadounidense. Su renombre surgió por su participación en películas del género mumblecore (movimiento cinematográfico que nace en el seno del cine independiente norteamericano. Las películas se caracterizan por ser de muy bajo presupuesto, girando en torno al drama-comedia. Suelen estar rodadas en digital, y ubicadas en Estados Unidos)”. Dada esta procedencia y combinada con la de la inicialmente periférica, por australiana, imaginemos ahora los procesos de gestión y realización del proyecto Barbie. Podemos enterarnos lateralmente, a su vez, de lo que puede llegar a ocurrirle a un creador y productor. Por ejemplo, contamos con el relato del exitoso realizador -en Argentina- Damián Szifrón respecto de los procesos y complejidades que tuvo que atravesar para rodar su película Misántropo en EEUU.

 

VIII.

Llegados a este punto, considero que no vale la pena incomodarnos porque Margot Robbie, que, dato importante, es una de las productoras de Barbie y esperó tres años a que Gerwig la dirija y, según dijo, lleven a cabo un producto masivo en el estilo que a ellas les resulta más conveniente y afín. Quizás sea hasta una suerte de desquite de estas rubias hegemónicas, taquilleras y con una capacidad de trabajo y adecuación llamativas a la industria en la que se desempeñan.

También resulta admirable nos permitan, incluso, comparar, ponderar y apreciar un cine muy distinto: el cine argentino. Así como el latinoamericano nos depara otras reflexiones y potencialidades que necesitamos y nos merecemos. Imprescindibles. Y que hoy están en riesgo.

 

IX.

Algo más. Barbie y Ken no tienen superficies erógenas en sus cuerpos (los actores encarnan muñecos de plástico para niños y si bien este asunto amerita un pensamiento más exhaustivo y detallado, dejémoslo acá por ahora, como un borrador). Eso está tematizado en la película. Al igual que en Pinocho o La Sirenita elegir tener un cuerpo real, mortal, conflictuado y traumatizado no les será fácil. Barbie fue creada para su hija por una mujer que tomó de modelo a una muñeca porno (y acá se nos complica el asunto del fetiche y el objeto “muñeca” respecto del cuerpo humano pero no vamos a ir por ese lado). Entonces, las únicas muñecas posibles para una niña eran las de tipo bebote. 

 

X.

Como en un texto de Ursula Le Guin, notamos que se transmiten historias latentes casi ocultas en las conversaciones entre mujeres, tal como entre las indígenas mestizadas, más o menos, en las ex colonias de Inglaterra. Hay una conversación muy tenue que ocurre más bien en las cocinas o dormitorios de las casas, con luces filtradas y en proximidad, luego de que una madre y una hija se miran tras las lágrimas y el desconcierto buscando un punto de anclaje para poder reencontrarse.

 

XI.

Resulta ajeno a este texto analizar los modos, grupos creadores, financistas, tanto como la misma historia del cine argentino. Será considerado para el caso como unidad cultural, sobrevolando sus diversas riquezas, complejidades y ambivalencias. Pensémoslo como un conjunto de ríos, afluentes, diques, deltas y puertos. Y en medio de esa realidad fluvial permitámonos tomar un poco de agua de un lado y de otro, como en una ecléctica colección de historias, tramas, puestas en escena y modos de decir y mostrar imposibles de hallar en ninguna otra parte.

Pero algo que este recorte puede destacar es la posibilidad de proximidad, intimidad. Tangibilidad, si se me permite tomar una sensación que proviene del tacto para trasponerla sinestésicamente a un producción que recibimos como audiovisual. Y he allí un tipo particular de erotismo al que llegamos en seguida cuando la película nos deja.

 

XII.

Así, apunto algunas películas argentinas, recientes y no tanto, que más que resolver los problemas de los tópicos planteados o responder definitivamente alguna pregunta abrirán líneas divergentes respecto de lo que fui diciendo antes: Aniceto de Leonardo Favio, de 2008. Si podemos pensarla como drama musical podrá asombrarnos. Los sonámbulos de Paula Hernández, de 2019. Pequeña, corto de 2019 de las directoras Paula Morel y Paula Manzone.

No sé si se puede hablar estrictamente de feminismo, de femineidad, de pensamiento no fálico respecto de estas películas. Creo que sí, al menos en parte. Por supuesto de formas singulares y dislocadas, poco o más propagandísticas y persuasivas según el caso y nuestras expectativas. La forma en la que estamos hechos, eso que llamamos órganos de los sentidos y cómo se conectan con la intelección y la palabra dicha y escrita, nos dejan.

 

 

 

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