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21-03-2024 Notas

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Por Cristian Rodríguez

¿Cuál es el curioso experimento que se está gestando en la Argentina, rubricado, entre otras atrocidades, a partir de ese primer viaje de Milei a Israel como Jefe de Estado? ¿Cuál es el experimento de llevarnos al borde del abismo, encerrarnos, encapsularnos en las calles, rociarnos y provocarnos con una nueva batería de gases tóxicos y sustancias químicas en una pequeña muestra de lo que otros estados provocan a escala industrial? De lo no muy diferente y también por fuera de la ley ¿Qué es lo que en este mismo instante está haciendo el Estado de Israel en la Franja de Gaza con las poblaciones civiles, transgrediendo los estamentos internacionales?, esas acciones que no pueden simplemente justificarse por el principio de la legítima defensa frente al agresor. Ante la brutalidad fanática y política de Hamas, se responde con un espejo redoblado, multiplicado. No se trata, de parte de Israel, sólo de reconocer o no el Estado Palestino, reconocer o no la condición soberana de un pueblo, una comunidad que tiene una pertenencia cultural que también es ancestral y milenaria, tanto como la del pueblo judío. En última instancia, se trata de no reconocer la condición humana, que es por aquello que debieran velar los gobiernos. Mientras tanto, un Milei arrogante y desbordado, habla de más a boca de jarro sin tener en cuenta que en esas palabras se juegan los destinos de la República, que sus palabras son ahora las de una investidura de Estado.

Este tema por el que ya se pronunció no sólo Hamas sino la Liga de Países Árabes es la antesala de replicar la lógica del terror que ya padecimos en Argentina en la década del noventa en los atentados contra la Amia y la Embajada de Israel. La alineación de Milei con las atrocidades que devienen de afirmaciones tan temerarias, que llevan al disparate de la guerra, de profundizar la premisa del “derecho de los países a defenderse”, avala en realidad actos de Genocidio sobre las poblaciones civiles, como los que ejerció EEUU en medio Oriente, oportunamente. En este nuevo conflicto, ya han matado a más de 30.000 palestinos, una cifra escalofriante si pensamos que se trata de una población de unos 5 millones de habitantes, un porcentaje descomunal, de los cuales 10.000 fallecidos son niños.

En esta intención de delimitar qué clase de experimento se va a llevar a cabo, se produce mientras tanto una realidad propia de las lógicas de exclusión y de la militarización como ética y como estética de vida. Esto ocurre también en el país anfitrión que recibió a Milei a principio de año, a la par de lo que está sucediendo en nuestro propio país, y por extensión en los difusos confines de una nueva Política de Estado amigable con el usurpador en Malvinas.

No es diplomacia sino instigación, prohibición, ultraje, infatuación, profanación, renuncia a los derechos soberanos, en medio de un éxtasis fanático creciente. El llanto solipsista del presidente en el Muro traerá profundos lamentos para nuestra población.

El Gobierno de Netanyahu, que acaba de ser advertido por el Tribunal de La Haya por Crímenes de Lesa Humanidad, por políticas propias de un Estado Genocida, le calza como anillo al dedo a este nuevo gobierno argentino filo castrense. Hemos visto coquetear desde el primer día al gobierno con las fuerzas del cielo y con las más oscuras pretensiones represivas, propias de aquellas encíclicas de la última dictadura en Argentina: Dios, familia y propiedad. El dios de los goznes medievales se abre contra todo tipo de diversidades humanas hasta amputarlas de cuajo en una posible nueva inquisición. Si ya en el gobierno de Macri habían utilizado el sistema informático del que disponía Israel para interferir comunicaciones, el sistema de espionaje telefónico llamado Pegasus, que permitía arrollar el derecho a la privacidad de las personas, entrar en los teléfonos de opositores, activistas, periodistas o espíritus libres de expresarse en disidencia, tendremos ahora un nuevo recetario de censuras que tal vez se estén gestando de la mano de acuerdos que posiblemente traigan plagas seriales. El ejército israelí cuenta con una plataforma de Inteligencia Artificial denominada Habsora (Evangelio) o similares, y que ya ha utilizado contra Hamas y Palestina, para “producir objetivos a gran velocidad, elaborar mapas interactivos para el movimiento de las tropas y marcar las posiciones, entre otras aplicaciones bélicas.”

La vasta tradición del Pueblo de Israel no es la de avalar un estado genocida ni un destino militarizado. Cuidémonos de los fundamentalismos. En nombre de ese tipo de ortodoxias se han cometido los grandes crímenes de la humanidad. En nombre de esos mesianismos, paganos, profanos o religiosos, se han cometido las grandes carnicerías que aún hoy lamentamos. Armenios, judíos en Auschwitz, palestinos, entre otros. Los estados militarizados de Estados Unidos e Israel, como una rémora de los grandes imperios militares del siglo XIX, han tomado el relevo durante la segunda mitad del siglo XX y en lo que va del siglo XXI.

Por estos días escribimos con palabras urgentes, es menester no sucumbir al silencio cómplice o conformista.

El experimento gubernamental argentino tal vez ya contempla el estallido social local, muy próximo e inevitable, con una presión deliberada y creciente sobre la población, atrapados hasta la asfixia en una Franja de la que los sectores mayoritarios de la población no pueden salir, agobiados por salarios magros y ahora pulverizados por las subas obscenas de precios y servicios. La opresión toma formas sigilosas y constantes, sumergidos frente a la anacrónica hipótesis del enemigo interno, gestando el estallido social como razón vertical que habilite una intervención directa de las fuerzas de seguridad y de las fuerzas armadas sobre la población, militarizando la dinámica del estado y de la vida cotidiana, bajo excusas -que también son realidades parciales-  ya enunciadas de amenazas de estados paralelos narcoterroristas, o caos civil estructural al modo de los sometidos y estallados países africanos, otrora colonias europeas, sitiando las almas y nuestro porvenir, imponiendo posibles restricciones a las libertades individuales proclamadas por nuestra Constitución ¿En el horizonte de este experimento argentino que el mundo mira con curiosidad y estupor, también con manos financieras y empresarias internacionales que se restregan de gozo, tal vez bailan los ratones de una fantasía que pretenda instalar un nuevo orden represivo?

Tan lejos estamos de los ecos que la poética de Daniel Barenboim imaginó con la música que proyectó al mundo la orquesta West – Eastern Divan.

 

 

 

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