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Por Pablo Milani
Comienza una nueva década en Alemania y Stella es una cantante de una banda de jazz en Berlín. En los ensayos se puede ver una disposición de fundamentos atractivos donde el alma de la agrupación es ella, una bella mujer judía. Swing, audacia y energía junto a una complicidad de elementos circunscriptos dan nuevos aires al grupo, y esto se puede ver en sus presentaciones en vivo, pero todo terminará demasiado rápido. Eran los inicios de la década del ´40 y aun el eco de la guerra no había llegado a la gran ciudad, pero arribó de la forma más abrupta. En septiembre de 1939 el Nacional-Socialismo decidió invadir Polonia y así dio comienzo a lo que luego sería la Segunda Guerra Mundial. Visto así, la película y su protagonista como eje principal, darán un giro y Stella se transformará en víctima frente al poderío nazi en su propio país.
Stella, una vida (Stella, Ein Lieben, Alemania-Suiza-Austria-Reino Unido, 2023) trata sobre la vida de Stella Goldschlag, una mujer increíblemente bella, rubia, de grandes ojos azules y con una gran ambición que soñaba con ser cantante de jazz en Berlín, previo a la Segunda Guerra Mundial y terminará siendo, primero arrestada por la Gestapo y luego colaboracionista del régimen nazi para captar gente de su misma religión.
Terminada la Primera Gran Guerra, los pueblos europeos, temerosos de un nuevo resurgimiento de Alemania, acuerdan la elaboración del Tratado de Versalles, el cual anulará las ambiciones y pondrá fin al pueblo germano. Pero esto, por el contrario, serán las causas que desembocarán en un nuevo enfrentamiento, y esta vez, de la mano del Nacional-Socialismo liderado por Adolf Hitler.
Corría 1943 y la Berlín liderada por el nazismo luce provocadora, peligrosa y asfixiante a la vez. La arquitectura de elementos junto a los personajes produce una tensión que se desarrollará a lo largo de todo el film. Pero la trama circula alrededor de Stella, esa encantadora mujer que se desafía a sí misma en cada paso, cada día, sorteando cada obstáculo entre la vida y la muerte. Esta Alemania cooptada por nazis, un lugar vigilado y temido para todo judío que transite la ciudad, será determinante para la estrategia de supervivencia de Stella.
La mujer que protagoniza Stella, una vida, es Paula Beer, una actriz nacida en Alemania, de 29 años de edad y una de las promesas de su generación. Pero ella no está sola, el equipo técnico aquí será su más importante aliado. Tanto el vestuario, como la fotografía, la dirección de arte y todo el equipo de producción harán de su escenario el marco ideal para que la actriz brille y logre conmover en su difícil papel de doble carácter. Por un lado, ese sueño de ser cantante de jazz que se esfuma e inmediatamente después, el proceso de trasformación que la convertirá en una persona totalmente distinta y temida hasta por sus propios compañeros.
La Gestapo quería a Stella y estaban dispuestos a no deportar a ella ni a sus padres si accedía a trabajar con ellos. ¿Quién mejor que ella para rastrear a todas las personas que hasta ahora habían eludido el arresto en la calles? ¿Y quién sino ella? Estaba tan desesperada a hacer cualquier cosa sólo para sobrevivir que aceptó la oferta. Mientras ella utilizaba su buena memoria para las caras y nombres utilizando muchas veces su apariencia como señuelo para encontrar o captar sus víctimas, su segundo esposo, se mostraba violento e inescrupuloso amenazándolos con su arma antes de ser entregados a la Gestapo.
En la construcción del concepto de personalidad sana existen problemas inherentes a la naturaleza misma de los fenómenos que en él se integran. La calificación de personalidad sana incluye una metáfora, que se toma en préstamo a la medicina y en la que lo sano se contrapone a lo enfermo. Por la pluralidad de las construcciones posibles y por el carácter altamente metafórico el personaje de Stella Goldschlag es peculiar y desarrolla un concepto básico de un dominio particular y a su vez constituye un vocabulario personal. Aun así, con esas divergencias de conceptualización y con su delimitación harto difusa, tiene sentido hablar de una personalidad sana y hablar de ello en el marco de la protagonista, una mujer ambivalente que decida luchar por su vida y la de sus padres de la deportación de Auschwitz.
Pero no todo es tan lineal en Stella, una vida: hay un tinte emocional que atraviesa el film y que lo hace perdurar de un modo que trasciende. Hacer sentido del mundo no ha sido fácil en ninguna época. En efecto, nombrar es conocer, por tanto conocer nos permite poseer cierto conocimiento sobre aquello que se conoce. Todo lenguaje visual puede ser considerado como manera de denotar el mundo y sus salientes en un espacio en el que a medida que el ser humando se establece, las relaciones sociales son cada vez más importantes. Su mirada, vista así, se convierte en ese acomodo entre las cosas, de modo que primordialmente, sólo aquellas que posean una existencia real puedan tener acceso a nuestra conciencia y ser nombradas. Es decir, una aproximación que nos acerca al objeto de consideración, pero que no hace sino denotar la distancia entre el mundo y lo que somos capaces de expresar de él.
De este modo, Stella, una vida, dirigida por Killian Riedhof, puede ser interpretada por esa doble moral de la protagonista. La película explora la complejidad y desesperación del personaje principal y desafía al espectador a reflexionar sobre el dilema de una traición en plena guerra y a la vez deja la pregunta de si es correcto ponerse en contra de su pueblo para salvar su propia vida y la de sus padres. En esa paradoja hidrostática funcional como vaso comunicante entre el bien y el mal y como si ambas historias pudiesen configurarse entre sí, se va a desarrollar la película protagonizada acertadamente por Paula Beer. Aquí el guion de la película decide no tomar partido en la decisión del personaje principal y muestra el implicado entrecruzamiento moral de la vida de Stella Goldschlag. Como hallazgo, la música, y otra vez la ciudad y sus calles prepotentes, sus colores vivos y una reconstrucción de época que no hace más que situarnos en aquellos temibles años.
Etiquetas: Alemania, Cine, Killian Riedhof, Nazismo, Pablo Milani, Paula Beer, Stella Goldschlag