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21-03-2024 Notas

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Por Luciano Lutereau

1.

En la práctica del psicoanálisis es frecuente escuchar a personas que dicen que sienten diversos estados (tristeza, enojo, decepción, etc.); pero ¿es lo mismo sentir algo que poder vivir un sentimiento?
Esta es una pregunta que se desprende de varios artículos y ensayos de Wilfred Bion y que creo que es muy importante recuperar en una época de reactividad emocional como la nuestra.

Sentir puede ser un acto de descarga sin sujeto psíquico. Bion lo dice en términos más sencillos cuando afirma que no son lo mismo la experiencia y aprender de la experiencia. Solo en este último caso se puede hablar de vivir en sentido estricto.

Esto me parece interesante: que ya en la década del 60 del siglo pasado, hubiera psicoanalistas que situaran como problema clínico básico que las personas no estuvieran vivas. Quizás así se anticiparon al furor de los zombies en la década del 80. Los zombies, esos que no están vivos ni muertos, que son más bien “muertos vivos” y que, lejos de la ciencia-ficción, revelan un modo de existir en las sociedades contemporáneas.

2.

De las ideas de Bion, una muy potente es la “ataque al vínculo” -que tiene su modelo en la noción kleiniana del sadismo del bebé respecto del pecho.
La idea es simple: ante una frustración, se ataca la omnipotencia supuesta y, en particular, la identificación proyectiva.

Esto último quiere decir que ya ni siquiera se utiliza al otro como continente de un aspecto disociado de la propia personalidad, como cuando se le reprocha a otro algo que, en realidad, hacemos nosotros.

Cuando ya no hay lugar siquiera para el reproche, entonces solo queda la venganza, el ataque, como el que acontece en ciertas interrupciones de tratamientos que no pueden absorber un episodio penoso sino que, por este mismo, el paciente se desquita castigando al analista.

Por ejemplo, ante una ruptura amorosa, alguien decide romper con su análisis, sin darse cuenta de la relación entre ambas cosas; o quizá con el argumento consciente y encubridor de que el analista no entiende su sufrimiento, porque no puede sentirlo, es decir, con un motivo que no se reduce por empatía.

El de ataque al vínculo es un concepto cada vez más pertinente en la clínica psicoanalítica; estuvo muy de moda en algún momento y luego se olvidó, quizá porque quedó absorbido por el de pasaje al acto.

En cualquier caso, lo que me interesa es que el ataque al vínculo -llamarlo así- permite entender mejor esa instancia en que alguien siente un dolor irrepresentable ante el cual el otro no puede hacer nada o solo puede parecer que no le importa.

Como dije antes, no se constituye el reproche -respuesta más común de las neurosis-, sino el ataque como forma de resolución de una tensión intolerable. Más allá del psicoanálisis, esta noción vuelve a tener vigencia porque es el modo frecuente de ir por la vida de diferentes personas.

3.

Otra formulación de Bion que me gusta mucho es que diga que cuando alguien es incapaz de pensar y tener ideas verdaderas, se refugia defensivamente en pensamientos morales.

4.

En la situación clínica hay una situación que es típica y, por lo tanto, puede compartirse: un tipo de intervención consiste en hacer una diferenciación en torno a un elemento psíquico que, en el discurso del paciente, permanecía aglomerado.

Es una distinción casi de sentido común, que cuando se señala, llama la atención por su evidencia, incluso al paciente mismo; por ejemplo, cuando se le dice que “No es lo mismo no hacer algo que no hacer algo” -es decir, a simple vista es la misma expresión, pero hay una diferencia sustantiva entre la negación de una acción y la indefinición de un acontecimiento.

Dicho así todavía es abstracto, pero estoy seguro de que cada quien puede pensar un ejemplo más específico por su cuenta, ya que es una intervención bastante frecuente. ¿En qué casos? En pacientes que sin ser psicóticos, tampoco son neuróticos, ya que lo analizable no es un síntoma sino modos primarios de funcionamiento psíquico como forma de pensar y sentir, es decir, de vivir.

Lo interesante y relevante no es la intervención en sí, sino la respuesta que suele tener del lado del paciente cuando esa diferenciación no se acompañó de un adecuado manejo de la contratransferencia: un asentimiento rotundo del paciente (como si se le hubiera dicho una revelación, lo que le quitó la chance de pensar por sí mismo) y la formulación de un imperativo implícito “Ah, sí, tengo que tener en cuenta esto…”.

De este modo, se constituye un objeto psíquico, como relevo de la indiferenciación, que no es un pensamiento real, sino un nuevo aglomerado compuesto de la distinción junto con la incidencia del superyó. Este podría ser un ejemplo amplio de lo que Bion llama “objeto bizarro”.

5.

Otra idea de Bion que me parece muy útil es cuando plantea que, cuando la capacidad de tener pensamientos se detiene, hay una mayor disposición a proyectarse en la materialidad y, en la particular, en la inercia de las cosas.

Esta idea me parece muy potente porque refleja bien lo que hoy se expresa como “zona de confort” y, en síntesis, habla de un gran apego a la comodidad. Lo cómodo va a contrapelo del trabajo psíquico. Y es notable cómo en algunos tratamientos es preciso transitar mucho hasta llegar a la inclusión de la incomodidad como un factor propicio, que inclina hacia el movimiento.

El problema de la comodidad es que tiende a reducir los vínculos a meras prolongaciones del Yo. El cómodo no responde a la interpelación del Otro; considera a este último como objeto de una satisfacción inanimada, como cuando hoy se dice “me sirve”.

El modelo infantil de esta posición -dice Bion- es la del bebé que pide más y más alimento como compensación de una incapacidad emocional en el vínculo con la madre, sin desarrollo del juego en torno a la nutrición.

Una lectura contemporánea de esta misma actitud puede encontrarse en varones refractarios al compromiso, pero que esperan igualmente tener gratificaciones al estilo “es esto y nada más”, como si esa nada fuera posible, como si se la pudiera tener a raya con solo decirlo, con una gran dificultad para pensar con el otro.

Bion es un autor de muchísima actualidad.

 

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