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22-02-2024 Notas

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Por Luciano Lutereau

1.

El código tradicional de la seducción suponía que el varón conquistara y la mujer condescendiese.

En esta distribución de roles, el varón devenía deseante en la medida en que su deseo fuese puesto a prueba; es decir, si no exponía su deseo no iba a terminar de decidirse.

La mujer, en su lugar de consentimiento, tenía la prerrogativa de la negación: hacerle un desplante al varón podía ser una manera de contribuir a poner a poner a prueba su deseo.

2.

Ejemplo típico: el varón que le cantaba una serenata a una mujer que podía no salir al balcón; o bien la mujer que aceptaba que un varón la acompañase durante días consecutivos, hasta que un día decidía que la acompañara otro.

Tradicionalmente, el varón insultaba ese desplante femenino. Así decía “Es una p…”

3.

Hoy esa matriz de seducción ya no existe más. Hoy es el varón quien decide y la mujer quien tiene que presentarse como una opción deseable.

En esta última consideración (la de “opción deseable”) puede verse cómo las sociedades occidentales recibieron el impacto de la lógica mercantil (para un varón-cliente).

Esta inversión es constatable, independientemente de cómo interpretemos su causa o valoremos su condición. No es que los varones están histéricos, fóbicos, etc.; es que la matriz de seducción se modificó y hoy el resorte de la elección está en el varón.

4.

Como contrapunto del insulto por el desplante, se empezó a hablar de responsabilidad afectiva, empatía, reciprocidad.

Estos términos no describen la chance de un encuentro real, sino que son síntomas morales de la modificación de la matriz de seducción.

La diferencia sustancial está en que mientras que el varón insultaba, la mujer hoy juzga y fundamentalmente rechaza, quizá para no sentirse rechazada.

Esto último es importante, porque el rechazo femenino (que puede ir desde ponerse furiosa y atacar, hasta pedir explicaciones o reprochar) son en verdad defensa contra ese rechazo de sí que es la melancolía.

5.

La escena de seducción, como matriz que articula deseo y poder, se dirime en cómo cada sexo se las arregla con el rechazo.

Además, la matriz actual hace que la prostitución ya no sea una fantasía erótica sino la dinámica misma del encuentro: varón consumidor y mujer que tiene que convencerlo. Una plataforma como OnlyFans o la venta (o regalo) de contenido erótico son una demostración de esta dinámica.

6.

En el viejo paradigma, a una mujer se la podía insultar diciéndole “p…” porque justamente no lo era (o podía serlo en su fantasía). Hoy no produce otra humillación que la de poner sobre la mesa las reglas del juego.

 

* Portada: «Salón de la Rue des Moulins» (1894) de Henri de Toulouse-Lautrec

 

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