Blog

Por Guillermo Fernandez
Se han estudiado las llamadas “figuras retóricas” como ejercicio de la lengua, un artificio estilístico que pone a prueba la sagacidad de los lectores. En ese sentido, cuando Roberto Arlt escribe su pieza dramática La isla desierta (1937) utiliza para designar la condición del hombre contemporáneo una semejanza: lo compara con una lombriz solitaria en un intestino de cemento apuntando a la imposibilidad, a la impotencia que acarrea vivir en una sociedad que desatiende.
La decisión del escritor argentino lleva a preguntarse sobre la incomodidad de leer, sobre el hecho de “descifrar” para que tan solo una parte del sentido llegue a ser leído. Su elección no es ingenua: el alimento vital para que el insecto crezca se anula porque el medio es certeramente el inapropiado.
¿Hay algo más eficaz para nombrar la soledad? ¿Un gusano sin medio en que desarrollarse resulta contundente como imagen?
Ese cuadro cognitivo que surge del campo visual al leer ese sintagma de La isla desierta no requiere de más palabras, de esa extensión apropiada del enunciado que lo convierte en preciso. Aquello que se oculta que, según lo señaló Jacques Lacan en Escritos I (1971), sustituye “lo otro”, lo que queda afuera: una ausencia que es, sin lugar a duda, presencia.
¿Decir todo, no es acaso, un atropello a la intriga, al hecho de dejar en suspenso, de entregar una imagen a medias que se debe completar con los restos del universo léxico del interlocutor?
Esas entidades binarias ausencia/presencia, afuera/dentro consisten en las claves del ejercicio semiótico de la escritura y comprensión lectora.
El cine, desde sus comienzos, incorporó este recurso para involucrar al espectador en la audaz tarea de ver algo más que la imagen.
Entre los más actuales, Jonathan Glazer en su película Zona de interés (2023), basada en la novela del escritor también británico Martin Amis (2014), se preocupa por “solapar”: crear una suspensión de la trama que genera tensión. En este caso, el silencio opera como mensaje de aquello que induce al horror. En la metáfora subyace el principio de economía, de ahorro de secuencias del mensaje que finalmente redundan en un plus demasiado cruel.
Se citaron dos ejemplos del amplio catálogo de obras que recurren a la escasez de lo verbal o lo visual con el efecto de apuntalar el sentido. Si el arte oscila entre el eje de lo explícito y de lo implícito, la curva que se genera en ambos es una franja fértil para crear la duda, la intriga, o el hecho de saltar al vacío de la interpretación.
Nunca es una tarea fácil. La pausa en casi todos los órdenes estéticos es una brecha que se debe recomponer. La música creó la categoría del silencio; la lingüística, la franja entre el sintagma y el paradigma y el psicoanálisis, las pulsiones complementarias.
Se lee superponiendo vacíos y reconociendo excesos. Aquello que se ve puede llegar a ser aparente, una bruma que se debe despejar. La interpretación se parece a la carta de navegación de un navío con símbolos que engañan el horizonte.
* Portada: Detalle de un retrato a Silvana Cenni, pintado en 1922 por Felice Casorati
Etiquetas: Felice Casorati, Guillermo Fernandez, Jacques Lacan, Jonathan Glazer, Martin Amis, Metáfora, Roberto Arlt