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27-12-2024 Notas

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Por Diana Rogovsky

Si el cine es el resto perceptible, sensible y pensable de algo que efectivamente aconteció, ver Stop making sense de Jonathan Demme y Talking Heads nos propone varias cintas de Moebius sobre las que deslizarnos.

Hay una discusión acerca de la ficción y el documental que se propone referir que el documental, registro, montaje y transmisión, por cierto, lo hace con imágenes y sonidos de hechos de la realidad en tanto que la ficción lo haría respecto de una puesta en escena, en cuadro y en serie previamente guionada al detalle e ideada por la imaginación. En el documental se va al encuentro de eventos que pueden resultar fortuitos e incalculables al menos en parte y luego se intenta casar felizmente las previsiones con los acontecimientos.

En el caso de este documental no hay entrevistas ni opiniones verbales. Todo está on stage, incluso el backstage. La concepción misma de los conciertos de 1983 y del registro fílmico así lo decidieron.

La versión restaurada a 4K I MAX no logra (¿cómo podría?) transformar el grano del celuloide emulsionado de 35 mm original y eso, en tiempos en los que las cámaras ven tanto más que los ojos y las pieles, poros, pelos y telas resultan de un nivel de detalle que casi hiere nuestras representaciones psicomentales, es un alivio. Sobre todo si lo vemos en el cine y no en las pantallas brillantes y contrastadas de los celulares o televisores.

El sonido actual sí que se agradece. Y las sensibilidades e ideas que lo organizaron.

Lo demás es fiesta, juego, danza y entrega.

Quien diga que no se dio cuenta de las tensiones egoicas, artísticas y latencias internas de la banda quizás estaba distraído.

Quien no admire las apuestas, cadencia, la elegante, eufórica y desaforada vocación de convocar y divertir no dejó que las vibraciones lo atraviesen. 

Resulta hoy mismo a la delantera: crítica, mordaz, inteligente y desdramática, la banda. Amorosa y acentuando lo extraordinario del encuentro entre humanos para una causa de disfrute, la película. A la vez, da testimonio de lo bien que la pasaron, de lo bien que la pasamos.

40 años más tarde, me quedo con la gente aplaudiendo y bailando de a poco en la sala de cine y un comentario de mi hijo que me dice “cómo me gustaría ver una peli así de Daft punk, pero ya era todo digital”.

 

 

 

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