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10-10-2024 Notas

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Por Diana Rogovsky

Me gusta pensar que Demi Moore tiene plena consciencia de lo que genera en La sustancia. De lo que se genera a partir de la relación entre el casting, el guion y la puesta en escena. De lo que el público, lejano como puede ocurrir con el de otro país, una adulta entre adolescentes, puede pensar y sentir mientras transcurre la película. El film, las historias de vida, el propio Hollywood y el cine europeo se proyectan velozmente en las sensaciones e imágenes guardadas de quienes miramos. La directora, casa productora o guionista, o toda esa gente más bien, seguramente lo consideró.

Obviamente no se trata de una película de bajo presupuesto: basta con ver la larga lista de créditos finales para comprobar cuantas personas se vieron involucradas. Sin embargo, la elección de una acotada síntesis de locaciones, escenografías, piezas de vestuario, encuadres preferenciales y ámbitos en los que se desarrolla la historia permite ir armando las paralelas, los bloques en los que se va desplegando la trama. Y la subtrama. Y las ideas y percepciones que se les van adosando.

Quien gusta del cine tendrá varios momentos intensos: la música que acompaña al tercer monstruo, además de hacernos rememorar tantos monstruos creados desde los inicios del cine hasta hoy, en tantas películas de terror y ciencia ficción, remite a Vértigo o a Drácula (cuando se viste para la fiesta, se pone los pendientes, se arregla). Nos lleva a ese lugar donde sentimos piedad, conmiseración y horror. Porque sabemos que se viene la catástrofe.

El  momento Carrie también hace catarsis en ese extraño cruce entre melancolía, espanto y sensación de reparación. Tan necesaria por estos días, la cuota punk.

¿Qué más decir? Hay simpleza e ironía. Crudeza y refinamiento. Están presentes los tópicos del deseo de eterna juventud e inmortalidad, la dependencia narcisista de la imagen, el reflejo y los lauros basados en la juventud y belleza hegemónicas y la explotación de las mujeres para saciar al ojo masculino, como base de la existencia. La rapacidad de los medios masivos para vender lo que muchos parecen querer tener pero a fin de cuentas no puede adquirirse. La tecnociencia, el tecnoarte y todas las pesadillas de la razón. Pero también se tocan nuestras fibras más íntimas: corteza, reptil y aquella que queremos saquear y no podemos.

 

 

 

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