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05-09-2024 Notas

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Por Joaquín Gallardo

I

Lunes, casi diez y media de la mañana: viajo en subte al consultorio de mi analista. Me gusta leer, durante el trayecto, las entrevistas que le hicieron a Lacan y pensar en algunas de las cosas que dice. Voy a tomar la que, según algunas fuentes, sería la primera entrevista que él dio, en 1957, a Madeleine Chapsal y se titula Las claves del psicoanálisis

II

El primer párrafo que resalté dice:

El psicoanálisis, en el orden del hombre, tiene en efecto todos los caracteres de subversión y de escándalo que pudo tener, en el orden cósmico, el descubrimiento copernicano del mundo: ¡la Tierra, lugar de habitación del hombre, no es más el centro del mundo! ¡Y bien! El psicoanálisis le anuncia que usted no es más el centro de usted mismo, ya que había allí un otro sujeto, el inconsciente.

En principio, podemos partir de las dificultades con que Freud se encontró para divulgar su teoría, que tuvieron que ver con el giro del lugar que le dio al yo en un ser. A partir de él, sabemos que una persona tiene una organización psíquica que incluye al inconsciente y, los analistas, entendemos que domina al sujeto. ¿Qué quiere decir esto? Hay algo en el sujeto, más fuerte que él mismo, que lo condiciona, lo hace actuar, le genera sueños, síntomas y no se puede elegir ante eso. ¿Puede uno determinar qué soñar, qué pesadillas tener, cuándo abandonar un síntoma, controlar un lapsus o un fallido? Si nuestro yo nos gobernara, ¿cómo alguien tendría un ataque de pánico, no podría dejar el cigarrillo o repetiría una y otra vez las mismas parejas que la hacen sufrir? Son ejemplos mundanos de algo mucho más complejo, pero que nos acercan al entendimiento del lugar del inconsciente en nuestra vida. 

Es difícil aceptar que hay algo que nos habita y que es más fuerte que nosotros. Hace poco, una amiga que está atravesando un momento de excesiva ansiedad, me comentó muy frustrada: cómo es posible que no pueda hacer algo tan fácil como quedarme dormida. Ahora, desde la tranquilidad de esta tarde en la que estoy escribiendo, puedo pensar que su inconsciente de algo la está defendiendo al mantenerla despierta. 

III

Continúo con la siguiente línea: “(…) que la neurosis sea una enfermedad que hable (…)”. Esto nos permitiría pensar en cuál es el origen de la neurosis en un sujeto o cómo respondió al Edipo, por ejemplo, pero quiero resaltar algo en relación al síntoma. Si bien no está nombrado en esa cita, el síntoma es un mensaje de un sujeto y ¿qué quiere decirnos? En principio, es algo a descifrar. Para lograrlo, hay que escuchar a ese paciente, que hable de su malestar, del origen de ese síntoma, entender cuál es la lógica de ese psiquismo. Algunos analistas, lo nombran como un primer tiempo: el instante de ver

Recuerdo el caso de una persona que atendí hace varios años y consultó conmigo porque no podía dejar de consumir cocaína. Después de mucho trabajo analítico, salió a la luz que el síntoma encubría un duelo en suspenso de la pérdida muy temprana de un ser querido. Darle lugar a ese dolor, hablar de ello, drenarlo, permitió que la paciente suspendiera el consumo.

IV

Entender que hay un más allá de uno mismo, que hay una causa respecto al propio malestar que desconocemos es la puerta para que alguien pueda analizarse, que no es lo mismo que consultar con un analista. Muchas personas consultan con uno y sólo van a hacer catarsis, quejarse o hacerse escuchar por un otro, resisten a interrogarse sobre sí mismos o indagar en el origen de su malestar. Eso no es estar en análisis. 

Hoy voy a detenerme acá. Así como un viaje en subte, prefiero que esto no sea tan largo. 

 

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