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Por María José Nacci
El fin de semana del 12 de agosto estuve en la FED, Feria de Editores ocurrida en Buenos Aires, una feria de editoriales que se relacionan directamente con el público, donde los feriantes cuentan, apasionados, de qué va cada libro. Se siente el calor que enciende el deseo de que ese libro, en particular, ese producto tan trabajado, circule. De que los autores interactúen con los lectores, que se compartan proyectos nuevos y que ese espíritu de descubrir algo nos embriague.
—Agarrá, tocá, levantá el libro que quieras y después contale a las generaciones futuras como huelen, ustedes van a ser la última generación en conocerlo así, en papel.
Me dice una de las editoras de Hekht que se define como una plataforma de experimentación textual y editorial. Levanto un libro de Ursula Le Guin, la famosa escritora de ciencia ficción que no había visto antes, Las Chicas Salvajes, y les pregunto cómo consiguieron los derechos. Me cuentan que escribieron a una universidad norteamericana y que les respondieron que se podía traducir sin problemas:
—No tenía los derechos Minotauro, así lo hicimos, simple
Sonreímos satisfechas, sabemos que los relatos mutan de forma, pero que no van a desaparecer así porque sí. Es una necesidad humana gregaria, del homo narrans.
Sigo la exploración y paso por la mesa de Qeja, donde además cumplo función de escritora por la reciente edición de mi nouvelle El Viejo Mercado, homenaje a mi ascendencia paterna que recupera las voces de los inmigrantes italianos de los años cuarenta. Me cuentan que se está vendiendo más que en ferias anteriores:
—La búsqueda debe venir por acá, a falta de otros espacios continentes, vuelve el libro.
Comentamos el hormigueo de gente que ese domingo por la tarde que se congregó a descubrir autores y encontrar obras de otros ya conocidos. De Qeja me llevé Las Ladronas de Mavi Massaro a la que le tenía ganas desde hace rato. Es una novela sobre dos hermanas mayores que roban en un edificio y salta los estereotipos.
Ante mi pregunta de qué más me recomendaban, me presentaron a los feriantes vecinos, de Palinodia. Editorial chilena fundada en 2005 que destaca por los libros de no ficción e introduce temas inquietantes como los debates en torno a la Inteligencia Artificial. Aprovechando las promociones del evento, me llevo Metamorfosis de la Inteligencia de la filósofa francesa Catherine Malabou quien plantea, parafraseando a Freud, que entre las heridas narcisistas que debemos soportar como humanos ahora se nos suma una adicional, la amenaza de la IA: ¿acaso nos reemplazará?
El libro como espacio de refugio y como punto de fuga
Siguiendo con el viaje inmersivo por la FED, me encuentro con una mesa llamativa, con tapas frescas, de relatos de viaje. Se trata de la editorial Fruto de Dragón. Una editorial cordobesa innovadora que edita con ilustraciones y se especializa en relatos de viajes. Allí me llama la atención un libro de solapa amarilla con un niño buda impreso en la tapa, El pájaro detrás del pájaro de Melina Alzogaray, que va por su segunda reimpresión. Libro que fue escrito «ao vivo» desde sus viajes por medio de mensajes de wsp, que conserva un formato particular, como si fueran versos, pero está escrito en prosa con un alto voltaje poético y también lisérgico. Experiencia antropológica y búsqueda existencial que devoré esa misma noche.
Paso luego por la Editorial Dualidad que es de narrativa contemporánea. Allí encontré una mesa compuesta por una paleta variada, cada libro con un color definido. Elegí Tokio de Enrique Decarli, editado en portada roja. Antes de ir a la trama, me cuentan la historia detrás de la historia. El autor quería participar en un concurso de Santander, España, pero era plena pandemia y había que enviar una copia impresa. Impracticable. Sin embargo, un amigo le avisó que otro amigo suyo vivía allí y podía imprimírselo. Finalmente lo hizo y lo llevó a pie. Así llegó al concurso donde finalmente fue premiado con la publicación. Trata sobre la búsqueda de un amor que desaparece de repente. ¿Acaso María habrá existido alguna vez? Realismo fantástico que promete.
¡Larga vida a los libros!
Desde el primer piso del predio era posible tener una visión panorámica y tomarse un café con derecho a brownie y todo en las mesas colectivas donde se repasaba lo adquirido y se compartían impresiones. Una filmación de esa masa de gente entusiasta por la lectura era necesaria para descansar un rato antes de seguir recorriendo y constatar que ese momento, efectivamente, existió. Acá, en Argentina, en un ventoso día de agosto.
Para nutrir aún más la experiencia, hago escala en una editorial especializada en nada más ni nada menos que literatura africana. De diversos países y con edición de traducciones propias. ¿Qué estereotipos deberíamos derribar si nos preguntamos por la literatura africana? Es uno de los interrogantes que circundan por este puesto donde una feriante muy paciente responde, solícita, a cada consulta. Además, llevando dos novelas iba una antología de cuentos africanos contemporáneos de regalo.
—Las traducciones son nuestras, acá se conoce muy poco, incluso al portugués hay más traducciones, pero no al castellano. Una vez que lo descubrís es un viaje de ida, un verdadero camino de Empatía, el nombre de nuestra editorial que es nuestra búsqueda.
De la editorial Empatía me llevo Peces Tropicales, una sucesión de cuentos de la escritora ugandesa Doireen Baingana que cuenta la historia de tres hermanas desde la infancia hasta la primera juventud, incluido el viaje de una de ellas a EE. UU. y su vuelta a Uganda. Cuentos que en sucesión arman una historia completa que se va construyendo como en un lego de relatos. Un libro rio por el cual explorar nuevas aguas.
Entre los pasillos nutridos de lectores, donde, sin embargo, había espacio para el encuentro, me cruzo con la editorial El Gato y la Caja que se define por abordar ciencia y diseño. Sin embargo, destaca una línea de jóvenes autores que escriben ciencia ficción o distopías científicas. Engalanado en azul Francia, me llama El idioma de los Peces de Lara Armada. Esta joven, nacida en los años noventa, sí, prácticamente ayer, presenta su primera novela y advierte: «la literatura es el lugar donde venimos a permitirnos tener nuestras pesadillas. Ensayar un mundo donde una mandarina o un paquete de fideos nos pueden matar es quizás la mejor forma de sentirnos a salvo».
Será cuestión de asomarse a lo desconocido y el pasaporte es, nuevamente, un libro.
* Foto: Matías Moyano / FED
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