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Por Pablo Manzano
«Con cada meme te vuelves más memo»
Leído por ahí
Mucho antes de que mis pantallas se llenaran de ocurrencias cómicas a todas horas y de que tanto humor me hiciera perder el sentido del humor (solo para este tipo de cosas), había oído por primera vez la palabra meme. Antes de eso solo la había leído, y me sorprendió oírla pronunciada por un pariente con más tendencia al consumo de ciertos contenidos (es curioso a lo que hoy se le llama «contenidos») que de ciertas lecturas. Me pregunté cómo este primo mío, aspirante a entretener micrófono en boca bajo un cono de luz y con un muro de ladrillos rojos detrás, o a llenar algún día un teatro, por qué no, a lo Ricky Gervais, podía saber quién era Richard Dawkins. Comprobé enseguida que no lo conocía, pues se lo nombré y lo confundió con algún otro célebre funcionario de la risa. Yo por mi parte había confundido, claro está, los memes de Dawkins con los memes de internet, de cuya existencia me enteré a partir de la charla con este familiar.
Curiosamente, a Dawkins en los setenta también lo tomaron por un humorista, en el mundo de la ciencia y la filosofía de la ciencia. Quizá fuera más que nada envidia, por el éxito masivo de El gen egoísta, que en su último capítulo plantea la analogía entre el meme y el gen. Allí Dawkins acuña el término meme y lo define como un gen mental, un paquete cultural que se transmite por imitación y que coloniza otros cerebros. Lo cultural, como lo biológico, se explicaría por un proceso en que ideas y creencias se replican y sobreviven (más allá de sus portadores): el meme Dios, el meme Patria, el meme Libertad, el meme Igualdad, el meme Familia, el meme Amistad, el meme Monogamia… Desde el rigor científico, y no solo desde la envidia, a Dawkins se le reprochó su falta de seriedad. Se dijo que su memética no estaba bien respaldada, que no daba cuenta de cómo una unidad de información podía replicarse en el cerebro y circular. Se argumentó que el suyo era un concepto peligroso y representaba una amenaza para un estudio serio de la conciencia y la evolución cultural. Se le criticó la inexistencia de un código para los memes, como el ADN lo es para los genes, y que contribuyera a devaluar la idea misma de gen comparándolo con el meme. Su teoría fue tildada de biología imaginaria y se dijo que el éxito de su libro solo se debía a que era una obra de ficción.
La única concesión que se le hizo a Dawkins fue que su idea de meme era cautivadora. Solo se trata de una metáfora, fue la sentencia final. El investigador catalán Jorge Wagensberg, sin embargo, señala que todos los grandes conceptos de la ciencia fueron metáforas. Ocurrió con el átomo durante milenios, y con el propio gen durante décadas. En la línea de Dawkins, Wagensberg se pregunta por qué algunas ideas se perpetúan y otras se extinguen. Los memes genéticos, según él, superan la selección en virtud de dos grandes criterios. Uno tiene que ver con el fortalecimiento identitario de las mentes, lo que supone una ventaja evolutiva-adaptativa, ya que es lo que sella el pacto y da cohesión a los grupos. La identidad grupal o colectiva se replica por medio de eslóganes, himnos, liturgias, símbolos, memorias, cromatismos, mitos, feriados… El segundo criterio que señala Wagensberg para la pervivencia de las ideas tiene que ver con el conocimiento. Una diferencia sustancial sería que en el primer caso los memes de Dawkins compiten a bofetadas para imponerse a otros de su misma especie (sin enemigo no hay cohesión, une más el recelo hacia los otros que la confianza en los nuestros). En el segundo caso los memes también compiten entre sí, pero para conocer y comprender la realidad. La otra diferencia, sostiene Wagensberg, estaría en las verdades irrenunciables de las mentes identitarias, en contraste con las verdades renunciables de las mentes cognitivas.
Si en el ámbito de la ciencia el intento de analogía de Dawkins fue visto como acientífico, en el de las ciencias sociales se lo consideró simplista, estrecho, primitivo: en una palabra, cientificista. (Muchas veces, al contrario de lo que afirma Jorge Wagensberg, el conocimiento también se disputa a bofetadas). En este espacio, quienes arrugan la nariz ante la memética de Dawkins prefieren hablar de «discursos», un concepto que curiosamente también apunta a la replicación o propagación de las ideas, indiferentes al beneficio o el perjuicio que generan.
Con respecto a los memes de internet, los análisis más entusiastas coinciden en que no se puede hablar de esta expresión social en los términos de Dawkins y reducir la complejidad de un fenómeno como es la producción y el consumo de montajes visuales de orientación humorística. Aunque es sabido que el mecanismo de replicación genética es tan perfecto que hasta los virus lo usan, el poder de viralización de los memes graciosos no indicaría que estos operan como virus, infectando cerebros y haciendo copias para replicar ideas o identidades. La analogía que cabe contemplar, según varios textos académicos, no sería la de estos memes como genes ni tampoco como virus, sino como obras de la cultura popular. Los memes de internet, a diferencia de los memes de Dawkins, vendrían a ser creaciones voluntarias que no se propagan por imitación de patrones. Sería más bien la reapropiación, y no la mera copia de tipo genético, lo que define al meme cómico como un nuevo elemento cultural.
Los artículos más celebratorios sobre los memes de internet suelen celebrar el poder de la interpretación, el poder de la creatividad y el poder de la risa. Destacan el rol activo de los productores de humor en la esfera digital, los «agentes interpretantes». Su «labor hermenéutica» no sería la de reproducir un original a la manera de un cover, sino la de modificarlo, resignificando hechos relevantes con un enfoque propio y creando mensajes propios. En cuanto a la creatividad, el meme de internet no se limitaría a un montaje visual, sino que es un «ejercicio de choque que configura nuevas constelaciones», un acto de rebelión contra lo oficial y al margen de los medios hegemónicos, la «desaprobación de conductas políticas desde lugares de enunciación particulares». Con respecto a la risa, una de las monografías que leí sostiene que «la risa empodera» a quienes producen y consumen memes. La experiencia estética de lo sublime, según el autor en cuestión, ya no tendría que ver con lo dramático, sino con «desdramatizar». Así, el mundo de los memes digitales propiciaría un humor democrático y comunitario, con un carácter lúdico que «pone a la realidad entre paréntesis y apaga los resortes que tienden al juicio», y cuya función consiste en «relativizar tensiones y descomprimir, para poder reírse de todo».
Promediando la mitad de este artículo, me pregunto si no lo estoy escribiendo solo por frustración, ante la certeza de que nada de lo que escribo merece ser compartido como un meme u otro contenido viral jocoso, que sin duda ofrecen un humor más atractivo y demandan menos tiempo de consumo. Sea como sea, mientras leía todos esos papers sobre los memes de internet me iban surgiendo otras preguntas.
Si lo cómico sustituye a lo dramático, ¿no se vuelve el humor un elemento demasiado esencial para que algo pueda compartirse? ¿Qué tan particular puede ser el lugar de enunciación de algo compartible? ¿Qué es compartir, es solo pulsar una opción en el celular? ¿Hasta qué punto somos conscientes de lo que compartimos? ¿Compartir no es también pensar igual sobre aquello que compartimos (el consumo de actualidad) dentro de nuestro kilómetro sentimental? ¿Una ocurrencia propia equivale a un enfoque propio? ¿Alguien puede tener un enfoque propio? ¿Qué tan propios pueden ser los mensajes que se inscriben en un entramado ya definido de filias y fobias? ¿No operan los memechistes desde patrones reconocibles? ¿Se puede estar al margen de los medios hegemónicos cuando se caricaturizan hechos iluminados por el foco mediático? ¿Alguien desaprueba una conducta política sin hacer la vista gorda con otras? ¿Alguien es capaz de reírse de todo? ¿No es el sarcasmo algo al alcance de cualquier ameba virtual? ¿No equivale más bien el consumo de memes a vivir atrapado en el paréntesis de la realidad, no es la realidad un meme? Esa risa que empodera, ¿no es acaso risa sectaria, risa de manada, risa de hienas? ¿No es en los momentos de tensión cuando estrechamos lazos con los nuestros y, para aliviar tensión, participamos en ese derroche de ingenio popular para reírnos de los otros? ¿No se replican los memes de Dawkins no solo mediante liturgias, etc, sino también a través de los memes graciosos viralizados de internet?
Los desacreditados memes de Dawkins también podrían explicar a su manera la imitación de modas y estilos de vida: el meme Reconectar, el meme Adaptógenos, el meme Diván, el meme Clonazepam… O la replicación de simpatías y antipatías, de coqueterías políticas varias: el meme Memoria, el meme Antiprogre, el meme Sorora, el meme Antifeminista, el meme Aborto, el meme Assange, el meme Palestina, el meme Arte y Cultura… Se me ocurre (también yo puedo ser ocurrente) que, en tanto genes, estos memes pueden mutar, como muta el meme Monogamia en el meme Poliamor. Se me ocurren otros imperativos de época que también se mimetizan: viajar mucho, tener mucha vida social, experimentar mucha satisfacción laboral, tener mucho sexo (si estás en pareja, que sea con tu pareja) y, sobre todo, reírse mucho. Acatar este último imperativo tiene un valor adaptativo notable, pues es clave para no naufragar en el trato social. Si el meme Desdramatizar nos integra en la manada, él también sobrevive y se replica.
No suelo abandonar las manadas de WhatsApp, a lo sumo dejo de participar cuando empiezo a sentirme demasiado cómodo. Actualmente integro una en la que cierto tipo de humor está altamente cotizado. Obedecemos el mandamiento de reírse «de todo» y no tomarse nada en serio. En este chat los memes, tuits y comentarios vertidos en redes son la forma de comunicación (caricaturización) habitual. La calidad de los contenidos compartidos poco importa, mientras reproduzcan el escarnio unidireccional, predecible y autocomplaciente del grupo, dirigido a los blancos de siempre: feminismo, lenguaje inclusivo, juventudes de izquierda, géneros no binarios, reivindicación de minorías, ambientalismo, veganismo. (Es llamativo el fortalecimiento de la identidad porno-cárnica dentro de esta manada desde que llegó el veganismo). La cohesión grupal está asegurada, pues todos comparten un lugar en el que se sienten cómodamente instalados. O quizá atascados, como se atasca la púa en un disco de vinilo con el inevitable resultado de la repetición. Los materiales graciosos seleccionados por los miembros de este chat se comparten con la convicción de que todos somos ajenos a cualquier adherencia (o influencia) ideológica.
Y es que el poder embriagador de lo hilarante convierte al humor en un arma ideológica perfecta, ya que muchas veces oculta el rastro de la ideología. En uno de los trabajos consultados, donde se evoca a Zizek, está la idea de que los mandatos ideológicos borran o intentan borrar «las huellas de ligadura a diferentes formas de obediencia». Así la ideología mantiene su dominio haciendo que la gente corriente sienta que no está. En este aspecto, la eficacia ideológica del humor es crucial en la disputa por el sentido. Con un humor bien logrado se puede instalar o desmontar un discurso, ridiculizar un reclamo legítimo y reducirlo al victimismo, otorgar a cualquier mensaje una categoría de verdad (en una campaña política los productores y reproductores de memes graciosos, aunque ni contratados ni remunerados, son jugadores clave). Pocos se preguntan desde qué lugar se producen esos mensajes y qué es lo que reproducen, pocos son conscientes de los telones y trasfondos. Y es que al compartir, los patrones culturales compartidos impiden tomar consciencia de lo que se comparte.
Citando otra vez el trabajo que cita a Zizek, no existe una realidad externa de la que el individuo se apropie (como dicen que se apropia el creador de memes ingeniosos), ya que la ideología siempre está operando en esa «realidad». Ante la imposibilidad de conocer la realidad (el acceso a ella es limitado y una cuestión de fe), surge la fantasía ideológica y «la nada de lo real» se rellena con la creación, colocación y propagación de objetos sublimes. Y acá es donde llegamos otra vez a los memes de Dawkins: el meme Dios, el meme Tao, el meme Nacional, el meme Libertad, el meme Derechos, el meme Mercado, el meme Estado… No es que la ideología esté ocultando algo, dice el texto que cita a Zizek, lo que está ocultando es la nada.
Sin embargo creemos conocer la realidad, pues, aunque se presente confusa y caótica, si la miramos desde una cierta perspectiva todo se aclara (anamorfosis). Así, en su representación abstracta y compacta, los memes virales nos permiten comprender el mundo desde un cierto ángulo. Lo que tiene su ventaja, ya que, como sabemos, identificar la causa de todos los males, ya sea la falta de libertad o la falta de derechos, siempre es tranquilizador y farmacológico. En este sentido, una ocurrencia cómica no solo nos hace reír, sino que se suma a la producción de contenidos que nos explican la realidad de la manera más sencilla posible.
Etiquetas: Humor, Memes, Pablo Manzano